sábado, 28 de febrero de 2015

Ida y vuelta

“¡Pepe, Pepe!”, se escuchaba desde temprano. Centenares de personas asistieron a las Plaza Independencia a despedir a José Mujica, quien en su último discurso, luego de recibir el Pabellón Nacional que flameó durante sus cinco años de mandato, se dirigió al pueblo: “Gracias por tus criticas, tus abrazos, tu hondo compañerismo cada una de las veces que me sentí solo en el medio de la presidencia”. Y entre aplausos, la gente insistía que “el Pepe no se va, no se va el Pepe no se va”. Y Pepe lo confirmó: “No me voy, estoy llegando”. “Me iré con mi último aliento”, agregó, mientras muchos soltaban el lagrimón. 














jueves, 26 de febrero de 2015

El sueño del pibe

Patea, tira, marca, la sigue con los ojos, la agarra en el aire, patea de nuevo… pum, ¡Gol!. En la playa muchos niños que sueñan con ser Lugano, Suarez, Forlán o un Chino Recoba, juegan al fútbol y practican sus dotes que un día, alguien, entrajetado y de lentes fashion, los descubre. Empiezan la carrera. Lo asiste y llegan las promesas. Ése, es apenas el comienzo del viaje. Abandonan su pueblo, su barrio en el interior profundo, sus amigos, su familia,  se instalan en plena ciudad, a veces con familiares incluidos, que sueñan también con un buen futuro: Color de camiseta, clubes, que si es delantero o defensa o si ataja bien y ‘mira que sí le pones todo sos reconocido y te llevan a Europa’. Y las exigencias le pesan al chico, yendo de un lado a otro y entrenando más, más y más. Pero no es patear, tirar y hacer el gol. Muchos llegan a ser estrella, otros quedan por el camino y los sueños se desinflan como les pasa, a veces, a las pelotas.

Punta del Este. Maldonado, 2011.


miércoles, 25 de febrero de 2015

Puramente oriental

Los uruguayos tenemos la suerte o mejor dicho el privilegio, de vivir en un país de muchas costas. Y en ellas el sol y el mar son siempre cómplices de tanta belleza; ésa en que ambos se anudan en el horizonte para despedir el día y dar paso, tímidamente, a las noches.  Entonces, los naranjas, amarillos y rojos se entremezclan con el azul del cielo. Una escena única, reflejada en las orillas, musa inspiradora de muchas manos que se dejan llevar por plumas y pinceles que sueltan letras y pinturas, consideradas, luego, obras de arte. Y los dedos de quienes a través del visor de una cámara observamos y esperamos el preciso instante para apretar el disparador y registrar esa imagen tan nuestra: los atardeceres en la playa, virtuosas obras de la naturaleza.

Lagomar. Diciembre, 2014.

Lagomar. Diciembre, 2014.

lunes, 23 de febrero de 2015

Donde el Diablo perdió el poncho III

Sus visitantes

Punta del Diablo: El pueblo que todo extranjero conoce, casi obligatoriamente, de pasada por el pequeño país de poco más de tres millones de habitantes, y que alberga a tantos  uruguayos enamorados del paraíso rochense. Ése que (aún) no tiene plazas, ni bancos, ni cajeros automáticos, ni cyber’s, ni boutiques glamourosas de ropa importada y marcas multinacionales. Tan sólo un par de supermercados. Uno sólo abre sus puertas durante el año; los demás juntan polvo y acumulan olor a encierro, esperando el verano.
Las calles, ninguna de asfalto, ni siquiera están bautizadas. Cuando uno pregunta cómo llegar a cierto lugar, el pueblerino indica la iglesia  o la farmacia, y de ahí tantas cuadras para arriba,  para el sur o el norte.

Y tantas visitas, de distintas partes del mundo, lo han transformado en el pueblo cool. Los ranchos lucen, hace tiempo, colores vivos que contrastan entre sí, y le ofrecen al turista aire acondicionado y televisión por cable por si al verano le da por salir lluvioso. Más allá, hacia el monte, se ve alguna cabaña de madera perdida entre eucaliptos y mansiones con grandes ventanales y paredes de piedra típicos de la arquitectura minimalista –la mayoría con grandes piscinas– que se edifican (cada vez más) durante el invierno. Es que construir (esas edificaciones y de la más sencillas para quien tiene un bolsillo más modesto) se ha convertido en negocio lucrativo. Y cada verano Punta del Diablo ofrece más alquileres, más restaurantes, más pub’s y posadas, y el encuentro de emigrantes hechizados por ése pueblo que ofrece la paz y tranquilidad de una vida mística y hippie en pleno contacto con la naturaleza. Aunque la identidad del pueblo sigue en pie: las barcas en la playa de los botes mantiene la esencia de pueblo pesquero. Ese viaje al mar que, sin embargo, muchas personas del interior profundo quizás ignoran. Y siguen esperando veranos para tener la dicha de que la suerte golpee su puerta. Y sí, todos esperan el verano. Punta del Diablo también. 








domingo, 22 de febrero de 2015

El vecindario

Las tardecitas de verano, ésas de temperaturas que apenas dejan respirar, cuando el sol rebota en las paredes poco antes de esconderse detrás del mar, las vecinas salen a los balcones o a las veredas cuando no lo tienen. Pero qué importa si poseen el privilegio de vivir en esas casas –aunque arrumbadas– casi frente a la bahía. Y ahí matan el tiempo chusmeando la vecindad: quienes salen a la eterna espera, por ser domingo, del ómnibus para algún paseo en la otra punta de la ciudad; los pescadores dispuestos a pasar la noche en las escollera por si la suerte está con ellos y les trae roncaderas, burriquetas o una buena corvina negra; los enfermeros del Maciel que aguardan la primera línea que los deje más cerca del tan deseado colchón luego de ocho horas (o más) nocturnas; las madres que, termo y mate bajo el brazo, salen a tomar el poco aire y a hamacar a sus pequeños, o los niños que disputan la pelota (los que no se enceguecen con los play station o los juegos de estas eras modernas, celular mediante), en alguna de las canchitas; los perros que se amontonan olfateando rincones para disparar el chorro que hace horas vienen aguantando por culpa de esos apartamentos donde simulan ser felices con sus dueños,  los veteranos que se van aprontando desde temprano para ese asadito tan deseado… Y, entonces, los mediotanque avivan el fuego mientras la luna se asoma tímidamente y cae la noche, el aire se hace fresco y todo parece estar en sintonía.

Ciudad Vieja. Montevideo, 2014.

jueves, 19 de febrero de 2015

Gorrudo Sabalero

Homenaje a José Carbajal, ayer en el SODRE, a 40 años de A mi gente. Ése hombre que tanto nos dejó

“Pueblo divino gorrudo sabalero
brindo contigo prestame el corazón
quiero el secreto del hombre de tu río
del hombre chimenea, del canilla cantor”.

Fragmento de A mi Gente. El Sabalero.

Foto extraída del audiovisual presentado en el SODRE.

Y “Con cinco medias hicimos la pelota, y aquella siesta perdimos por un gol…” Cuántos treintañeros o cuarentones, en su niñez, dormían la siesta con Chiquillada zumbándole en el odio. Sebastián Teysera (cantante de La Vela Puerca) fue uno de ellos. U otras: Angelitos, La Sencillita,  A mi gente.
Él mismo decía que sus canciones se cantaban en todos lados: En la reuniones familiares, en los asados, las navidades, años nuevos, cumpleaños, hasta despedidas de solteros y fogones. A mi gente nunca falta en los fogones. Y El Sabalero entendía que Chiquillada asomara la cabecita en las cantarolas, porque tenía un estribillo pegadizo, pero la que menciona a su gente, la de Juan Lacase, en la que aparecen Pitico, Pochilo, Chirimino, las charlas del Charlo, de  Roberto Guitarrón y el firulete, el tamboril, la miseria y la lucha de pan y trabajo de su pueblo. Todo lo mencionaba, pero una sola vez. Y eso lo hace difícil de cantar, aseguraba. Por eso no entendía cómo la gente recordaba la letra. Eso sí, “nadie la canta bien”. “Hasta  Los Olimareños, que yo les pasé la letra, se equivocan, de verdad,” soltó sonriendo en un audiovisual que lo recordó en su última función en el Teatro Solís, en abril de 2010. Y el SODRE estalló en risas. Pero de última, era lo de menos, porque las canciones “se cantan con el corazón y no con la cabeza”, decía. Por eso “cada uno canta A mi gente como le suena”. Como lo recuerda.
Y los aplausos, viéndolo en la pantalla gigante vestido de blanco de pies a cabeza, sonaron fuertes, mientras algunos de esos personajes de su “pueblo divino, lo veían una vez más, seguramente emocionados, en las primeras butacas de la platea, junto a su familia.

Hiciera lo que hiciera, el Sabalero, “siempre era el mismo”, apreció Hugo “Cocol” Ortiz, uno de sus tantos amigos, en otro audiovisual en el que AGADU rescató testimonios de quien bien lo conoció. Para Hugo “era más que un amigo, más que un hermano, más que un padre”. Era “un pedazo de vida”, un poeta que representó a Uruguay por varias partes del mundo trasmitiendo “cosas de mucha fuerza”, estimó el periodista Jorge, como la conciencia de clase. La clase obrera, los pobres, los humildes, los desposeídos, los robados, eran su fuerte. Y siempre salía en su defensa diciendo cosas chiquitas y apelando a la  ternura. Eso,  para Yuliani, es “muy difícil de lograr”. Sin embargo, “logró conmover el alma de la gente”. Y cuando vos le tocás el alma a alguien, estas dando el primer paso como para poder hacer que esa persona empiece a cambiar en algo”, expresó. José fue un anarco que siempre hizo lo que quiso y nunca lo que le dijeron que había que hacer, valoró el periodista. Y fue feliz, aseguró. Lástima que  “se adelantó”.  El Saba recordaba un dicho de los mexicanos: Decían “se adelantó” cuando una persona moría antes de lo previsto. Y él se nos adelantó. La muerte lo encontró el 21 de octubre de 2010. Aunque vivió años en Holanda, era cien por ciento uruguayo. Si hubiera un uguayómetro para medir la cantidad de uruguayidad que tiene una persona, José da el máximo”, deslizó Yuliani recordando las palabras de un colega argentino. El sodre estalló nuevamente en aplausos. Y El Saba fue feliz.

 “Me enrosco en tus ancas fuertes
Y en tus ternuras mi negra
Me gusta vivir la vida
Entregándome a la suerte
Pa no tener tanto miedo
Cuando me abrace la muerte”.

(Fragmento de La Muerte, El Sabalero)

Laura Canoura.

Alejadro Carbajal, hijo de El Sabalero.

Mónica Navarro.

martes, 17 de febrero de 2015

Al andar se hace camino

Programa de la IM brinda acceso y servicios a personas con discapacidad en tres playas de Montevideo: Malvín, Pocitos y Cerro

Mike en la silla anfibia.

Lourdes sonríe a la cámara en su silla de ruedas. Está en la rampa de la playa Malvín de brazos abiertos como queriendo volar. Y junto a ésa foto que publicó en Facebook, el 11 de febrero, escribió: “¡Por fin se me dió! Tres horitas de playa”. Desde el 2008 no pisaba ni la arena ni el mar. La pasó “genial”, aunque ése día, por cuestiones médicas, Lourdes no se pudo bañar, pero Marcelo, su compañero, le tiró agua con una botella. Es que no podía volver a su casa sin tocar el mar. Nunca tuvo una silla adecuada para ir a la playa. Y ahora con la del programa de la IM, de ruedas anchas, hasta cumplieron un sueño: Caminar juntos de la mano en la arena luego de 8 años de pareja, contó Lourdes a la diaria recordando el poema de Antonio Machado: “Al andar se hace camino”. Hace 22 años, tuvo un accidente de tránsito que le provocó una paraplejia completa de miembros inferiores por lesión medular.
El programa lo conoció por Vanessa, quien tiene parálisis cerebral, y es usuaria de la piscina N°7. Por eso la IM la invitó. Desde el 19 de enero de este año asiste al programa de playa. Recuerda la fecha con claridad. Es que fue “lo más lindo que le pasó en la vida”. Para el traslado cuentan con la camioneta de la Comisión Nacional Honoraria (CNH) de Pronadis, pero ayer, lunes de carnaval no tuvieron acceso a ella. Lourdes, Vanessa y tres personas más de COVIMP II [cooperativa de vivienda de Impedidos] ubicada detrás del parque Rivera, iban a contratar otra camioneta, pero tres se dieron de baja y ambas, solas, no podían costearla. Al no tener ómnibus accesible rumbo a Malvín ni quien la acompañara, Lourdes se quedó sin playa. Sin embargo, para Vanessa no fue impedimento. A las 6.00 ya estaba despierta. Por tanta ansiedad, relató a la diaria Norma, su mamá, quien la acompañó. Los taxis cobran “lo mismo que gastas en comida”, aseguró. Por eso marcharon las dos a pie para que su hija tocara el mar. El viaje duró una hora, pero “la cosa es venir y disfrutar de esto que se nos brinda”, dijo Norma. Para ella es un “orgullo” ver a su hija nadando debajo del agua. “Cuando empezó en la Plaza N°7, en abril de 2014, y hacía ejercicios en la piscina con la profesora, yo me tapaba los ojos porque me daba miedo, me ponía nerviosa verla tanto tiempo abajo del agua”. Y por si fuera poco, hace dos semanas, comenzó surf en la Escuelita de Mar (Malvín). “Es increíble cómo le gusta y cómo le agarró la mano”, agrega feliz su madre, mientras Vanessa asegura que ni el surf ni el mar “le dan miedo”. Le fascina luchar contras las olas. Ella pide más, dice Norma, nunca se achica. Y ayer no era de las mañanas más calurosas. Pero para su hija el mar “¡estaba divino!”. Ni el aire fresco, al salir, le alcanzó a erizar la piel. Se siente “libre” como un pájaro.


Vanessa.
Florencia.

Vanessa.
Mike.

*Fotos: Playa Malvín. Lunes, 16 de febrero de 2014.

sábado, 14 de febrero de 2015

De amores

“Una mujer y un hombre llevados por la vida,
una mujer y un hombre cara a cara
habitan en la noche, desbordan por sus manos,
se oyen subir libres en la sombra,
sus cabezas descansan en una bella infancia
que ellos crearon juntos, plena de sol, de luz.
una mujer y un hombre atados por sus labios
llenan la noche lenta con toda su memoria,
una mujer y un hombre más bellos en el otro
ocupan su lugar en la tierra".

Juan Gelman

Cabildo de Montevideo. Marzo, 2012.




viernes, 13 de febrero de 2015

El milagro

Historia de vida II

Pasaron muchos años. Diez, once. Lo buscaban pero no había caso. La panza de Mónica no crecía y los síntomas de embarazo brillaban por la ausencia. Carlos se ilusionaba en tener a su bebé en los brazos. Cierto día comenzaron los sangrados. Todo parecía estar bien, aseguraban los especialistas tras varios papanicolaou y miles de exámenes médicos. Sólo una fuerte anemia, le dijeron. Sin embargo, nada. Ni un mareo, ni un dolor de cabeza y las energías de siempre. El desasosiego era cada vez mayor. Los sangrados también. Duraron lo suficiente como para aumentar la preocupación y el malestar que cualquier mujer conoce en esas circunstancias. Luego se fueron haciendo esporádicos hasta que, por fin, desaparecieron. Pero tras nuevas consultas, a esa altura ella algo más tranquila, apareció una lesión y un nuevo y definitivo diagnóstico: Cáncer de útero. Se le vino “el mundo abajo”. Mónica no sabía qué carajo hacer. Tan sólo dejó su vida en las manos del Señor. “Que sea lo que Dios quiera”, se repetía una y otra vez entre rezos, mientras el desasosiego se convertía en angustia, dolor e impotencia. Entre lágrimas imaginaba (y hasta planificaba) una nueva y larga etapa en su vida de quimioterapias y sufrimiento.
En esas idas y vueltas, tras más exámenes y el transcurso de los meses, una biopsia delató el milagro y el test dio positivo. Las lágrimas volvieron, esta vez de alegría, a pesar de las emociones que seguían encontradas. ¿Cómo iba a evolucionar ese bebé con el tumor adentro? Maica nació, sin problemas. El 20 de marzo de 2011. Y Mónica se quedo sin útero.

La Gruta de Lourdes es un cúmulo de fieles que oran, prenden velas, rezan y alaban la misa de Cotugno. Maica dibuja en una libreta que en la contratapa lleva la imagen de un santo. “Es Cristo”, me dice señalándolo, mientras su mamá recuerda una tarde soleada e inolvidable en la que ella y Carlos caminaban por su barrio con Maica en el cochecito que emitía sonidos queriendo empezar a hablar. Las inmensas raíces de un árbol que habían abarcado buena parte de la vereda, los obligó a bajar al asfalto en el mismísimo instante que alcanzaron a ver un joven en el aire despedido de un ciclomotor que venía hacia ellos. “Las famosas picadas de motos”, asegura. El grito de Mónica, tras el estruendoso sonido del vehículo, y el apuro de agarrar a Maica hizo que su cartera volara también. Cuestión de segundos, no más. Pero “gracias a Dios” fue tan solo un susto, recuerda, ahora, entre risas, la multitud de gente que se acercó cuando ya la moto yacía contra el cordón de la vereda. Y en esas, un muchacho se acercó y le preguntó: “¿Esto es suyo, señora?”. El rosario que Mónica llevaba en la cartera, colgaba de entre los rayos de la rueda. Y secándose el lagrimón que le provoca el recuerdo, para ella, el milagro, me aclara que Maica en hebreo significa “la que camina al lado de Dios”.


Celebración de la Vírgen de Lourdes, en la Gruta de Lourdes. 
Montevideo, 11 de febrero de 2015. 



martes, 10 de febrero de 2015

Naturaleza pura

“Puente de fierro sobre el pajonal
agua sin rumbo, como en el mar
 la luna lo abandonaba
 y se anegaba en el barrial…”.

Alfredo Zitarrosa

Humedales de Santa Lucía. Santiago Vázquez, Montevideo.

Humedales de Santa Lucía. Santiago Vázquez, Montevideo.

Saliendo de Montevideo por la ruta 1, se llega al único pueblo que tiene nuestra capital: Santiago Vázquez. Por allí, el río Santa Lucía congrega a decenas de pescadores e infaltablemente los domingos, a familias enteras que descansan en su rambla empedrada sobre el río. Es el paraíso del pueblo. Pero más allá, hacia sus adentros, en su desembocadura, se encuentran los humedales que constituyen un ecosistema único en el sur del país –otro edén que privilegia a los del pueblo– y que se extienden sobre más de 20 mil hectáreas en el límite entre San José, Canelones y Montevideo. Por su inmenso valor ecológico, los humedales de Santa Lucía conforman un Parque Natural integrado desde 2010 al Sistema Nacional de Área Protegidas (SNAP) creado por la Ley 17.234. Y desde 1977, en conmemoración de la firma del Convenio sobre los Humedales en Ramsar, Irán, el 2 de febrero de 1971, esos territorios de naturaleza pura, también se conmemoran: el Día Mundial de los Humedales.
Allí, al oeste de Montevideo, “cruzando el puente, milonga/acordate hay un lugar/donde las garzas rezongan/al lado de un manantial”, cantaba el flaco Zitaroosa. 

domingo, 8 de febrero de 2015

Al ritmo de Sur y Palermo

El sol ardía. Estaba en lo alto aún cuando la gente se acomodaba en sus sillas. Algunos postigones avisaban donde encontrar el agua para el mate, las tortas fritas y los balcones para divisar mejor. Todo una fiesta. La típica y tan esperada por muchos que año a año hace vibrar las paredes y los corazones de quienes lo llevan en el alma (tamborileros, gramilleros, mamas viejas, escobilleros, bailarinas y todos aquellos que trabajan para que cada comparsa luzca brillante). Y los niños gastaron espumas y tiraron papelitos, al compás del tamboril.