Peatonal Sarandí, Cuidad Vieja, hoy. 2016.
La
peatonal Sarandí es como un mundo
aparte. Por allí circulan cientos, miles de personas. Oficinistas entrajetados
y rubias y morochas esbeltas de taco y trajecito que trabajan en el barrio
histórico, inmigrantes –en su mayoría dominicanos y peruanos– que intentan
sobrevivir vendiendo artesanías y productos tejidos, muchas veces, por ellos
mismos, los hippies que ofrecen sus caravanas y collares con piedras
preciosas, los pichis que buscan lo que no tienen, los vecinos que viven en
alrededor de esas cuadras, los pobres que trabajan por dos pesos en locales
comerciales. Y todo se entremezcla en apenas esas cuadras que enamoran a los
viajeros que vienen de otras tierras.
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