domingo, 31 de julio de 2016

de Postales Orientales

“Violines sobre las olas
la luz jugando en ondinas
la luz llenando mi copa
etérea medicina.

Cabo Polonio, Rocha. Diciembre, 2015.

Amigo de peregrinos
con faros en las miradas
de corazones dolidos
Cabo Polonio es posada”.

Vera Sienra

sábado, 30 de julio de 2016

The only black

CCE, Montevideo. Julio, 2016.
En julio se desarrollaron diversas actividades en el marco del Mes de la Afrodesendencia, declarado por el Estado uruguayo, acorde con las políticas elaboradas por Naciones Unidas. En ese sentido se realizaron varias actividades en diversos lugares, casi todas centradas en el tema del racismo y la discriminación hacia los negros, y a las que asisten en su gran mayoría mujeres. Este señor estaba en una de esas actividades, realizada en el Centro Cultural de España, donde participaron unas 20 mujeres y unos pocos hombres que alcanzaban los dedos de una mano para contarlos. Él era el único afro.  

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viernes, 29 de julio de 2016

Sin consuelo

Anteanoche lo escuché. Se me erizó la piel. Ayer iba en un bondi y aquello que había escuchado de su voz, lo leía en el diario –de masoquista nomás–. Se me escapó un lagrimón. Es que Álvaro produce eso. El tipo es triste. Triste por demás. Una tristeza dura, a veces, imposible de llevar. Un dolor que cala hondo, al decir que “es demasiado patético esto de despertar con la tristeza pegada a los párpados, con la garganta acogotada”*. Por eso, a veces, cuando uno empieza leyendo sobre esas crudas realidades que describe con palabras justas y detalladamente y duelen (esos hombres y mujeres, por ejemplo, “que esperan un taxi  que nunca llegará al barrio donde viven, porque no hay tablet ni aplicación bajada que compense la marginación  o el estigma territorial”**) tiene que abandonar la lectura, aunque sea por un rato. Quizás porque cuesta aceptarlas, quizás por esa sensación que produce, también y cada tanto o más bien cada mucho (en mí caso), de sentirse identificado. “Me veo a punto de llorar y no lo hago porque en ese mismo instante ya lo estoy escribiendo, transformando en palabra, trasmutando toda sensación corporal en relato. Entonces no tengo ni una cosa ni la otra, ni vida ni literatura…”*.

 Apegé en Dos audaces y dos perfectos desconocidos, el Ciclo de Lecturas que él mismo coordina en el Café Deshoras, el miércoles.


* Decirlo todo. Pequeñas muertes. Sólo inicios. la diaria, julio 28, 2016.
**Decirlo todo. Jubilados del progresismo. Una vida, 8967,50 pesos. la diaria, julio 16, 2016.

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jueves, 28 de julio de 2016

Un legendario

“El jazz siempre ha estado cambiando, con nuevos experimentos.
Es necesario porque no se trata de una sola cosa”.


Chester Thompson

Chester Thompson, ayer, durante la entrevista con la diaria en el Hotel 
Esplendor de Montevideo. 


Chester Thompson es baterista. Un legendario baterista. Junto al bajista Alphonso Johnson, el guitarrista Federico Ramos y el pianista Gary Fukushima integra la banda Alphonso Johnson Quartet que, en el marco de la gira "A Love Supreme Tour", se presentan, esta noche, en el Teatro Solís en el ciclo de Jazz Tour. 

Entrevista de Marcelo Pereira:

miércoles, 27 de julio de 2016

El sol brillará

Aerosol y pinta que te pinta. Voy caminando hacia el centro y lo veo. Pinta que te pinta. A Luxor le encanta Zitarrosa, le fascina. Lo escucha hace años, años, pero no sabe precisar cuánto.  Es de La Plata, Argentina. Me cuenta que vino a Montevideo a homenajearlo con su arte. Luxor es artista, pinta murales. Está parando en la casa de un amigo pero recibió ayuda de varias instituciones para bancarse el pasaje, la pintura y conseguir esa pared –la de la calle Reconquista casi Juan Carlos Gómez en Ciudad Vieja– que ahora tiene varias flores dibujadas, una con ojos increpantes, me parece a mí, mirando de costado. Entonces pienso en nuestra ciudad gris, en los gris y oscuro de aquellos momentos en que Zitarrosa escribió parte de sus canciones cuando tuvo que abandonar su país y exiliarse en otros, la dictadura… y esa mirada de ese sol me llevan a “Adagio en mi país”: En mi país, que tristeza, la pobreza y el rencor. Dice mi padre que ya llegará desde el fondo del tiempo otro tiempo. Y me dice que el sol brillará sobre un pueblo que él sueña, labrando su verde solar…”.

La obra de Zitarrosa, me dice Luxor, es una invitación a la militancia, a la lucha, a construir, a nacer… Por eso se le ocurrió hacer flores que florecen, pájaros que cantan.  Para Luxor no hay nada de toda la obra de Zitrrosa que tenga desperdicio, pero “Guitarra negra” y “Triunfo agrario” son de las mejores canciones. Le parten la cabeza. Y las estrofas se me vienen encima: “Cómo haré para tomarte en mis adentros, guitarra...”, mientras él me pide que lo aguante, que le cuide las cosas cinco minutos que cruza a La Pasionaria a buscar algo o al baño. O las dos cosas. Y en esa asociación del mural de Luxor con la obra del Fefo, –así le dice Javier, mi hermano que es músico y sus cuerdas saben de memoria el cancionero de Zitarrosa, y fue quien me contagio el gusto por este cantor, cuando yo era una piba de liceo, siempre engominado y entrajetado y esa voz impresionante–me resuena su voz recitando: “En la punta del agua... una flor blanca, luminosa, de quince dólares, se hace chispa, se abulta, se diluye, chorrea entre otras flores más pequeñas, llora, se agita, la catapulta el chorro de agua y sube como bola en el aire...”.

Luxor vuelve, cuando en mi cabeza, ahora, suena “Hoy... dejaré las puertas y las ventanas de mi casa, abiertas, para siempre...”. Me saca de ese trance, me dice, que la manera de Zitarrosa, que cómo  compone, su manera de ver el mundo. Le parte la cabeza. Más o menos como a mí. 



Fotos: Luxor. Ciudad Vieja, Montevideo. Julio, 2016.

La obra de Luxor se puede ver en:

martes, 26 de julio de 2016

El traidor que pita como loco

Juan fuma. En el bar, afuera. Pita como loco mientras espera a Ignacio que lo va a entrevistar. Es que Juan se presentará con Víctor Nattero, Pablo Dana y Marcelo Olivera, este viernes y sábado, en La Trastienda. Son los Traidores. Los de esa canción que, a veces, cuando llueve se nos viene a la cabeza: “La lluvia cae sobre Montevideo, hoy como ayer”. Esa canción que sigue sonando en las radios, y a mí me trae recuerdos de la infancia. Y a Juan le gusta que siga sonando, sobre todo cuando pasan la versión original, dice. Ellos tocan cuando pinta, cuando tienen ganas, cuando se pueden juntar. No es que la banda vuelva, le discrepa a Ignacio. Y es que Juan no canta por vocación, no se considera cantante ni tampoco le interesa. Lo hizo en tiempos de dictadura por la necesidad de comunicar ciertas cosas. Jamás le gustaron los escenarios, una vez le dio pánico subir a uno. Pero Juan no le tiene miedo a la muerte. La enfrenta “vivito y coleando”. Y fuma sin parar. “Cuando vos no sos flexible y no das la libertad de elección a las personas, estas siendo, cuando menos, muy egocéntrico y limitando las libertades de la gente”, le confesó a Ignacio, en referencia a la ley antitabaco que implementó Tabaré Vázquez, este presidente que a Juan no le gusta nada, nadita, y que votó solo por cuestiones políticas. Pero no me gusta nada, repitió. Y qué ganas de decirlo, dijo dejándonos la última sonrisa del encuentro y tomando el último sobro de café.  


Juan Casanova en el bar Las Flores, Montevideo. Julio, 2016.

Entrevista de Ignacio Martínez.

lunes, 25 de julio de 2016

Belleza negra

El 25 de julio, se celebra, desde 1992 en el Primer Encuentro de Mujeres Afrolatinoamericanas y Afrocaribeñas en Santo Domingo (República Dominicana), el Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente, la reivindicación de los derechos humanos de las mujeres afrodescendientes desde una perspectiva social, cultural y política. Reconocer que hay desigualdades y la inequidad étnico racial ya es un avance. En Uruguay, según la página del Mides, el 11,5% de las personas se autopercibe como afrodescendiente, y existen diversos indicadores que evidencian la incidencia de la raza como condicionante para el desarrollo humano, situación que afecta principalmente a niñas, jóvenes y mujeres afrouruguayas.





Fotos: Desfile de Moda organizado por Artesanas Afro, el miércoles, en el centro Cultural de España. Montevideo. Julio, 2016.

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sábado, 23 de julio de 2016

Sin rejas

Cerca de las 18.00 los aplausos empezaron a sonar. Vecinos de la zona se sumaron a la movida. La que convocó  el Movimiento desde Adentro, Minervas, Cotidiano Mujer y El Abrojo en la puerta de la cárcel El Molino para manifestar su repudio de trasladar a las presas de esa cárcel a la Unidad N°5 de Colón. Los aplausos se hicieron intensos. Trasladar a las presas de El Molino (inaugurada en 2009 y considerada como una cárcel de buena práctica) empeora sus condiciones de vida, decía la proclama que leyeron a coro el grupo de mujeres y hombres presentes. Además, consideran que valorar el vínculo madre-hijo frente a una medida de privación de libertad implica sostener una mirada puntitiva y criminalizadora, que más que seguir sosteniendo o pensando en cárceles se debe pensar en formas de gestión del castigo y otros modos de vida que sean colectivos y transformadores para que aporten a una convivencia solidaria, entre otras decenas de justificaciones. Los aplausos volvieron a ser intensos. Las voces también: ¡Tocan a una, tocan a todas! Y “mujeres, no están solas”, gritó una mujer cuando se fue, al pasar por la puerta. No están solas.

Cárcel El Molino, ayer. Montevideo. 

viernes, 22 de julio de 2016

Entre “los pelos locos” y el equilibrio

Fabiana esperaba el bondi. Un día de frío y lluvia. Demoraba. Las condiciones climáticas, los chasquidos que uno hace con los dientes cuando siente el cuerpo helado y está cansado de las recientes ocho horas laborales y solo desea llegar a su hogar y el bondi que no viene, hicieron que Fabiana y la mujer que también esperaba alguna línea en la misma parada, iniciaran una charla. Palabras más, palabras menos, al saber la doña que Fabiana salía de su empleo, quiso saber dónde era, qué hacía.
– Trabajo en la Universidad de la República– le contó Fabiana.
– Ah, sos limpiadora– exclamó la doña convencidísima de que la mujer afrodescendiente, menor que ella sólo podía dedicarse a eso.
Fabiana le explicó que no, que era jefa de una de las secciones de la institución educativa, y no le quedaron más ganas de hablar. Para su suerte, la línea que ella esperaba llegó. Se olvidó del frío y después de eso, se mordía los labios con los dientes. De bronca. Impotencia. Indignación.

Esa fue la anécdota que Fabiana contó, el miércoles, para responder a la pregunta de cuántas mujeres afrodesendientes participan de múltiples espacios culturales: danza, música, entre otros, y el de las artesanas afro. En el marco del Día Internacional de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora, ese día se organizó en el Centro Cultural de España (Cce), dos actividades. La primera: una mesa de charlas, debates, varias anécdotas e ideas que dejaron a muchos presentes reflexionando sobre el racismo y la discriminación hacia los negros, especialmente, hacia la mujer. Hoy, lo políticamente correcto es nombrarlos como “afrodescendientes”, pero soy de las que piensan que llamar a una mujer o a un hombre como “mujer negra” u “hombre negro” no es para nada despectivo, y con orgullo, muchas de las mujeres que hablaron se identificaban así.

Esas que cuando eran pequeñitas recibían burlas por su pelo tan motudo, tan negro, tan voluminoso y por tener la piel de color. Esas que cuando eran pequeñitas, pensaban que sólo a ellas les sucedían esas cosas, pero luego, de adultas, en medio de la militancia y en el proceso de lucha por sus derechos y de afirmar su propia identidad (en el que ahora se sienten más acompañadas porque no son dos, tres ni cuatro), descubrieron que no, que hay cientos de esas realidades, muchas invisibilizadas.

¿Cuántas mujeres negras pasaron por la misma situación?, preguntó Fabiana en la cafetería del Cce que estaba casi llena. Ahí es que vi varias ojos que se cerraban y cabezas moviéndose, afirmando que su anécdota era harta de conocida. Hay muchas historias escondidas. Miles. Lo cierto es que luego de vivir situaciones degradantes como la de la espera del bondi, a muchas mujeres negras con “los pelos locos”, dijera Fabiana, les cuesta integrarse en la sociedad. “Nos da cierto recelo y a veces hasta pánico”, porque esas situaciones “lastiman”. Por eso aseguró que para muchas mujeres afro es un proceso lento que, además,  hace pensar qué tanto se sienten las mujeres afro, cómo se identifican, cómo se asumen frente a la sociedad. Fabiana piensa que algunas mujeres afro no se identifican como tal.

La discriminación y el racismo no es un tema nuevo. Para nada. Ni siquiera los negros, lamentó la mae Susana Andrade, fueron reconocidos en la primera Constitución que tuvo el país. La de 1830. Y “en el debate de la laicidad del Estado, nos dejaron afuera”, afirmó. Ejercer la religiosidad genera identidad, opinó, aunque no todos los negros tienen por qué practicar la religión afro, pero sí todos tienen derecho a conocerla, saber que existe y sentirse reflejados en la espiritualidad, manifestó en referencia a que en Uruguay hubo que enseñarle a muchos negros que la religión afro existe y es un “reservorio cultural” al igual que las expresiones artísticas. La cultura “es un accionar desde el amor”, sentenció Leticia Rodríguez, pero “nos hace falta hablar mucho sobre identidad, cultura y tradición”.

El encuentro finalizó con la segunda actividad –el cierre de broche–: Un Desfile de Moda que surgió como iniciativa del grupo de las Artesanas Afrouruguayas. El objetivo: Crear identidad a través de la belleza: la vestimenta, el peinado, los accesorios que adornan las distintas partes del cuerpo, y que reflejan, de alguna manera la lucha a través de los estereotipos en lo cotidiano, a la hora, por ejemplo, de hacerse un laceado para esconder las motas. Y en realidad, las trenzas tienen un significado, me explicó Laura Aguilar, peluquera estilista, formadora de Trenzarte y única estilista afro en Uruguay e integrante de la Red Estilistas Afro. El trenzado, dice, es el cuerpo, la mente y el alma que entrelazados entre ellos están en busca de un equilibrio. A Laura le llevó 6 años especializarse como estilista, pero siempre está aprendiendo nuevas técnicas, asegura. Para ello tuvo que viajar a Estados Unidos porque en Uruguay esas especializaciones no existen. Así como era impensable a principios del 213 la idea de desarrollar un desfile de moda. En julio de ese año, muchas de las mujeres afro vieron que era posible. Y en eso andan. 




Fotos: Centro Cultural de España, Ciudad Vieja. Montevideo. Julio, 2016.

jueves, 21 de julio de 2016

Amigos son los amigos

Ayer Ale vino más contento de la escuela. Es que su amiga Anush –en armenio anush significa dulzura– lo abrazó, le dio un beso y le dijo: ¡“Feliz día amigo”! Ale no sabía que el 20 de julio se celebraba el Día del Amigo, así que la sorpresa fue grande para él. Contentísimo quedó. Cuando la mamá lo fue a buscar, le fue con el cuento:
–Hoy es el día del amigo, mamá.
Y le contó cómo se había enterado y del abrazo de su amiga, que no es el primero que se dan. Ale y Anush se conocen desde el nivel tres de jardinera. Ahora están en el cinco. Ella es rubia y de ojos marrones, me confiesa tímidamente.

Cuando llegó a la casa el sol le estaba dando paso a la noche. Al rato, al ratito nomás, alguien golpeó su puerta. Ale abrió.  Santi –un rubiecito, dos o tres años más pequeño que él pero casi de la misma altura– su amigo del barrio, de la cooperativa, le sonrió de brazos abiertos y le dijo: ¡”Feliz día, amigo”! Y se apretaron fuerte en ese abrazo más grande que ellos dos juntos. Fueron y vinieron de la casa de Santi a la de Ale y viceversa por el pasillo que las distancia, unos metros nomás. Los suficientes para que ellos corran con la pelota en la mano y se la pasen un par de veces. Y en esas, entre medio del juego –los dinosaurios, las fichas de colores y la pelota que hacen dar mis vueltas, la patean, se la pasan, la bola queda en el aire y la cabecean cuando se las tiro– Ale me cuenta casi todo de un tirón con esos gestos y esas muecas que a su madre le hacen largar la carcajada, dar una mano contra una pierna y prenderse fuego. Me prende fuego, dice Bea cuando lo escucha. Y le brillan los ojos.

El año pasado para el cumpleaños de Anush, Ale quiso regalarle una piedra violeta. Violeta porque es el color preferido de ella, y una piedra porque a él le fascinan. Bea tenía muchas piedras en su casa pero ninguna violeta. Entonces buscó y buscó, le preguntó a cuánta amiga tiene, a todos los vecinos de las viviendas, a ver si alguien tenía una piedra violeta. Violeta tenía que ser. Y el cumple de Anush llegó y a Ale no pudo regalársela. Le obsequió un collar con otra piedra. Un “amuleto”, dijera Ale.
A él le gustan las piedras porque muchas de ellas son de varios colores. Cuando era pequeñito se fascinaba con varios collares que colgaban piedritas y le adornaban el cuello a su mamá. Ahí empezó todo.
–Cuando alguien me regala una piedra me da tanta alegría…– me dice en un tono que me hace derretir por dentro y eso que a mí los chicos no me copen demasiado, pero Ale… Ale es diferente. Ale es mi amigo.

A Ale también le encantan las piedras porque trasmiten mucha energía. Así se lo enseñó Bea. Él lava las piedras –las que tiene– con agua y sal para que queden más brillantes, me explica. Y las deja en remojo a la luz de la luna. Si es luna llena mejor. Para que queden más, más brillantes me aclara después. A la luz de la luna, las piedras brillan más, dice convencidísimo. Y eso es como que le da una magia, por eso para Ale, las piedritas son como un amuleto.

Hace poco, un par de días o semanas lo mismo da, Ale consiguió una piedra preciosa –como Anush– y violeta. Se la regaló la misma amiga que le obsequió, hace ya un tiempo, la primera piedra que él tuvo: La colorada. No la piedra sino Ana. A Ana, la colorada por sus pelos color naranja, le quedó rondando en la cabeza aquella pregunta que Bea le había hecho meses atrás: si tenía una piedra color violeta. A Ana le encantan las piedras como a Ale. Y también son amigos hace tiempo, prácticamente desde que Ale arrancó a caminar.

Hoy, cuando vaya a la escuela, Ale le va a regalar a su amiga la piedra violeta. A esta altura la famosa piedra violeta. Falta mucho para el cumple de Anush pero al menos para devolverle de alguna forma ese abrazo, el del Día del Amigo. Y se la guardó. Se guardó la piedra –preciosa y, ahora, más brillante– en la mochila para no olvidarse, ni bien terminó de jugar con Santi porque ya era hora de bañarse, comer, lavarse los dientes, hacer pis y leer un cuento en la cama antes de que lo atrape el sueño. Todas las noches Bea y Ale leen un cuento. Es que a él también le fascina leer. Y sabe mucho, mucho, sobre todo de dinosaurios. Entonces Santi lo abrazó de nuevo y le dio otro beso.
–El fin de semana vuelvo– le dijo el rubiecito mientras abría la puerta.
–Bueno– le respondió Ale estirando la “o”. Pero no llegues tarde…

Y se clavaron los ojos con esa mirada traviesa y cómplice que sólo ellos entienden, uno desde la puerta con el pestillo en la mano y el otro desde el posa brazos del sillón zarandeando una pierna, como programando la próxima aventura top secret. Esas cosas de chicos en donde los adultos no se meten. Una dulzura los pibes. Como Anush.

Santi y Ale, ayer. 

martes, 19 de julio de 2016

El arco iris que ataja a los pibes

Historias simples: Fortín Olmos

Primero eran tres. Después, cinco, ocho, diez. Ya no dieron los dedos de las dos manos para contarlos. Ese sábado llegaron a ser 15. Un grupo de pre-adolescentes que se juntan a jugar, a intercambiar ideas, a compartir, a reírse juntos y, a veces, hasta expresar lo que en otros espacios no pueden o no se animan. Para ellos no es lo mismo vomitar un sentimiento a alguien de su misma edad que a un adulto. Ese espacio es uno de los muy pocos que los gurises tienen en Olmos, fuera de sus casas, de sus familias, del liceo. De lo cotidiano. Lo llaman Arco Iris (esa mañana la luz del sol era imprecisa, entre una tormenta que nos abandonaba y el astro que peleaba por salir de entre las nubes; qué curioso, pensé). Silvana, la referente, es una monja joven, piola. Los entiende, los aconseja, juega con ellos. Ríe con ellos. Se entiende bien con ellos. Se nota. Es quien lleva la batuta: propone, pone orden con apenas unas palmas, límites cuando es necesario y plantea desafíos para entusiasmarlos, para que se cuelguen.

Uno con la pelota en la mano debe decir su nombre y su hobby (leer, mirar televisión, bailar, tocar la guitarra…); le pasa la pelota a un alguien que debe expresar su nombre y su afición, previo a repetir el nombre y la afición del anterior. Ese alguien pasará nuevamente la pelota a un tercero que, también, debe repetir el nombre y el hobby, ya no sólo del anterior compañero, sino además del primero. Y así se va complicando la vuelta cada vez que se suman nombres y gustos (todo lo que hacen los chicos en estos tiempos). Hay que tener memoria. Buena memoria. La pelota va y viene sin que toque el pasto. No puede caerse. Al que se le cae debe cumplir una prenda. Al que no recuerde un nombre o un hobby otra prenda, más difícil. Entre las risas y el juego en el que todos participan, se van conociendo, se sacan la timidez y por sobre todo, van integrando y asimilando el “nosotros”. Y se trabaja el retomar eso de que los gurises a esa edad (11, 12 y 13 años) no saben si son chicos o grandes, me dice Silvana después atajar varias pelotas y perder una que le lleva a pagar una prenda. Ella también paga las prendas. En ese círculo nadie tiene coronita. Nadie.

Después del juego la cosa se pone seria. Comienza un espacio en el que se enfocan temas de actualidad, de reflexión que casi siempre, me explica la monja de acento santafecino, la hacemos desde Jesús, con temas de la vida real de cada uno. El que quiere expresa y los demás escuchan. Un perfecto ida vuelta, desde las vivencias personales a la experiencia de compartir entre varios para que se animen a hablar en grupo, e incluso, que aprendan y sean cada vez más críticos de la realidad. Algunos son espontáneos, quieren hablar ya, no respetan turno, se expresan y terminan hablando juntos, a la vez. Por eso aprender reglas también es parte del proceso. A otros hay que darles cuerda o tirarles preguntas para que se animen a mover la lengua. A veces se logra, a veces no hay que darle a la vergüenza propia de esa edad.

El tercer y último momento de Arco Iris es la oración en la capilla de la casa de las hermanas del Sagrado Corazón. Los gurises siempre piden hacer la oración allí. Es que les gusta sentarse en el piso entre almohadones y prenderle una vela a la imagen de la virgen de Itatí, la patrona del noreste argentino. Como si allí se sintieran a salvo. Y en espacio donde la cosa se pone aún más seria, se trae lo que cada uno quiere. Un día, todos pidieron por Mirco. Un pibe del pueblo que estuvo internado con un cáncer que casi no lo deja contar el cuento. Todos los sábados rezaban por él. Ese día, en que saltaron e hicieron girar la pelota muchas veces y varias niñas se escondían de mi cámara, enfocaron la oración y el rezo por las inundaciones en toda la Argentina, por toda la gente que le tocó sufrir la desgracia de vivir bajo agua, de quedarse sin muebles, sin casa, sin nada. Es que los gurises de Olmos tienen sensibilidad social, me confirma Silvana. Y Arco Iris nació como idea de una de las tantas hermanas que pasó por Olmos de ayudar a los adolescentes a organizarlos en medio de tanta agua, tras las inundaciones de la corriente del niño que el pueblo sufrió en 1998. Una inundación muy grande. Después de las lluvias, un arco iris anuncia el sol, como símbolo de esperanza de un buen y mejor tiempo, me dice la hermana para que entienda de dónde viene el nombre.

Silvana hace dos años que participa de este espacio. Para ella tiene mucho sentido porque es un espacio de vida para ellos [los adolescentes], me dice ya sentada en la computadora, sintiendo el calor del mediodía y tomando aire para la próxima tarea y tomando una mate de los míos, bien uruguayo. 
– Los veo jugar, reflexionar y hacer determinado proceso. Veo que vienen contentos, y que sábado a sábado no fallan. Además cuando se hace la hora no se quieren ir, suelta con una sutil sonrisa. Es que a Silvana le fascina, la alegra ser parte de “este pedacito de la historia de cada uno de los chicos del pueblo”. Desde el aporte que pueda hacer brindándoles herramientas para que sepan desempeñarse en la vida. Porque por ahí la vida es dura, ¿no? –se cuestiona– y vos sabes que algún día ellos van a volver a estos recuerdos en el que jugaron y la pasaron bien.

Pero hoy no todos los adolescentes se prenden como hace años. Es que aunque sigue siendo un pueblo perdido, Olmos no se ha salvado de los grandes cambios y las revoluciones tecnológicas: De la comunicación a través de las redes sociales, el ver películas en una computadora a cualquier hora, de los juegos en una pantalla… Por eso ahora, la convocatoria de los jóvenes es compleja y más complicada. Ahora hay otras propuestas que seducen a los pibes, se lamenta Silvana. Tiene que ver con esto de la educación popular, sigue, de cómo nos comprometemos con la vida de ellos. Es el compromiso de la vida, repite. La vida. Y yo me quedo colgada en esa vida, la de Olmos. 




Fotos: Fortín Olmos. Santa Fe, Argentina. Abril, 2016.

lunes, 18 de julio de 2016

Uruguayismo

Plaza Independencia, Montevideo. Julio, 2015.

“Orientales la patria o la tumba…”, dice el himno que suena en las sintonías de radio públicas porque en días como hoy, si uno trabaja le deben pagar doble, por ser un número en rojo en el calendario por la constitución que se juró en 1830 (y establecía un estado unitario y republicano) y que hoy ya quedó un poco, bastante, vieja en algunos de sus artículos, y por cierto, algunos se pasan por el tuje. Y en esas uno se pone medio patriótico como cuando ve a los 11 jugadores con la camiseta celeste apretada al cuerpo, en un campo verde de alguna cancha del mundo, con una mano en el pecho, los ojos cerrados apuntando al cielo mientras a las gargantas vocalizan “¡Libertad, libertad, Orientales!/Este grito a la Patria salvó…”, y las esperanzas de millones de uruguayos crecen y los dedos se cruzan por una copa. En esas nos ponemos todos patrióticos y si llegamos a una semifinal somos bien uruguayos y nos acordamos de hacer flamear las banderas, y gritamos “¡Tiranos temblad! ¡Tiranos temblad!”. 

domingo, 17 de julio de 2016

de Postales Orientales

“Miro alrededor,
heridas que vienen, sospechas que van,
y aquí estoy,
pensando en el alma que piensa
y por pensar no es alma
Desarma y sangra”.

Charly García

Kiyú, San José. Febrero, 2015. 

jueves, 14 de julio de 2016

De paro



 “Si a los trabajadores nos va bien, al pueblo le va bien”, es la primera frase que leo de un folleto que recibí en la calle hace dos días, en alusión a las explicaciones del segundo paro general del PIT CNT en el gobierno de Tabaré Vázquez, hoy. En la Facultad de Ciencias Económicas, ayer, decenas de personas discutieron e intercambiaron opiniones en un seminario de Transferencias Monetarias y Protección Social. “Desde la década de 1990 se han implementado en toda América Latina programas de transferencias monetarias, con el objetivo de disminuir los altos niveles de pobreza. En Uruguay, si hicieron presentes desde 1990”, aclara Virginia Recagno en la diaria de hoy*. La pobreza ha disminuido, sí, según las estadísticas. Pero el costo de los alquileres han ido creciendo, los alimentos básicos también y de forma disparatada. Es casi una utopía para un estudiante o un solitario poder mantenerse (vivir en un monoambiente con un trabajo digno). Hay cientos o miles de empleados que cobran un sueldo de entre 10.000 y 15.000 pesos. Conseguir un trabajo no está nada fácil para quienes no lo tienen (esa es la parte que me toca). Otros están en la calle. Y la situación de las personas con discapacidad requiere mayor atención, dice también el folleto. Por eso, entre otras cosas, la central sindical  reclama una ley contra la “insolvencia patronal”, además de que el actual sistema de seguridad social permite que las AFAP lucren con los ahorros de los trabajadores. Las medidas del gobierno de aumentar 200 pesos y boletos gratis hasta diciembre a los jubilados y las medidas respecto a las pautas salariales han hecho explotar la olla. Parece joda. La disconformidad es clara y amplia. La protección social pésima. Los salarios, “de hambre”. A dónde iremos a parar. 

http://ladiaria.com.uy/articulo/2016/7/a-la-otra-orilla/

miércoles, 13 de julio de 2016

Tiempo perdido


Ciudad Vieja, Montevideo. Junio, 2016.


Un día ya no vimos un árbol. Al día siguiente el otro. Los dos de la plaza, la de enfrente, que le daban un poco de vida a la cuadra. El calor era un poco sofocante: pleno enero. Empezamos a caminar evitando bolsas de portland, palas y picos que empezaban a levantar  baldosas, y después veredas. Recién ahora, a mediados de julio, la plaza está tomado un poco de color, aunque la diferencia con la de antes no es muy significativa. Ahora tiene bancos, pero aún no se pueden usar. Se están  acostumbrando a estar ahí, a encolarse contra el piso nuevo. Los árboles también volvieron, pero la cuadra todavía no tiene el matiz al que nos acostumbramos, en parte por los fríos de este invierno que se le dio por venir rebelde. Hace un par de semanas, quizás ya un mes, los vecinos recibimos un comunicado de la intendencia de Montevideo: Por 120 días, poco más, poco menos –los vecinos preferimos pensar que es más, porque sabemos que todo trabajo del ente público demora mucho más de la cuenta– Cerrito está intransitable porque a las autoridades se les dio por levantar veredas para dejar más lindo el barrio –y por más de cuatro meses nos cambiaron el recorrido de los ómnibus (el vecino que sobrevive con su kiosko de la última parada de Cerrito está que revienta)–, pero unas veredas que la mayoría de los vecinos, sino todos, sabemos que durarán menos de lo que han demorado en dejar más bonito todo para los ojos del turista. En esta zona, todo se piensa para los ojos de los miles de gringos, brasileros, porteños y yanquis que aterrizan de los cientos de cruceros que atraviesan nuestra bahía. Como la plaza en la que se gastaron millones de dólares en un proyecto que no  necesitaba, opinamos muchos, tanta inversión ni tanto cambio. Y los que trabajan se toman su tiempo. 

martes, 12 de julio de 2016

Kelly y su prole

Historias simples: Fortín Olmos

La casa es amplia y espaciosa. Apenas una mesa, un mueble, un televisor 32 pulgadas, un frizzer y otro mueble que guarda unos pocos utensilios. Allí no hay copas ni grandes ensaladeras ni una loza fina. Mucho menos una loza fina. Uno allí puede caminar, por el piso de porlandt por el que varios andan descalzos, sin chocarse con nada. La cocina es cocina hace poco. Antes era el taller de Víctor, el de bicicletas. El hombre de la casa que en ese momento duerme la siesta, pero solo por un rato –en el pueblo la siesta es sagrada– porque en cuestión de minutos le caen una pinchadura, un manubrio descuartizado y un guardabarros flojo. Victor no ve, pero es experto en arreglar bicicletas, en su taller medio improvisado al frente de la casa y entre requeches que guarda y se oxidan en el patio del fondo.

Kelly ocupa toda la mesa. En sus manos, de uñas violetas y poco esmalte, tiene una masa de tres kilos y medio. La golpea contra la tabla, de lleno. La estira, la junta, la vuelve a golpear, la estira de nuevo. La marea. Esas manos llenas de arrugas llevan años amasando. Más de los que aparentan tener. Después la separa en bollos. Los estira uno por uno con una botella de Quilmes. Les hace un agujerito en el medio o donde venga, y hacen cola sobre la mesa para caer en el sartén con grasa hirviendo. Las tortas fritas en Olmos son como el pan de cada día. Sagradas como la siesta. Aunque no llueva, aunque el calor castigue. Por eso Kelly se detiene. Deja la masa descansar unos segundos. Los que le llevan separar un papel del rollo de cocina, doblarlo en cuatro y pasárselo por el cuello y el rostro. A Kelly le chorrea la gota gorda por los malditos 34 grados que no dan tregua ni aire fresco y dejan la ropa pegada al cuerpo, y a mí me hacen suspirar, respiran profundo y resoplar. Todo es un pegote.

En la cocina, el sartén levanta temperatura y calienta grasa para freír unas 40 tortas fritas. Con eso Kelly tendrá para ese viaje a Carlos Paz con el que su nieta sueña tanto. Al que irá con sus compañeros y su maestra en setiembre, me aclara la  abuela. La pequeña no suelta una palabra ni por jodete. Aunque sea para hablar de esa aventura que tanto espera. Solo sonríe, mira para abajo y esconde el cuello mientras Tiago, su hermano, corretea a la gallina –la mascota de la casa– que entra y sale. Intenta atraparla, juega con ella, pero no hay caso. La bicha es más veloz.

Las tortas fritas, ahora, son beneficio para el viaje a Carlos Paz, pero muchas veces salvaron el almuerzo o la cena. Antes que caiga el sol, un par de vecinos golpean las manos. Quieren tres, cuatro, siete y hasta diez. Es que la puerta de la casa está abierta y las tortas fritas en pleno proceso. Es dificilísimo no tentarse. Otros pasan a levantar el pedido que siempre supera las seis. Tres valen diez pesos argentinos. A mí bolsillo 26 pesos, lo que en Uruguay alcanza apenas para una torta frita y media.  Se hacen agua en la boca. Calientan el cuerpo y generan un vicio. Dan ganas de seguir comiendo.

Kelly va y viene. De la mesa al sartén. La ayudo, se las alcanzo. Uno allí se siente como en su casa. Aunque recién lo conozcan, aunque aún no sepan su nombre o pase una hora o dos, y se lo olviden. Lorena, la hija mayor de Kelly, ceba mate. El de yerba con palos grandes apretados dentro de una silicona rosada que le entra hasta tres cucharadas de azúcar. El mate en Olmos es bien dulce. Menos el mío. Le pido a Lore –me da la confianza para disminuir su nombre– que no le ponga azúcar, que así está bien, que a mí me sienta mejor el amargo. Lore se toca la panza con una mano, cierra los ojos, mueve la cabeza y tuerce la boca. Pareciera que fuera a vomitar, pero no. Le da asco. El amargo le da asco. El mate dulce también es sagrado. Como el centro del pueblo, donde trabaja Lore, el Nueva Esperanza, pero todos le dicen centro. El espacio que atiende a varios chicos con discapacidad como Víctor. Pero esa es otra historia. 


Kelly. Fortín Olmos, Argentina. Abril, 2016.


sábado, 9 de julio de 2016

Presos del silencio

Nadie sabe nada. Nunca más se supo nada. A seis años de aquellas llamas que tanto ardieron en la cárcel de Rocha y 12 reclusos murieron, la peor de las tragedias carcelarias, distintas organizaciones (Servicio Paz y Justicia Uruguay, Comisión Rochense por Verdad y Justicia, Madres y Familiares de Detenidos y Desaparecidos, el Instituto de Estudios Legales y Sociales del Uruguay, entre otros) convocaron a una movilización en la Plaza Libertad. Qué injusticia, pienso, porque esos hombres después de haber cumplido sus penas hubieran recuperado la libertad. Simultáneamente en la Plaza Independencia de Rocha también se recordaría los hechos del 8 de julio de 2010, a esos 12 hombres. Decenas de familiares pidieron “memoria y justicia”, mientras sus almas arden.




viernes, 8 de julio de 2016

Maldito fracking

Recibo un correo. Debo ir a fotografiar a un grupo de personas que luchan contra el francking. ¿Francking? Busco, investigo. En castellano: fracturación hidráulica. Una técnica para posibilitar o aumentar la extracción de gas y petróleo del subsuelo. Mediante el fracking se inyecta en la tierra miles, millones de litros de agua mezclada con arena y químicos que suelen ser tóxicos o incluso cancerígenos para la extracción de gas y petróleo. Al contaminar el agua y el aire, esta técnica amenaza la salud de las comunidades. En nuestro país, la Comisión de Industria, Energía y Minería de la Cámara de Diputados, estudia tres proyectos de ley que, de distintas formas, buscan prohibirla. El movimiento Uruguay Libre confía en que haya acuerdos en los diferentes partidos y el tema se resuelva de una vez. 

  
Raúl Viñas. Integrante de Uruguay Libre, el miércoles, en la Comisión de Industria, Energía y Minería de la Cámara de Diputados, en el anexo del Palacio Legislativo, Montevideo. 


**Nota al respecto:

jueves, 7 de julio de 2016

Un nuevo plan

Ayer en la sede de la Comisión de Patrimonio de Cultura de la Nación, en Ciudad Vieja, se realizó el lanzamiento del Día del Patrimonio, que este año se desarrollará los días 1 y 2 de octubre, bajo la consigna “Educación Pública. Patrimonio Nacional. Integral, integradora, integrada”.

María Julia Muñoz, ministra de Eduación y Cultura, ayer en la sede de la CPCN. 

miércoles, 6 de julio de 2016

Mojadas mañanitas

Ciudad Vieja, Montevideo, Junio, 2016. 

No tienen gollete

Juan Castillo, director Nacional de Trabajo, se tomara tiempo esta semana para reflexionar su permanencia en el cargo, leo ayer en la diaria*. Todo porque el presidente, Tabaré Vázquez, decidió mantener las pautas salariales para 2016. Por este mismo tema Oscar Andrade renunció a la banca.  Por si fuera poco, el ministro de Economía, Danilo Astori, anuncia una suba a los jubilados de 200 pesos. A los que cobran menos de 8767 pesos. Y eso no es todo: “Los que ganen menos de 11.400 pesos podrán viajar gratis en ómnibus urbanos hasta diciembre”. ¿Aumentar 200 pesos un salario, no es una tomadura de pelo? ¿Qué hace al bolsillo la diferencia de 200 pesos? Evidentemente ni Astori ni Vázquez no tienen ni puta idea  (ni un asesor) que hoy con 500 pesos muy poca cosa se compra en un supermercado. Que si sumamos un litro de leche, un paquete de fideos, un kilo de yerba, medio kilo de carne picada, un litro de aceite, un kilo de azúcar… por nombrar alimentos básicos –muy básicos– ya con esos seis, llegamos casi a los 500. ¿Cómo le da la cara al ministro para anunciar dicha medida? Decir que no tienen gollete es poco. Y entre esos malestares que muchos jerarcas y sindicalistas manifiestan –el conflicto recién comienza (no se descartan más paros)–, Fernando Pereira, presidente del PIT CNT, entrevistado por la diaria*, señala que lo preocupante con estas medidas es que “el Ejecutivo no está sintonizando con la base social que lo sostiene” y que “el gobierno tampoco está escuchando a la gente”. Nada más  y nada menos que a la gente. Al pueblo. De quien tanto se preocupan los políticos y lo que tanto en la boca tiene la izquierda a la hora de hacer campaña y asumir el gobierno. Después, si te vi ni me acuerdo. Qué cabecita la izquierda.

 Fernando Pereira, el lunes, en la sede del PIT CNT.