sábado, 31 de octubre de 2015

Sor Carmelita

Hallowen es una típica fiesta norteamericana. Se la conoce también como la Noche de Brujas. En Uruguay hace años se celebra. Como muchas otras cosas que adoptamos de los yanquis, por la fuerza que adquiere el mercado y el consumo que lleva a muchos niños disfrazarse. Y así recorren calles, boliches y comercios pidiendo caramelos. E intentando asustar a la gente con las máscaras de esos monstruos que andan en la vuelta. Pero las raíces de Hallowen también están vinculadas a la la festividad de origen celta conocida como Samhain y la celebración cristiana del Día de Todos los Santos. Así que esta monjita no estuvo tan mal en elegir ese disfraz.

Boliche de La Floresta en Canelones, hoy. 

jueves, 29 de octubre de 2015

“Combate a la tristeza”

Así tituló Apegé su columna de hoy*. O sea, la alegría. Y cita a Gilles Deleuze que, “tomando a Baruch Spinoza, lo dijo hace años en la letra J de su abecedario audiovisual, que justamente no refiere a jodido sino a alegría (joie, en francés)… Spinoza, propone la alegría como un modelo de resistencia y de vida. ¿Qué es la alegría? Todo aquello que consiste en colmar una potencia, dice Deleuze. Y pone un ejemplo mínimo, casi desechable para los grandes emprendedores: ‘Conquisto un poco de color, entro un poco en el color’. Y festeja esa conquista”.


Hace poco más de dos años, entrevisté a Pildorita,** un artista callejero que vive de hacer reír a la gente en los ómnibus. Al menos lo intenta. A veces le sale, a veces no. En ese entonces, en un 180 a Ciudad Vieja, Lilián me decía –mientras Pildorita tiraba un chiste tras otro– que admiraba a estos artistas que les da el rostro para hacer lo que hacen, ganarse la vida dignamente, haciendo reír.  “Lo que pasa que la gente no los sabe valorar”, se indignaba Lilián. Esos artistas –músicos, payasos, animadores– que se valen de la alegría como un modelo de resistencia frente a esa cotidiana labor de canjear una risa o un acorde a cambio de una moneda. Y poner un toque de color a la vida. Todo uan conquista para nosotros, los uruguayos, que dos por tres nos tildan de grises.


miércoles, 28 de octubre de 2015

Palabras vivas

“Has escrito poemas para todos. Para la reflexión profunda y la canción de trámite (…) Bienvenido el premio. Te corresponde por derecho propio, que al fin y al cabo, es el derecho que te dio el prójimo por el que sigues desviviéndote”. Así le trasmitió Washington Bocha Benavidez, a través de una carta, a Circe Maia, su emoción por haber sido la elegida para recibir el Gran Premio Nacional a la Labor Intelectual. Una distinción que se otorga cada tres años a personalidades destacadas en el ámbito de la cultura. 

Circe Maia es reconocida con el Gran Premio Nacional a la Labor Intelectual, hoy en el Palacio Taranco.

La poesía es un modo de pensamiento, es percibir, es recordar, es imaginar, dice Circe. “De pronto sentimos que una imagen adquiere una intensidad poética”. La poesía “es una necesidad vital para todos”. “No viviríamos realmente sin ella porque desde muy chicos estamos rodeados de poesía por todos lados, sin darnos mucho cuenta”.  

Circe Maia es reconocida con el Gran Premio Nacional a la Labor Intelectual, hoy en el Palacio Taranco.

“Empezar
por acontecimientos
mínimos.

Como quien empieza
una canción
con solo
un par de notas.

Pero arrastrando
otras.
Imperceptiblemente”.

Circe Maia
De "Dualidades"

lunes, 26 de octubre de 2015

Más allá del tiempo

Ese rostro. Aquel otro. Miradas que se detienen y viajan en el tiempo. Y vuelven a ese instante en que los ojos, cómplices de tantos recuerdos, se cruzan nuevamente. Cuesta. No es fácil.  Pasaron 40 años. Las voces gritan. La algarabía es tremenda. Las lágrimas corren por cientos de mejillas. Las risas inflan los cachetes. Los abrazos se funden. Son largos, fuertes, intensos. Caricias que llegan. Besos que van y vienen, manos que se palpan, se aprietan. Se descubren. Un reencuentro tan esperado como soñado. La sorpresa es mayor cuando Laura, Adriana, Ana Luisa, La Chela, Belela, Lilián, Elizabeth, La Cachorra, Graciela, Teresita, Alba, Susana, Lila y otras cientas, conocen a las personitas que en aquel entonces aguardaban en la panza de alguna compañera –la de la presa que compartía la misma celda, la del al lado, la de más allá o la de la que salió antes– y cuando se percatan que aquel niño o aquella niña, de túnica y moña, son ahora unos señores. Hombres y mujeres con la misma ideología y la idéntica convicción de que aquel combate no fue en vano. Las nuevas generaciones que luchan en este gobierno y lucharán en el próximo y todos los que vengan, para que se haga justicia y la verdad venza a todos los hipócritas hijos de puta que se empecinan en ocultar los hechos, esconder las acciones pachequistas y dejar atrás aquel pasado oscuro. Como si no fuera necesario reconstruir el futuro. Como si tampoco lo fuera aportar a la Historia.  Cómo hacerlo sin la memoria. Esas memorias.

Y entre tanto algunas comentan la inexistencia de una lista oficial con los nombres de las ex presas políticas que estuvieron allí, en la ex cárcel militar de reclusión femenina N°1, y la nula referencia a la misma. Como si las miles de torturas y violaciones que los militares ejercieron se borraran del planeta. Otras se agrupan y entonan aquellos cánticos que desafiaban a los milicos detrás de las rejas: “…Cantando lejos me consolaré, cantando me iré, silbando me iré y andando lejos me consolaré…”. Sí. Es imposible que la piel no se ponga de gallina. La de ellas, la de familiares, la de las autoridades presentes, la de cualquiera. Ojos que brillan, lágrimas que no paran de correr por las mejillas.

Así fue que las emociones inundaron la avenida Blvar. Artigas a la altura de Atanasio Sierra, en la mañana casi gris del sábado, y el frente de la seccional 3ª. de Paso de los Toros, construida como cárcel para alojar a presos “comunes”. El mismísimo lugar que trajo cuánto recuerdo de aquel año de prisión, en algún caso. En otros poco más de uno, dos, tres, cinco. Hasta catorce. Desde 1972 a 1985, 157 mujeres fueron “sometidas a tortura, tratos crueles, inhumanos y degradantes, resistiendo a las imposiciones de la dictadura” cívico militar que golpeó duro nuestro país. Así lo plasma el texto de la placa de bronce escrito por las propias presas. Y el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) nada tuvo para objetar al respecto. Más bien se enorgulleció, valoró el diputado del Frente Amplio e integrante de la comisión de Derechos Humanos de Tacuarembó, Gustavo Guerrero.

La cárcel de Paso de los Toros se convierte así en el primer lugar de reclusión (donde se ejerció la tortura física y psicológica) que el Estado reconoce, dando cumplimiento a la ley 18.596 de Reparación Integral de victimas. Mucho queda por hacer, admitió el diputado. Por ejemplo, reproducir esta experiencia de reconocimiento en otros lugares del departamento, símbolos de resistencia, donde también se torturó a “mansalva” como el Regimiento N°5 de Tacuarembó, donde paradójicamente hoy funciona el Departamento de Cultura de la Intendencia, mencionó. Las ironías de la vida. Las solicitudes al MEC están. Pero este es un “sueño cumplido” para estas mujeres que saben de luchas incansables, y claman “No más terrorismo de estado” en la última frase de la placa, en cada acto y en cada oportunidad que se les presenta. ¡No más terrorismo de estado! Esas mujeres que supieron de rebeldía, de humillaciones, de resistencia. De tener una identidad falsa: un simple número sin nombre ni apellido. Sólo un número. Esas mujeres “fuertes, frágiles, hermanas de dolor y ternura, todo en un solo cuerpo”. Combatientes que “vieron morir compañeras, porque sí, porque [los milicos] las dejaban morir”. Así lo expresó Lilián Díaz tan fuerte como pudo, en nombre de todas sus compañeras, antes de mostrar la placa colocada en la pared a la derecha de la entrada de la seccional, cubierta por la bandera uruguaya y después de entonar las estrofas del Himno Nacional. Un merecido homenaje a ellas y a las ex presas políticas que ya no están (recordadas siempre), que culminó con la visita a la cárcel. Un intenso viaje a través del tiempo.

Ex presas políticas se encuentran en Paso de los Toros, antes del acto protocolar. 

Comienzo del acto protocolar: Himno Nacional. 

Luego de descubrir la placa de reconocimiento en la cárcel donde las ex presas políticas fueron torturadas.

En el patio de la cárcel esperando para entrar a visitar el edificio. 



viernes, 23 de octubre de 2015

Risotada

En la vida son muy pocas las personas que nos acompañan siempre, que nos bancan todo. Las risas, los caprichos, las malas ondas, los méritos, las humores de perros, los buenos días… que están en las buenas y en las malas, para aconsejar y hasta consolar. Que dan todo de sí sin pedir nada a cambio, sin reproches, sin egoísmo. Que desean lo mejor para uno, de corazón, sin envidia, e incluso que son felices viendo feliz a uno. Son más que el oro puro Esas personas no alcanzan a los dedos de una mano. Son pocas, muy pocas. A veces ni siquiera las llegamos a encontrar a lo largo de nuestra vida. Yo tuve la suerte de tenerla a ella. La más linda, la más hermosa. 

Rambla de Montevideo, ayer.


jueves, 22 de octubre de 2015

En ruinas

Las paredes rajadas son miles. Los ladrillos hechos pedazos otros tantos. Son cientos los edificios y casas abandonadas en el barrio histórico de Montevideo. 339 solamente en los municipios B y C, según un relevamiento de la Facultad de Arquitectura el año pasado.  Dicen que una de las prioridades de este gobierno departamental es recuperar esas fincas en ruinas que sólo sirven de aguantadero a los pastabaseros y a quienes no tienen techo, sobre todo cuando llueve, y para afear la ciudad. No sólo para los turistas, sino (y especialmente) para quienes en lo cotidiano nos topamos con esa realidad. 

25 de Mayo entre Guaraní y Maciel, Ciudad Vieja. Setiembre, 2015.
**Entradda  relacionada:
http://www.virginiatestigo.blogspot.com.uy/2015_05_01_archive.html


martes, 20 de octubre de 2015

Balada de un bandoneón

Historias simples
Parte II

Martín sonríe con tristeza. Caya. Se escucha el silencio. Y retoma: “Ésa es otra historia que un día te voy a contar”. Se resiste a hablar del Doble A alemán de segunda mano que le regaló la abuela Ángela lavando ropa en la estancia. Eso Adolfo, su padre, siempre se lo repetía, siempre. Y cada vez que lo nombra le resuena, como los tacos de Raquel en las baldosas del 304, modesto, meticulosamente ordenado y hecho a pulmón.
Va y viene. Se envuelve en una bufanda negra fina con flecos y se acomoda los cabellos cortos. Está por salir cuando en Jacinto Vera el sol se esconde detrás de los edificios  dejando entrar la noche. El barrio cambió mucho, me habían dicho mientras me enseñaban el apartamento y la terminal de Cutcsa desde la ventana del estudio, después de un apretado abrazo. Con la inauguración del Nuevo Centro todo “está más a mano”. Ahora pagar las cuentas, comprar la comida, ir al cine y hasta pasear cuando llueve, para ellos es sólo un paso: media cuadra y el cruce de la ancha avenida –ésa que se emperró en dar honores al caudillo Herrera– casi a la altura de los Cuernos de Batlle.

– Yo aprendí bandoneón a los 8 años–dice Martín. Pero no tenía uno propio. Y se interrumpe tras los pasos de la rubia,  para él “Negra” o “Raca”.
– ¡Negra!, ¿Precisas algo? ¿Precisas plata?
– No, no–responde con aires de mujer independiente, voz firme y potente.
– Por si no te veo–me da un beso. Ponete cómoda. Sentite como en tu casa y vení cuando gustes. Me agradece no sé qué y se apura. La modista la espera.
– A los poquitos meses que empecé a aprender ya tenía mi bandoneón–sigue Martín.
– El Doble A que te regaló la abuela lavando ropa en la estancia– insisto.
– Godoy, un vecino, me dijo que fuera a la casa a ver un bandoneón. Yo llevaba el doble A a todos lados–empezó con el cuento. “Estaba cero kilómetro y me lo regaló. Yo no quería pero tanto insistió… Como empecé a usar ése, el Doble A lo dejé en su casa y Godoy lo mando a afinar sin avisarme. Al tiempo nos juntamos a comer un asado y me dijo que  fuera a buscar el bandoneón, que estaba pago. Y vos sabes que me vino una cosa”. Se lleva la mano al pecho y se muerde los labios. “Qué voy a ir a buscarlo si habían pasado dos años”. Pero “no lo deje porque tenía este”, se excusa con un dolor como el que una madre siente al perder a su hijo. “Lo de Godoy estuvo mal, pero lo mío fue un desastre. Sentí que había perdido parte de mi vida”. Las palabras de Adolfo seguían resonando en su cabeza, aun en ese abrir y cerrar de ojos en que hizo sonar el fuelle como para desquitar tanta bronca e impotencia de aquel descuido, con un tango que no distinguí pero que bien podría ser Tristezas de un Doble A, si no fuera porque a Martín le resultan difíciles los acordes de Piazzolla.

Un tango de los que tocaba en las quermeses en Cerro Chato, Guichón y otros pueblos cuando los hombres bailaban con los paisanos. A las quermeses iba con la madre.  Por eso el padre lo aceptaba. Su madre, que en agosto cumplió 105 años, siempre lo apoyó con la música. Aunque nunca supo que la fama con el Doble A la adquirió en un cabaret sanducero con el Cuarteto de la Armonía. Y menos que menos Adolfo.
– Y cómo fuiste desarrollando tu oficio de mecánico tornero entre medio de la música.
– La carrera la eligió mi viejo. Después, cuando empecé a estudiar me gustó, pero tu padre te marcaba el paso. Y donde dijera que no, te daba un cachetazo que te daba vuelta la cara.
Cuando sonaba el timbre de salida de la Escuela Industrial Martín, con 13 años, se iba a un taller a mirar y aprender. Así lo ordenaba Adolfo. Lo ponían a barrer mientras robaba el oficio, y de la cantora salía la voz de El Mago. “Un día entró un paisano flaco y alto, de bombacha y botas. Me llevó a trabajar con él como tornero”, narra ahora a lo lejos. Vuelve de la cocina con una botella verde y otra marrón cuando la puerta del apartamento se abre.
 “¡Volví!”, pega el grito la rubia que lo banca hace 42 años. La que le dio dos hijos y miles de empujones para afinar el bandoneón cuando se jubiló a los 60, después de dejarlo juntar polvo durante 13 años por producir esas botellas para la brasilera Brahma en la Fábrica de Vidrio del Cerrito de la Victoria, y ajustar tuercas y tornillos y rulemanes y casquillos de bronces. Tenía 25 años cuando empezó, en el ’70. El mismo año que se mudó a Montevideo. Toda una vida, piensa en voz alta.

***
“¡Un aplauso! ¡Un aplauso para Martín que siempre nos alegra con la música!”, aplaudía en cada reunión, cumpleaños o aniversario su suegra. Lo agarrábamos para el chiveo, suelta Raca, que aparece con termo y mate debajo del brazo y un bizcochuelo esponjoso de vainilla que hicieron sus propias manos. “Le pedíamos una ranchera, un tango. Hasta la Lambada”. Martín tocaba lo que viniera.
En 2009, le sacó chispas al bandoneón frente a miles de personas en el Teatro Solís invitado por Clowns sin Fronteras, la ONG francesa que lleva sus espectáculos por el mundo donde hay pobreza, exclusión y hasta guerras. Pascal Wyrobnik, pilar del clown, es el yerno de Martín. Hace unos años, -la memoria de Martín es muy mala- fue con ellos también al Le Grand Rex de Francia. Allí toco La Cumparsita delante de casi 28.000 personas. Y en la sala Zitarrosa Martin Tejera del Cuarteto Ricacosa lo presentó como “uno de los mejores fuelles de Montevideo”. A Martín esos recuerdos le hacen poner la piel de gallina. Y a Raca le brota el orgullo por los poros mientras busca en la computadora la grabación con el cuarteto. La quiere revivir.
Pero “te voy a decir una cosa”, aclara con el índice y el pulgar derechos formando un circulo que baja y sube en el aire, y muy seria: “Cuando lo conocí a Martín, el tango no existía para mí. Lo odiaba y ni siquiera había visto un bandoneón de cerca”.  Escuchar a Troilo para Raca era una tortura, dice cuando el círculo desaparece y su mano izquierda se apoya en la frente, los ojos se le cierran y la frente se le arruga. Ahora la rubia asegura que sabe más ella de tango que el propio Martín. Los reconoce a todos y quién los toca. A los pocos años que lo conocí –sigue Raca con su historia– dije que no era hombre para mí. Me superaba que fuera posesivo, dominante, celoso. Pero es buena persona, es todo lo contario a lo que soy yo. Nos complementamos, dice la mujer que también fue una obrera de fábrica. La de alpargatas, ubicada frente al –ahora moderno y casi shopping– Mercado Agrícola. Martín y Raca llevan 42 años juntos. Como toda pareja, tuvieron momentos malos y buenos. Pero ella asegura que si la relación se pone en una balanza, todo está equilibrado.
– Mira que yo tampoco soy perfecta– me guiña un ojo y me convida con otro amargo. Ya no hay vuelta, vamos a envejecer juntos– le dice, ahora, a Martín.
– Ah sí, ahora aguántame– retruca él.
La rubia le da mano, él le toca la rodilla, con la otra sostiene su alma: el bandoneón. Y ríen juntos como tantas cosas que vienen haciendo desde el 73’, con el tango siempre en las venas.

Martín Luna, en su apartamento de Jacinto Vera. Junio, 2015.

 Entrada relacionada:
**Balada de un bandoneón, primera parte:

domingo, 18 de octubre de 2015

La verdiblanco

Hoy, en el Estadio Parque Osvaldo Roberto donde Racing derrotó a  Liverpool 3 a 1, por la novena fecha del Torneo Apertura.

Hinchas de Racing antes de comenzar el partido. Cancha de Racing. Sayago, Montevideo.  

Hinchas de Racing en el entre tiempo. Cancha de Racing. Sayago, Montevideo.  

viernes, 16 de octubre de 2015

Ritmos soñadores


Libertad estaba triste. Sus ojos lo delataban. Ese día, alcanzó a hablar con su hija. Le dijo que la iría a visitar, pero nunca llegó. No es la primera vez que pasa. Pero bueno, hay que seguir, dice ella. En el Hogar Schiaffino residen un centenar de adultos mayores que son atendidos por unos 60 funcionarios. El hogar, ubicado en Aires Puros, fue declarado patrimonio nacional por su valor arquitectónico, testigo de la belle époque montevideana. Se inauguró en 1880.
El domingo, Día del Patrimonio, la jornada fue distinta.  La viola de Fabiana Ruocco, el chelo de Juan Pedro Pérez y el violín de Gastón Bentancour, integrantes de la Orquesta Clásica de Montevideo, le pusieron otro ritmo a la mansión que ocupa una manzana. Un par de melodías que según Libertad, te hacen soñar. 


Hogar Schiaffino, el domingo. Día del Patrimonio. Montevideo.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Aguante la celeste


La calle y los comercios no visten de celeste como en el Mundial de Sudáfrica en 2010 o en la Copa América en 2011. Pero ahora en las eliminatorias, la emoción se revive en muchos lados. Y más aún cuando Uruguay sale goleador.  


Ana. Ayer, en restaurante céntrico festejando el tercer gol de Uruguay frente a Colombia.

martes, 13 de octubre de 2015

Las letras que nos llegaron II



El domingo finalizó la 38ª. Feria Internacional del Libro en la Intendencia de Montevideo.
“El mundo habrá acabado de joderse el día
en que los hombres viajen en primera clase
y la literatura en el vagón de carga”.
Gabriel G. Márquez





 

lunes, 12 de octubre de 2015

Haciendo historia

Una pareja baila La Cumparsita en el Día del Patrimonio. Palacio Salvo, Montevideo.
Pensado como un hotel por los hermanos Ángel, José y Lorenzo Salvo, y diseñado por el arquitecto italiano Mario Palanti, el Palacio Salvo se inauguró  el 12 de octubre de 1928. Allí funcionó la “famosa” Confitería La Giralda donde Gerardo Matos Rodríguez presentó La Cumparsita, que el sábado, una pareja bailó delante de quienes optaron por visitar uno de los edificios más emblemáticos de Montevideo en el Día del Patrimonio.


Una señora vista el Palacio Salvo, el sábado. Día del Patrimonio, Montevideo.