martes, 31 de marzo de 2015

Ellas

En el Mes de la Mujer

Artistas de la música uruguaya.
Voces femeninas X

Erika Büsch

Dulce corazón del canto
(edición especial)

Un golpe seco. Vibré. Quinto piso. El ascensor se detuvo enfrente. Del otro lado, su sonrisa me anunció que a la entrevista la acompañaría un té con azúcar rubia. Es que para ella, la comida compone el cuerpo y significa lo que uno es, y eso “no es cosa menor”. Por eso selecciona cada alimento con cuidado, sustituye las harinas por lo integral y consume abundante fruta y verdura.
La loza floreada delataba varias generaciones. Como el apartamento, “un construir costoso” que sus abuelos maternos dejaron para sus tres nietos: Amelia, la poeta y bailarina de flamenco; Federico, el mago, el bohemio y el más pequeño y Erika, la mayor, la de voz suave y delicada y ese canto capaz de tocar almas. La propiedad de la loza, que sostenía meticulosamente, quedó revelada. Y más aún el valor de preservar lo que a sus abuelos “les costó tanto sacrificio”.
El arte y la cultura fueron, siempre, puntos fuertes en la familia. Aunque su mamá, “el cable a tierra”, es maestra y psicóloga. Su papá, artista plástico, pintor y escultor. El mayor referente en su vida. “‘Los Büsch son cinco: cuatro artistas y una que trabaja’”, suelta con la segunda sonrisa, ya carcajada, al recordar cuando un amigo de la familia, los presentaba.
Desde el 22 de octubre de 1974, que nació la primera hija, rubiecita y de ojos claros, el matrimonio compartía el edificio con los abuelos maternos, tres pisos más abajo. Allí Erika vivió parte de su infancia. Y allí, también, escuchó los primeros acordes del piano que deslizaban los dedos finos de su madre y le fueron agudizando el oído. El gran sello de su vida.

La había visto días antes. Un recital íntimo y acústico en un boliche pitucón de Punta Carretas. Pero esa vez, contra el ventanal vertical de cara a la principal avenida montevideana, sin maquillaje y vestida entre casa (vaquero oscuro y buzo rojo de lana), parecíamos dos amigas, casi íntimas, sumergidas en cuanto cuento le trajo la memoria: Los veranos inolvidables de la infancia en la casa de Piriápolis de los abuelos maternos donde afianzó su vínculo con la música y, decidió, de chiquita nomás, dedicarse a ella; las peripecias de adolescencia y, más acá en el tiempo, algunas experiencias de una vida más madura que a veces imaginó, obviando cada tanto, la Erika que sube al escenario e intenta llegar al público con sus dones artísticos.

“Lo más lindo eran lo ’famosos shows’”. En las reuniones de adultos, Büsch ordenaba a los niños ir a jugar a otra habitación, “porque los niños jorobaban ¿viste?”, me aclara simulando con los índices dos paréntesis. “Buscábamos silvapenes, hojas, títeres”. Tela que había se agarraba y preparaban un espectáculo. Al terminar la reunión, los pequeños (sus hermanos, ella y los amigos) presentaban la obra disfrazados. “Salía cualquier cosa”, le dice su recuerdo en el viaje del tiempo que la lleva hasta sus 6 años. Y los asaditos en el fondo de la casa del balneario fernandino y los juegos en la vereda, impensables en Montevideo, la playa, los castillos en la arena, las escaladas al Cerro del Toro… Todo una “maravilla”.
Hace una pausa. El viaje sigue. La memoria le trae más imágenes de aquellos años. Es como si quisiera estancarse ahí por siempre o volver a ellos. “Las caminatas al San Antonio, andar en bicicleta por la rambla”. Y su mirada se clava en el ventanal. Ni siquiera pestañea. Pero aún faltaba lo mejor. A los 12 años, Erika iba a vivir uno de los acontecimientos “más importante” de su vida.

Nombra a los hermanos Estrada como si yo los conociese. Tocaban un repertorio amplísimo uruguayo en una galería de Piriápolis. Y un día llegó Manolo, un gallego de Málaga. Erika enloqueció con él. Le trajo la música de Joaquín Sabina. Ese español de voz rasposa del que en Uruguay, aún, no había disco alguno. Manolo era su fascinación. Sabía sus canciones más, quizás, que lo que aprendía en la escuela. Con ellas se hizo un cancionero, y a cada hoja le dibujaba un instrumento. Manolo influyó en su decisión: La de dedicarse a la música, claro.
Silvio Rodríguez, fue otro referente. Y lo sigue siendo. “Con la guitarra de Manolo quería tocar como Silvio”, aprieta los labios y piensa en aquello que, para ella, era una locura.
Pero no terminó ahí la cosa. Las huellas musicales se profundizaron más aún, cuando otro verano en Piriápolis apareció aquel hombre de postura firme, gabardina negra, zapatos bien lustrosos haciendo juego y pelo engominado. Era Alfredo. Alfredo Zitarrosa. Esa vez sin guitarra. Visitaba un comité, justo cerca de la casa de los abuelos de la pequeña que decía: “¡Ah, el que canta “No te olvides del pago”! Es que sus canciones ocupaban buena parte de la biblioteca discográfica de sus padres. Erika las conocía más que cualquier niño de su edad. 
La gente pedía a gritos que cantara. Ella, que a esa altura ya no era tan niña, se sentó en el piso frente a él con las piernas cruzadas. Sus amigos le rogaban jugar a la mancha. Pero no había caso, nadie la movió de allí. Alfredo cantó a capela. Su voz grave le puso la piel de gallina. Nunca más la olvidó. “Entraba en mí como el retumbar de los tambores”. Se ríe nuevamente, ahora sutilmente. El sueño del pibe estaba casi cumplido.

A la vuelta de aquel verano, comenzó los estudios artísticos en la Escuela Nacional de Danza. Aprendió danza, balambo y chamarrita. Pero lo suyo era el canto. Evoca el piano nuevamente. En tiempos de su abuela estaba allí, en la habitación donde me revelaba tanta intimidad. Lo tocaba de oído, aunque a veces no la dejaban. Para no despertar al abuelo de la siesta. Es que el gusto por la música, jugó un papel preponderante ya desde  jardinera. María Elena Walsh, “Ruidos y ruiditos” de Yudith Akoschky, “Canciones para no dormir la siesta”, sonaban en la escuela y en su casa, junto a los “infantables” discos de canto popular uruguayo. En los almuerzos la música marcaba siempre el ambiente.  “Papá, que nos hacía cantar a mi hermana y a mí, cuando éramos chiquitas, en todas las reuniones”, narra. Es que todo lo que les gustara a los pequeños Büsch, era estimulado.

Así fue que Erika, a los 18 años subió por primera vez a un escenario. Cantó sus primeras composiciones e interpretó las de sus referentes. Exigente consigo misma, fue buscando y creando su propio producto, aprovechando cuanta herramienta se le ponía en el camino que le permitiera crecer. Fue en esa búsqueda que descubrió que “la vida es una gran universidad”, a pesar de algún  obstáculos que se cruza en el camino, pero que favorecen en algún sentido, y “descubrís un potencial que no sabías que tenías”.
No puedo evitar preguntarle qué siente cuanto está arriba del escenario. “Aunque hayan dos personas, es divino, te comunicas de una forma imponente. Se da algo muy fuerte”, asegura.Cuando estoy componiendo me emociono, pero cuando la canción deja de ser mía y pasa a ser de todo el mundo, pa’…”. Otra vez su mirada se hunde en la nada. Su mano reposa sobre su pecho y los ojos le brillaban. “La gente entra en sintonía y te devuelve ese amor”, agrega mirando el ventanal.

Hay muchos temas que a Erika la sensibilizan. Por eso siempre está al alpiste de la vida cotidiana. Observa, siente, piensa y, composiciones mediante que pasan por varios géneros musicales, expresa luego en el escenario. Es de las que no lleva la libretita de anotaciones en su cartera. Más bien, las ideas la “asaltan” y ella las conecta a su antena, siempre, encendida. Dice que los géneros son distintas formas de abordar el lenguaje y diferentes maneras de comunicar, un simple recurso expresivo que no interesa encasillar.  Lo mismo da si es bossa nova, folklore, milonga o tango, mientras sensibilice a la gente.
A través de Vera Sienra conoció a Numa Moraes. Con quien aprendió mucho, luego  de dos años de producción musical.  El disco “Por el gusto de cantar” los llevó a una gira por todo el país y Canadá. Algo muy fuerte para Büsch padre. Nunca imaginó que aquel cantor de 20 años que veía en varios espectáculos salteños, cantara con su hija que en ese entonces no era nacida.

 La otra faceta

A los 16 años Erika tuvo su primera guitarra. Además de componer, era docente de música. Sí. El último timbre del liceo marcaba la entrada al jardín para contactar a los más chiquitos con los primeros acordes. Los niños fueron siempre su debilidad. Su primer trabajo fue de baby sister. Y con el fin de unir sus dos pasiones –acercarse a la música a través de la animación infantil– los fines de semana, animaba cumpleaños con una amiga. Así nació “Tungaita”, nombre que extrajeron de una canción que suena “tun tunpinga tun gaita…” canta. Su voz apacible resuena en la habitación, la misma en la que su madre tocaba el piano, mientras la tetera se va vaciando y a los limones ya no le queda jugo.

Supimos divertirnos varios años. Los niños tocaban los instrumentos y hacíamos juegos. Era una propuesta re interactiva”. Se emociona cuando relata que se ha cruzado con padres que le recuerdan aquel cumpleaños de su hijo que animó. Algo “accidental”, dice. Es que nunca pensó ser profesora de música ni, mucho menos, descubrir “ese mundo maravilloso” de vivir por y para la música.
Actualmente [2011], los lunes y martes, en el mismo salón donde me envuelve con sus cuentos,  desarrolla “Tu Canción”, un taller para padres e hijos. Desde bebés de 7 meses hasta niños de 5 años. Es importante, indica, estimular a los niños en distintas áreas. A los 7 meses comienza a absorber su entorno y a los 2 años está en plena etapa de construir su esquema corporal. Son edades en que los niños integran la música, el movimiento, el baile, el canto, el gusto por las cosas. Por eso a Erika le fascinan. Pero la laboral relacionada a lo infantil no quedó ahí. “Aserrín Aserrán las canciones de la abuela” fue uno de los discos que grabó para Estados Unidos, Argentina y México (en Uruguay no se editó).  “Antón Pirulero” y “Rondas infantiles” completaron el tríptico.  
Vivir de la música en Uruguay no es nada fácil. Ni valorado, piensa.  Para Erika siempre está presente la desvalorización que, a su vez, es apoyada por los medios de comunicación que crean el concepto de “estrella”.
“A veces la gente piensa: ‘qué va hacer este flaco que vive a la vuelta de la esquina’. Pero si te ven en la televisión ya cambia. Somos un país chico y el uruguayo de por sí –y me incluyo–, tiene el autoestima baja”. Mira a Jorge Drexler, dice. “Cuando sacó su primer disco “Radar” nadie lo conocía. Vino [Joaquín] Sabina, lo llevó a España y en seis meses llenó el [ex] Cine Plaza”. Al uruguayo le cuesta confiar en el producto que nuestro país tiene, afirma la cantante. Piensa que si es sostenido por una marca reconocida, [para el uruguayo] vale más. O si el exterior lo toma, también. Pero lo importante para ella no es mirar para afuera sino trabajar para adentro.

Profundos sentimientos

Con sólo saber que a la gente le llegan las canciones, Erika ya es feliz. El individualismo y el sufrimiento humano son temas que tocan su corazón constantemente. Los procesa en su alma, los trabaja, los escribe, les pone música y, finalmente, los lleva al escenario. Le resulta “muy fuerte” saber que una de sus canciones movilizan a la personas. “A veces veo la necesidad que la gente mayor tiene de hablar, que lo único que necesita es una persona que lo escuche. Veo eso y me surge la necesidad de escribir”.
La naturaleza es uno de sus puntos débiles porque “es nuestra madre”. Su disco “Ofrendas de Barro” lo trasmite. “Son las ofrendas que uno toma de la Pachamama, la madre tierra”. "Cuando veo el daño que le hacemos permanentemente, lo vivo como si me dañaran a mí”.
Adora la autenticidad. Y ver que la gente es plena con lo que realiza, sin importar si es abogado o plomero, la hace feliz. “Si lo haces con amor está bárbaro”. Porque “la labor de cada uno es encontrar su propia misión y hacerlo desde el mejor lugar. En eso consiste el éxito”, reafirma. Se considera una obrera del espíritu: “Mi misión en la vida es componer y cantar canciones para mí y para la gente. Me gusta estar feliz con lo que hago porque si lo estoy puedo también ayudar a la gente a buscar su felicidad”.

Manolo había quedado muy atrás en su memoria y en el aparato que registraba su voz.   Fue en ese mismísimo instante que recordó, casi sin querer, el día que el gallego la vio cantar de grande. Ella le dijo: “Viste que seguí”. Y soltó una sonrisa pícara, seguramente la que le mostró a él y la que traía consigo desde pequeña, aquellos veranos en Piriápolis, mientras miraba cómo el sol se iba escondiendo detrás de los edificios céntricos detrás del ventanal, esa tarde de julio de 2011, inusualmente calurosa .


En la 37a. edición de la Feria Internacional del Libro, en la Intendencia de
Montevideo. Octubre, 2014.


lunes, 30 de marzo de 2015

Ellas

En el Mes de la Mujer

Artistas de la música uruguaya.
Voces femeninas IX

Lea Ben Sasson

En Homenaje al Sabalero a 40 años de “A mi gente”. Auditorio del Sodre. 18 de febrero, 2015.


Ana Prada

En el 4to. Festival de la Tierra, junto a Liliana Herrero. Parque Jacksonville. 
4 de octubre, 2014.



domingo, 29 de marzo de 2015

Costó pero salió

En la sexta fecha del Torneo Clausura, Nacional derrotó 5 a 3 a Atenas de San Carlos, en el Parque Central.





sábado, 28 de marzo de 2015

Ellas

En el Mes de la Mujer

Artistas de la música uruguaya.
Voces femeninas VIII

Lucía Merico
Argentina, radicada en Maldonado (Uruguay) hace casi 18 años.

En el Centro Cultural Kavlin, Punta del Este (Maldonado), presentando su primer disco solista “Paraíso”. Diciembre, 2012.

viernes, 27 de marzo de 2015

Ellas

En el Mes de la Mujer

Artistas de la música uruguaya.
Voces femeninas VII

Lucía Gatti
Integrante de La Mufa Quintento

Con Leo Masliah. Noche de Museos. Palacio Taranco. 10 de diciembre, 2010.

Soledad Bauzá

Ciclo de Jazz. Museo del Vino. 23 de junio, 2010.

jueves, 26 de marzo de 2015

Ellas

En el Mes de la Mujer

Artistas de la música uruguaya.
Voces femeninas VI


Shyra Panzardo

En Homenaje a Eduardo Darnauchans por su cumpleaños. 
15 de noviembre, 2011.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Otoño

El sol ya no pica tanto. Si uno lo mira, en lo aparente del cielo infinito, a través de los lentes, hasta se le puede hacer frente. Los calores intensos viajan a otro hemisferio, las tardecitas y las mañanas se vuelven frescas. Apenas frescas. Alcanza con un abrigo liviano para no dejar erizar la piel. Pero nada de andar hinchados como en invierno pareciéndonos rechonchos de tantas vestiduras y bufandas y guantes y gorros que dejan casi visibles los ojos. No, el otoño es otra cosa. En otoño las noches les roban horas a los días. Entonces el astro rey calienta lo suficiente y al andar, aquella sensación asfixiante de poco aire nos da respiro. Todo parece más sencillo. La naturaleza adopta matices cálidos y tonalidades cromáticas: los verdes se hacen amarillos, los amarillos ocres, los ocres naranjos suaves e intensos que se vuelven rojizos (como si fuera un juego). Pero los naranjos priman por tantas hojas que caducan. Caducan. Como tantas cosas en la vida. Pero el otoño, al decir de Mario, no tiene “ni turbas ni dramáticas visiones”. “Digamos que en la paz está la clave del ocio saludable y compartido porque el otoño es eso: vida suave”*. ¿Será por eso que me gusta tanto?

Lago del Parque Rodó. Abril, 2011.

*Mario Benedetti. De Testigo de uno mismo, su último libro.

martes, 24 de marzo de 2015

De todos y para todos

Hoy se inauguró el Parque de la Amistad en Villa Dolores. El primer espacio público puramente inclusivo. Una idea de Ana Olivera tras visitar un parque con el mismo nombre en Israel, destacado por sus juegos para niños con distintas discapacidades. Y (de paso cañazo) el Centro de Fotografía aprovechó a estrenar allí su cuarta Fotogalería ofreciendo una diversidad de miradas sobre la vida en sociedad, las diferentes perspectivas de las vivencias urbanas. Para que nadie quede afuera.










lunes, 23 de marzo de 2015

Ellas

En el Mes de la Mujer

Artistas de la música uruguaya.
Voces femeninas V

Mónica Navarro

En Homenaje al Sabalero por los 40 años de “A mi gente”. Auditorio del Sodre. 18 de febrero, 2015.

domingo, 22 de marzo de 2015

Milonga (in) adecuada

Lucía y Florencia esperaban por el espectáculo de Liliana Herrero y Ana Prada en la Sala Zitarrosa, el domingo pasado. Para matar el tiempo  cruzaron a la plaza del Entrevero. Se contagiaron de ver tantas parejas bailar. Y salieron a intercambiar unos pasos. Pero les cortaron el bambo. “Acá no queremos ni tortas ni maricones”, les dijeron, y las expulsaron. Hoy, una semana después, decenas y decenas de personas tanguearon en repudio de aquel acto de discriminación. “El dueño del circo debe estar re contento”, soltó una señora entre risas, tango va, tango viene y milonguitas. 

















El chorro de cada día

En el Día Mundial del Agua


"Agua que cae de tus ojos 
maestros del insomnio 
y de las tristes vías. 
Agua que inunda tu boca 
hablaste mal de recuerdos 
de las noches mías. 

Agua que plancha tu pelo 
el mejor encordado 
que toqué con mis manos. 
Agua que inunda mi espejo 
llenando de borrones 
mi cara llorando. 



Agua roja que me brota 
de las venas rotas 
sangre que me falta. 
Agua que se vuelve blanca 
agua que te desnuda 
todas las mañanas. 

Agua que bebe un arroyo 
temprano de pájaros 
y lavanderas. 
Agua de las escupidas 
agua de los sudores 
y de las letrinas. 

Agua que saca de quicio 
la valiente paciencia 
de todos mis hermanos. 
Agua que planchar tu pelo 
el mejor encordado 
que tocó mi mano”.

Fernando Cabrera

sábado, 21 de marzo de 2015

Ellas

En el Mes de la Mujer

Artistas de la música uruguaya. Aunque hoy, una gran argentina.
Voces femeninas IV

Liliana Herrero


En el 4to. Festival de la Tierra. Parque Jacksonville. 4 de octubre, 2014.

*Entrada relacionada: “Ésa voz, ese canto”.

viernes, 20 de marzo de 2015

Delicias de Mujer

Historia de vida III

Dorita. Dorita Cabrera. 67 años. Trabajadora del medio rural. Nació en Punta Espinillo. Y ahí se quedó. Para siempre. Su padre fue el culpable de que a ella le gustara el campo.
Su propiedad: Una quinta de tres hectáreas. Allí cosechaba todo tipo de verduras. Aun cuando en la zona no había ni luz ni agua. Debía ir a buscarla a un tanque de 200 litros de un vecino. Empezó plantando alcauciles con su marido (ahora fallecido). Hoy tiene sólo alfalfa. Para que no se le destruya el suelo de la quinta, dice.
Ser trabajadora del medio rural no fue fácil. Era la empleada doméstica sin goce de sueldo. Cuando precisaba dinero no le quedaba otra que pedirle a su marido. Él se dedicaba sólo a la quinta. Ella a la quinta y a los quehaceres domésticos. Su hijo, el grande, la ayudaba a cocinar, mientras el chico y su marido esperaban la comida en la mesa. La vida le enseñó a manejarse sola. “Hoy si tenés trabajo y sabés administrarte, lo de casarte es relativo”, suelta moviendo un hombro con aires de mujer autónoma. En lo económico, actualmente no depende de nadie. Eso la hace feliz. 

El papel de la mujer ha cambiado mucho en la sociedad actual, especialmente a la hora de tener ciertas libertades y reconocimientos, dice Dorita. Y le encanta. Pero reniega. Es que en el mercado laboral hay muchos derechos por resolver. La mujer sigue ganando menos que el hombre, siendo aun más responsable. En cargos de autoridad los hombres le temen a la mujer porque es muy capaz. Incluso administra mejor el dinero, asegura. Pero la mujer no es “recompensada”. Para obtener los mismos derechos, mucha agua debe pasar por debajo del puente. Y en algunos ámbitos, las mujeres se la bancan porque no se animan a reclamar. Dorita no está sola. Nancy, Eli, Thelma, Carmen, Julia y Blanca son sus compinches de Punta Espinillo y dueñas de campos de entre cinco y siete hectáreas.

Un salón hecho por los vecinos, antes biblioteca, les sirvió para juntarse, pero sólo los viernes a la tarde.  Y sí, las tareas de la casa y el campo apenas les dejaban un tiempo para sentarse a tomar unos mates. Corría 1995. La excusa: Recrearse. Entonces dieron a luz tapices, vestimentas en croché, telas pintadas. Hasta hicieron dactilografía cuando las teclas eran duras. Le entra una nostalgia que le hace brillar los ojos. Llegaron a ser 30. Era el día de ellas y para ellas. Por eso lo ansiaban tanto durante la semana. Y fue casi incontable lo que aprendieron.  Dorita, hasta le sacó jugo a unos cursos de repostería. Hizo clientes en pila. Recuerda a las mellizas quinceañeras. Les hace la torta de cumpleaños desde que tienen dos años. Mientras tanto, un emprendimiento giraba en las neuronas de aquellas siete mujeres, de entre 50 y 70 años. En aquel entonces, un sueño.

Ahora en el salón, que no lo usan tanto como antes, tienen una cocina y un frízer. Y sí, son de esas que nunca bajan los brazos y ven el sueño cumplido: “Delicias Criollas”, la cooperativa, reconocida por distintas instituciones, que crearon para poder vender en la mesa criolla del Labortaorio Tecnológico del Uruguay (LATU) y conforman con otros grupos de mujeres rurales que se abastecen de sus propios productos.
Producen abundante. Mermeladas y licores para todos los gustos. Encurtidores (productos al escabeche) y frutas en almíbar. Con las mismas que cosechan en sus quintas. Cada una tiene su especialización. Lo de Dorita es la jalea de membrillo. Fabrica cerca de 150 frascos por año. Tienen buena venta, aunque ella dice que no es mucho, pero le ayuda.
Por tanta producción es que se agremiaron a la Asociación de Mujeres Rurales de Uruguay (AMRU), una corporación sin fines de lucro. Así obtuvieron un stand en la Rural del Prado y la Expo Prado.

Para estas siete mujeres no fue nada sencillo. En los inicios, en Punta Espinillo no había agua de OSE. Conseguir las habilitaciones para obtener el certificado de bromatología era casi imposible. En 2005 la Intendencia de Montevideo les ofreció el Mercado Municipal de Santiago Vázquez (en Guazunambí 280). Ésa fue su nueva planta de elaboración. Días enteros de elaboraciones. Se turnaban para que alguna fuera a buscar comida. Hasta ese momento [2012] la producción mayor que “Delicias Criollas” tuvo fue en 2010: 4500 frascos de mermeladas de durazno y 5600 mermelada de higo.
La cooperativa tiene varios rubros, entre ellos las ventas a grandes cadenas de supermercados que producen todos los grupos de mujeres de todo el país que la integran. A ellas, esa vez, les tocó hacer 800 budín inglés. Una tremenda experiencia. Lo hicieron en una semana. Resultó más fácil de lo que pensaban. Y por si fuera poco descubrieron la capacidad que tenían de producir en cantidad. Con la receta mágica: Elaborar más rápido y mejor. Y saber resolver inconvenientes cuando se presentan así, de la nada. Como una vez que llegaron a la planta y no tenían agua. Otra vez acarrear con baldes como en los viejos tiempos, recuerda Dorita apretando los labios como si aún sintiera el peso de aquella carga. Ella valora mucho su grupo de compañeras. Es que otros han quedado en ámbitos familiares por no saber convivir y compartir el trabajo en equipo. Ellas se toleran. Hablan de todo, en el momento justo.

Carmen, la más joven del grupo, además de elaborar se encarga de la venta. Recorre distintos lugares y las demás le pagan un porcentaje de los productos que cada una elabora.  En 2002 ganaron un premio en el LATU con la mermelada de pitanga y canela y, en 2010 otro por la elaboración de alcauciles en escabeche.
A Dorita le costó mucho esfuerzo tal emprendimiento. Pero está orgullosa de su vida y tuvo su recompensa. Como decía el maestro Tabárez: “El camino es la recompensa”.  Tuvo dos hijos, una casa que ella misma diseñó y la quinta. Sus gestos y la voz suave y dulce son de pura satisfacción. Parece que no tuviera más nada que pedirle a la vida. “Mi vida no la cambio por nada”, garantiza con una fortaleza espiritual que resalta a simple vista. Y sí. Son delicias de Mujer.


Dorita en la planta de elaboración, ex Mercado Municipal de Santiago Vázquez, 
en la calle Guazunambí. Marzo, 2012.

Dorita en la planta de elaboración, ex Mercado Municipal de Santiago Vázquez,
 en la calle Guazunambí. Marzo, 2012.

* Nota y entrevista que realicé en marzo de 2012 para el Municipio A.


El número de teléfono de Dorita lo perdí. No sé qué tanto habrá cambiado su vida. No creo que mucho. Pero su testimonio me resulta muy valioso. 

jueves, 19 de marzo de 2015

Ellas

En el Mes de la Mujer

Artistas de la música uruguaya.
Voces femeninas III

Samantha Navarro

En plaza de Pinar Norte. Febrero, 2014.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Ellas

En el Mes de la Mujer

Artistas de la música uruguaya.
Voces femeninas II


Rossana Taddei

En Homenaje a Eduardo Darnauchans. 15 de noviembre, 2011.