jueves, 31 de diciembre de 2015

Y se nos fue otro año

Hoy en Ciudad Vieja: Los almanaques se hicieron pedazos. Uno a uno, los días volaron por varias ventanas; muchos fueron empapados con baldazos de agua fría, bombas y botellas. Y el Mercado del Puerto, para no perder la tradición, se despidió con mucha sidra. 










En 2016, intentaré registrar imágenes elocuentes. Y más historias.
Gracias a quienes, día a día, siguen este sitio.
Salú!!

sábado, 26 de diciembre de 2015

La suerte está echada

El tipo golpea las manos. Nada. Más fuerte. Nada. Atraviesa la chapa que se ve desde varias cuadras y rechina a la vista de cualquier visitante.
–Buen día– avisa de su presencia.
Nada.
–Buen día– pega el grito, ahora.
A lo lejos medio cuerpo de mameluco azul con manchas negras se asoma.
–Buen día– responde ese cuerpo de voz poco entendible, sin abandonar la conversación con la otra voz más ronca del cuerpo que el tipo no ve.
Ojea el taller. No hay más que hacer mientras espera. Dos, tres, cuatro, cinco minas en bolas lo intimidan desde las paredes blancas entre días y meses que fueron historia. En la de enfrente al portón y de perfil, Chaplin y un niño señalan un Chevrolet del 50 que espera ser atendido y se destaca entre pinzas y tuercas y rulemanes y motores colgados de un guinche por ese verde agua chillón como el portón. Otras máquinas, de los 90 y más modernas, esperan por sus dueños.
La primera quincena de diciembre llegó a su fin. El taller está hasta las manos. El balneario hippie, de dunas, buena pesca, callecitas apenas alumbradas y ranchos sin electricidad y agua de pozo –de puro encanto  para los gringos– lo hace muy tímidamente.
Las voces ríen y prometen seguir haciéndolo.
El tipo, que asusta a primera vista por su tamaño, mira su casio de agujas heredado de su viejo. Pasaron ya más de diez minutos. Nada. Revolea los ojos. Las chicas top siguen mirándolo directamente. Otros diez. Nada. Camina de un lado a otro, cabeza gacha. Las voces vuelven a reír y, por fin, se acercan. El visitante quiere meter unas palabras pero no hay caso. Los cachetes se le inflan y el aire le sale por la boca. Se iría si no fuera  porque el Tite, un viejo amigo pescador con el que se reencontró allí, le dijo la noche anterior (entre vinos y  corvinas) que era el mejor mecánico. Hay sólo dos. Los dos se llaman Cacho, pero éste, el mellado, sabe más de fierros.

–Bueno– contesta recién el cuerpo que hasta ahí había sido invisible para el tipo.
Por primera vez el hombre de mameluco y medio rengo –se da cuenta después– lo mira a los ojos. Y lo escucha. El grandote procede: el Renault le anda bien, pero dos por tres se encapricha y le da por no arrancar. Hace dos o tres meses le hizo un cambio de bomba cuando en el estacionamiento de un supermercado intentó prenderlo durante más de media hora y no hubo forma, hasta que el flaco del servicio automotor le dio un golpe seco con la mano al tanque de nafta y de una arrancó. Cosa de mandinga, se ríe al recordar aquel momento después de horas de trabajo. Si tuviera que cambiar de nuevo la bomba habría que llamar a la capital, si hubiera esperar la encomienda, abrir, meter pinza, operar. En cuatro días terminan sus vacaciones.  Y otra vez tres palos verdes, se muerde los labios. No seguramente cuatro o cinco para un turista en plena temporada. Le suda la frente con sólo pensar que es una posibilidad. Tampoco tiene guita encima para un gasto como ése. El cajero más cercano está a 15 kilómetros, y si el Renault se emperra y lo deja en el medio de la nada… Su mente es un mar de pensamientos.

–No, no– mueve El Cacho la cabeza entre el chasquido de los dientes. Eso no ha de ser la bomba– asegura con cierta certeza y la dificultad de su tono. Explica, mueve las manos, dibuja un motor en el aire, gesticula. Sus palabras se pierden entre el ruido de las motos que andan en la vuelta. El grandote se acerca, afina el oído, frunce la frente y los ojos se le achican. Sigue las manos como pelota de pin-pong. Cada tanto caza una palabra, una frase entrecortada. Apenas alcanza a comprender que seguro es un falso contacto­. Eso le basta para salir en busca de unos mangos, implorando a Dios que la goma esta vez no lo deje tirado. Rutas del Sol no tiene tanta frecuencia aún y esperarla sería una pérdida de tiempo, en el peor de los casos.
A 110 km por la ruta 10 desierta, el sol de frente y 30 grados encima hilvana el cuento del mellado sobre aquel Ford que también se había empecinado en no arrancar y no le daba con la tecla. Pero el Cacho tiene experiencia. Se nota.  Y si fuera así, entonces quizás no hubiera sido necesario aquel cambio de bomba de hace unos meses. Es que a uno que no entiende nada de fierros, te re cagan y ni cuenta te das, le había dicho al Tite. Esta vez saldrá todo bien, se dice en voz alta.
Mientras el auto pasa la tarde en el taller el tipo se hace una siesta, así no piensa. A la 17.00, la hora señalada, vuelve medio resignado.
–Efectivamente era un falso contacto– le dice Cacho. Y algo más que el grandote no entiende, pero ya no importa. Sonríe y suspira.
– ¿Cuánto le debo?
–No, no es nada amigo. Vaya tranquilo.                


El Cacho. Barra de Valizas, Rocha. Diciembre, 2015.

        

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Se cerró el círculo

Empezó la temporada. Y el tan polémico puente sobre la Laguna Garzón que une los departamentos de Maldonado y Rocha se inauguró, finalmente, ayer. Aunque desde el mes pasado, en la obra del arquitecto Rafael Vignoly se permitía la circulación a pie de los visitantes. El paisaje es diferente, y las balsas se despidieron.

Puente Garzón. Noviembre, 2015.
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martes, 22 de diciembre de 2015

No fue puro verso

La divisó, a un par de cuadras, cruzando la gran puerta que da entrada al barrio de más historia. Su paso apurado zarandeaban sus rulos largos y negros. La brisa del viento hacía lo suyo sobre su pollera de lino beige. Sobre el hombro derecho le colgaba una mochila con la máquina que iba a mostrarle. Y un tinto que tomarían meses después, bajo el techo nuevo.
– Perdón por la demora, asintió nerviosa.
– Todo bien – contestó él con una sonrisa. Y la beso en la mejilla.
–  ¿Subimos?
Una anchísima escalera de mármol, hacia ambos lados, los invitaba al restaurante-café, rodeado de fotografías en blanco y negro, discos y libros por doquier, y un ventanal. Allí se sentaron.
–Nunca tuve una cita, confesó ella tímidamente, mientras se enamoraba, sin saberlo.
– ¿Enserio? Bueno, siempre hay una primera vez, soltó él mirándola a los ojos.

Y así pasó la noche, entre copas y tangos, entre piazzollas y troilos que La Mufa interpretaba, y más vino. Él lo sospechó. Ella ni se imaginaba que aquella cita iba a serla única. El resto se transformarían en verdaderos encuentros, en su propia historia. La de siempre.

La Mufa. Abril, 2015.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Migrante

Son miles las personas que deambulan por el mundo en busca de una vida mejor. Muchos escapan de las guerras, otros de las crisis financieras. Para millones de personas, incluso, la migración es la única esperanza –dice dice la Organización Internacional para las Migraciones rememorando el Día del Migrante, festejado el pasado 18 de diciembre– cuando no pierden la vida o desaparecen.
Otros, los menos quizás, migran simplemente porque el amor toca a sus puertas. A Olga y Sergio, su bebé, los conocí en enero. La principal avenida se había hecho peatonal y estaba cercada de sillas a ambos lados. Cuando el sol se refugiaba entre edificios, los montevideanos se preparaban para el Desfile de Carnaval. Olga no entendía mucho del acontecimiento, pero sabía que era una fiesta importante, peculiar. Por eso aprovechó la volada, como tantos vendedores ambulantes, a vender sus productos que llevaba en una canastita de mimbre: unos perfumadores, hechos por ella misma, de algodón con aromas a café y canela. Entre que se acostumbraba al idioma, a las costumbres, a la cultura, se las rebuscaba a su manera. En ese entonces, Olga hacía un año y medio que vivía en Uruguay, por ese amor que conoció de estas tierras en alguna parte del globo. Es que la vida es un cruce, un ida y vuelta, me dijo en un español dificultoso pero audaz, mientras que Sergio, por momentos, era pura risa.

Olga y Sergio. Montevideo. Enero, 2015.

sábado, 19 de diciembre de 2015

A la Anita que me parió

“…Nadie dormía soñando tus besos
En eso te me apareces en donde no debía yo estar,
pido hielo, la canción empieza a explotar
Virginia
tres veces la i, mi niña
que frío sin ti
Virginia…
Tu pelo dirige el viento,
se quejan los molinos y el mar
viento, manto
que te sigue por dónde vas…¨

Fernando Cabrera
“Virginia”, del álbum  Río (1995)



Jamás me contó la vieja, o nunca le pregunté, cómo recibió la noticia. Estaba embarazada por tercera vez. De chiripa nomás. Todos querían una niña. La niña. La única. 1979. Si nacía el 29 festejaba con los viejos poco menos de 20 años de casados, aunque podía ser el regalo de Dios de Navidad. La Nona y los tíos eran católicos rabiosos. De ahí mi primer nombre como la Virgen. Pero las contracciones llegaron antes de lo esperado. Mi hermano, el mayor,  estaba por empezar la escuela y sabía rezar más o menos. A su forma le pedía a Dios que le diera una hermanita. Y sus deseos fueron cumplidos. Iba a ser Jimena (como mi prima) o Gimena, pero papá ganó la pulseada.
La “supersónica” me llamó Zabaleta, el médico que me sacó de la panza. Es que a mamá no la dejé llegar a la sala de parto. Quizás por eso soy tan atropellada e inquieta. Y espontánea, dicen. De niña odiaba las muñecas. Tuve uno sola y recién a los 16 años (qué pelotuda). La llamé Betty por mi madrina que Dios se la llevó cuando yo apenas tenía cinco. Esa vez lo odié a Dios. La muñeca era grande y de trapo. Con colitas rubias y un vestido rosado con flores. Sobre su barriga apoyaba un helado que colgaba de su cuello que se lo ponía en la espalda para dormir con ella entre mis brazos en las noches que me costaba conciliar el sueño. Según mis hermanos y mamá, era insoportable. Hacía berrinches por cualquier cosa.  También me apasionaba el fútbol.

–Val-de-rra-ma –me deletreaba mi viejo.
 –¿Valderana? – insistía yo.
–No. Valde- como el balde que mamá usa para lavar la ropa pero con v corta, y rama como la del árbol. Como va en el medio la r suena dos veces, me explicaba papá con toda su paciencia.
–A ver, repetí: “Rr; rr”; “rama”.
No había caso. Pronunciar esa letra era imposible para mí. Me patinaba el frenillo. De más grande supe que se llamaba frenillo. La francesita, me decían muchos con espíritu burlón. Y el vejo, que eso es de machos insistía cuando me veía patear o abrirme de piernas y pararme firme con las dos manos apoyadas en las rodillas. Casi siempre me enchufaban en el arco. Uno, dos, tres, cuatro goles y me la clavaban en el ángulo. Mis hermanos me miraban como Tom a Jerry cuando no podía atraparlo, y me querían agarrar de los pelos. Pero si quería jugar me la tenía que bancar. Lo prefería antes que ponerme tacos y polleritas y pelucas, pintarrajearme y salir reboleando las caderas por un escenario invisible con la mirada fija hacia el centro, primero, y hacia los costados después, hacia un público y un jurado imaginarios. Hacerse las modelos era lo máximo para Vivi, la vecinita de enfrente y Patri, la de al lado, mis amigas.

Y me encantaba el futbolito y el metegol de jugadores cuadrados hechos de cartulina, con fondo violeta si era Defensor o la diagonal negra si era Danubio que se deslizaban en las baldosas bordó del enorme garaje.
Cuando el viejo me mostró quién era Valderrama lloré una noche entera. Y no pateé más la bola. Así me apodaron los muy hijos de mi madre. La que me cepillaba fuerte y me hacía dos colitas –como la muñeca– y trenzas hasta achinarme los ojos para evitar cuanto piojo circulaba en la escuela. Mis rulos, rebeldes, fueron su peor pesadilla. No había crema ni shampoo que domara aquella melena crespa y voluminosa que me asfixiaba la nuca en verano y me hacía pasar frío en invierno. El secador de pelo me dejaba como la Leona de la Metro. Así me dijo mamá siempre. Hasta aquel 13 de octubre de hace cuatro años, que decidí terminar con toda esa farsa.
Mi sueño de ser jugadora profesional de fútbol se desplomó por los prejuicios del viejo,  de la sociedad de los 80 y 90. Y para su fortuna, y desgracia de Vivi y Patri, opté por jugar a las maestras. La mejor forma que encontré para vengarme por tantos desfiles de moda y maquillajes que no me identificaban. Me llamaba René y era mala. Bien mala. En la ficción, claro. El viejo de verdad quería que me dedicara a la gimnasia artística y fuera una Nadia Comaneci. Me gustaba pero no para tanto. Aunque le dediqué años, gané un campeonato y recibí una medalla en atletismo, en una carrera posta, mejor dicho, de posta.

Y los años pasaron y fui adolescente. Estudiar y rendir exámenes era un fastidio. Aunque en tercero soñaba con ser abogada; en sexto, profesora de historia, por aquellos cuentos entretenidos, mates por medio, de Daniel el profesor flaco y joven: de las batallas de Artigas y el Reglamento de Tierras, el alambramiento de campos, el viejo Batlle, los caudillos… Después de volver a cursarla lo entendía todo, pero la docencia no era lo mío. Y en esas buscaba qué coño hacer de  mi vida.

La Kodak de rollo, formato 110, la tuve para registrar el viaje de 15, el de los sueños: Bariloche. Los recuerdos familiares, cumpleaños y las reuniones con amigos debían quedar impresos en el álbum. Los negativos me generaban curiosidad. Cuando vi aparecer mi primera imagen en los químicos del laboratorio, supe que la fotografía era mi pasión. Y en esas ando, emperrada día a día en registrar lo que me toca –sensibilidad mediante–, lo que captan mis ojos, la vida cotidiana, sus momentos, el instante preciso. Ahora, con un año más y el recuerdo de aquellos pelos. 


Feria de Tristán Narvaja. Montevideo, 2010. Foto: Iván Franco.


jueves, 17 de diciembre de 2015

Desolado

“Andarás por algún lado
dándole sentido al aire y a las cosas
justificando la ruta
de los helicópteros y las palomas

Irás como de costumbre
en un delirio de abedules y palmeras
restituyendo a la luna
sus antiguas llanuras su color de estrella.

 (…)
Ruta 10. Km 267. Rocha. Diciembre, 2015.

Amiga de los ciclistas
de los locos de los osos hormigueros
de los mozos de los mares
de los sueños del liquen en los ventisqueros.

sin ti no hay canción posible
ni respira el día sus mejores vientos
y algo con un algo triste
se me posa en los labios y me da el silencio”

(…)

Eduardo Darnauchans
 “Épica”

martes, 15 de diciembre de 2015

Viaje al Solís

A Marisa es difícil darle la edad. Es petisa, tímida. Para escuchar su voz hay que afinar bien el oído y parársele al ladito. No, no, nunca vine a Montevideo, me dijo con una sonrisa de oreja a oreja resaltando cuánta arruga se estampa en su rostro. Y en su manos. Esas que le marcó la vida de campo, de manos que trabajan la tierra. Jamás puso un pie en Montevideo. De la inmensidad del mar sabe poco. Le alcanzan los dedos de una mano para contar las veces que lo tuvo frente a sus ojos color café.  
Desde el tren saludaba hacia afuera, a los pobladores de la Villa 25 de Mayo (Florida) que desde la estación alzaban la palma deseando un buen viaje, un día feliz. Marisa parecía nerviosa, ansiosa. Sí, ansiosa. Cuando llegó al Solís apretaba los labios como si todo aquello –las butacas y el tapizado, las arañas del techo, el piso como un tablero de ajedrez, las puertas, las columnas, las escaleras brillosas, los palcos y hasta el flamante uniforme de los funcionarios– fuera un sueño. Y como ella, otros tantos: Niños, niñas, jóvenes, veteranos, no tan veteranos y ancianos. 700 personas viajaron a Montevideo, el 7 de noviembre, a conocer el principal escenario artístico de la capital, testigo de miles de espectáculos musicales y obras teatrales.
Muchos, como Marisa, lo hacían por primera vez. Otros años lo visitaron 9.500 personas de otras 124 localidades, del interior profundo, como parte del proyecto Un pueblo al Solís que se desarrolla desde el 2010 y se ha consolidado como una de las principales acciones de democratización, accesibilidad y disfrute de la cultura y las artes.

Recorrer las instalaciones del inmenso teatro fue apenas el principio de todo aquel periplo de horas de espera en la estación y del viaje por las vías, con animadores, payasos y música. Después se abrió el telón. El casamiento de Fígaro, representada por la Comedia Nacional, fue lo único que no quedó registrado en los cientos de celulares de los pobladores de 25 de Mayo o Isla Mala, como también le llaman al pueblo. Esa es otra historia.  








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lunes, 14 de diciembre de 2015

Susurros

Punta del Este, Maldonado. Enero, 2012.


El viento sopla
el mar revienta en la orilla, y canta
las gaviotas contradicen,
discrepan entre sí,
palabras van, palabras vienen
En silencio,
me dejo llevar
por esos aires,
por esas voces
que me susurran al oído.
El viento,
el mar.
El mar.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Ellas bailan solas

Bailar, saltar y quedar en el aire. Ése era el sueño de muchas niñas. Desde pequeñitas, desde casi que aprendieron a caminar. También el sueño de ellos: los padres. Muchos. Pero no es así nomás. Son años de entrenamiento, meses, semanas, horas. Muchas horas. Y algunas lo hacen a la perfección. Les sale desde el alma. Y cuando se plantan en el escenario, frente a miles de ojos que las miran, son pura delicadeza. Antes, aun, de llegar al sueño del pibe, la piba: el ballet del Sodre, el de Julio Bocca. Lo máximo.

Bailarinas de la Academia Claudia Barbero, representando la obra Cascanueces, en el Cantegril de Punta del Este, Maldonado. Noviembre, 2015. 

Bailarinas de la Academia Claudia Barbero, representando la obra Cascanueces, en el Cantegril de Punta del Este, Maldonado. Noviembre, 2015.

Bailarinas de la Academia Claudia Barbero, representando 
la obra Cascanuecesen el Cantegril de Punta del Este, 
Maldonado. Noviembre, 2015. 
Bailarinas de la Academia Claudia Barbero, representando la obra Cascanueces, en el Cantegril de Punta del Este, Maldonado. Noviembre, 2015. 

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miércoles, 9 de diciembre de 2015

Democracia viva II

A  30 años de la democracia las cámaras del Parlamento organizaron un evento en las escalinatas del Palacio Legislativo, el lunes  30 de noviembre. Y todo fue una fiesta.





**Entrada relacionada:
http://virginiatestigo.blogspot.com.uy/2015/12/democracia-viva.html

lunes, 7 de diciembre de 2015

En silencio

27 mujeres, un hombre y un niño se manifestaron el jueves,  en la explanada de la Intendencia de Montevideo, por la violencia hacia las mujeres, como todos los primeros jueves de cada mes.



sábado, 5 de diciembre de 2015

Pebeta de mi barrio

“Siempre que puedo vuelvo a recorrer el patio de mi infancia, sigilosa sumando la mañana, despierta los sonidos de la casa, su mejor flor el duraznero…”. Así arranca Brisas, la canción con la que Malena Muyala inauguró el escenario Nancy Bacelo, en la 9ª. edición de la feria Ideas +, el martes, en el Parque Rodó.


viernes, 4 de diciembre de 2015

Con prisa y sin pausa

En el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, la Coordinadora por Accesibilidad e Inclusión organizó por cuarto año consecutivo una marcha por la Av. 18 de Julio, desde la Universidad de la República a la Intendencia de Montevideo, con la consigna “derechos conocidos pero no reconocidos”.







jueves, 3 de diciembre de 2015

Esos cuerpos, y los que ya no están

Sonaron insistentemente. Eran las campanas que Hekatherina llevaba en cada mano, acostada a los pies de la estatua de la Libertad. Un señor que circulaba en una camioneta paró a su lado y le preguntó por qué hacían eso. “Porque nos matan”, contestó ella en seco. Nunca responde. Nunca. Pero ayer, sus palabras salieron nomás, con bronca, con rabia. Y la mirada dura.

Son diez, vestidas de blanco. Y un sonido brillante de campanas que deviene yuxtaposición del imaginario sonoro del golpe, expresan, del cuerpo cayendo. Diez cuerpos que se caen y se levantan, y caen nuevamente y vuelven a levantarse, esta vez, con más fuerza, afirmados para seguir denunciando lo que la democracia capitalista sostiene: la violencia de género ante cada feminicidio. Y las campanas no dejan de sonar. Intensamente.

Performance La caída de las campanas, ayer, en la Plaza Cagancha.

Performance La caída de las campanas, ayer, en la Plaza Cagancha.

Performance La caída de las campanas, ayer, en la Plaza 
Cagancha.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

A la moda

En el marco de la 15ª. edición de Montevideo Integra, se realizó, ayer, en el atrio de la Intendencia de Montevideo, el desfile de modas “Construyendo la estética de la inclusión”, donde recorrieron pasarela muchas jóvenes que son excluidas de los típicos concursos de bellezas. 



martes, 1 de diciembre de 2015

Democracia viva

A 35 años del NO, de la consulta popular que la dictadura cívico-militar convocó para  crear un régimen constitucional que legitimara al gobierno de facto, el Palacio Legislativo estuvo de fiesta en una jornada atípica en la que además de títeres, zumba, tambores y payasos, varios políticos se sentaron a debatir con jóvenes y veteranos, sobre vivienda, salud sexual y reproductiva, seguridad, cannabis, entre otros temas.