lunes, 29 de octubre de 2018

Y el tiempo no sabe


Entre un sol tímido, garúa.
Finito, pero persistente.
Para. Sale el sol.
Después, de nuevo.  Más fuerte.
La llovizna se hace lluvia.
Una lluvia espesa, fuerte.
Diluvia.
Y otra vez sale sol.
Y el tiempo no sabe.




Barrio Xiuz. Lugo, Galicia. España. Octubre, 2018.

sábado, 27 de octubre de 2018

jueves, 25 de octubre de 2018

El viaje al pueblo fantasma


Era la primera vez que ella viajaba en tren. La comían los nervios a pesar de su inexpresión. Escuchaba las ruedas sobre los rieles, miraba atónica el paisaje en ese recorrido de campo y muros grises añejos y  unas nubes entre un cielo limitado por la ventanilla que divisaba un horizonte apenas.

Vaya uno a saber qué esperaba de ese pueblo en el que sólo había un par de hamacas, una panadería,  unas diez calles de pedregullo, a lo sumo (aunque  no las contó) y eran perfectas para patear piedritas (aunque tampoco lo hizo), un bar en el que dos gatos runruneaban en las sillas para los visitantes y se movían siguiendo el sol y un par de hombres acodados a la barra con whisky y cañas en vasos sucios de huellas y falta de agua. Y cruzando la calle principal, la única importante del pueblo y la misma donde deja el tren, un sauce que daba sombra cuando el sol se ponía rabioso, y un río. Allí pasó la tarde juntando, ahora sí, piedritas, acariciando el pasto y los yuyos, zafándoles a los mosquitos, adorando el cielo y sus pájaros, haciendo formas y figuras en su mente  con las nubes que iban de un lado a otro y era lo único que se movía en ese pueblo (al menos por esas horas desde el mediodía hasta la tarde) en el que las siesta parecía eterna y ni siquiera los fantasmas daban señales.



Tren a 25 de Agosto, Florida. Uruguay. 2013.

martes, 23 de octubre de 2018

Viajecito éste que vamos


“…Este ferrocarril es un ferrocarril de hierro
Este ferrocarril escupe humo negro.
Y va hacia la ciudad,
Y la ciudad tiene también
un corazón de hierro..”

Líber Falco


Tren a Peñarol. Montevideo, Uruguay. Julio, 2015.


domingo, 21 de octubre de 2018

El tren que ya no está


 “Y la luz cae, de diferente forma
sobre la ausencia”.

Circe Maia



Estación Colón. Barrio Colón, Montevideo. Uruguay. 2015.




miércoles, 17 de octubre de 2018

El arco


A un mes de aterrizar en este rincón del mundo, barroco y colonial, de piedras y arcos, y pasajes angostos y largos, y laberintos que hacen esta ciudad antigua paradisíaca Patrimonio de la Humanidad y por eso siempre llena de turísticas y peregrinos, que hacen caminos por todas las conchas de vieira, esas que simbolizan el Camino a Santiago, el apóstol Santiago. Esta ciudad de la que uno se enamora también por la Estrella Galicia (aunque no hay de a litro), y los bares y boliches y cafés, y una cultura tan diversa, y faroles con luces cuando el sol avisa que en breve se va y, entonces, la luna aparece, los tonos cambian y la poética es distinta en este punto del mapa, al noroeste de España.



Santiago de Compostela, Galicia. España. Setiembre, 2018.

viernes, 12 de octubre de 2018

Los abuelos en Aquelarre

Hogar de Ancianos Schiaffino. Montevideo, Uruguay. 2015



Libertad estaba triste. Sus ojos brillaban. Ese día alcanzó a hablar con su hija. Le dijo que iría a visitarla, pero nunca llegó. No es la primera vez que pasa. Pero bueno, hay que seguir, dice ella.

A Olga le sonó el teléfono. La hija le avisaba que llegó bien a su casa después de la visita. Olga se pone feliz por eso, pero hace tiempo se pregunta cuándo Dios se va a acordar de ella, porque para qué vivir así, siendo un estorbo. “Para mí la vida terminó”, dice.

Loreley se quejaba. Que las rodillas, que le cuesta caminar. A pesar del andador, se cansa. Los días pasan, insiste, con un chasquido y una levantadita de cejas. Desde que está en el hogar, se enfrenta al espejo sólo para ver cómo quedó la camisa, el saco, o si el rosario que cuelga de su cuello está derecho. Hace tres años que no se detiene a observar la Loreley con arrugas y mañas y los achaques de todo viejo. Cuando se ve en la foto, ésa que me pide que le muestre, aprieta los labios y sonríe. Después un silencio. Ese silencio en el que se percata que la foto es como el maldito espejo “Los años pasan”, murmulla y otras vez el chasquido. “Los años pasan...”

El Hogar Schiaffino está lleno de historia. Y de historias. Ancianos que ya no están, que van y vienen, y los que vendrán. En 2015 residían cerca de cien en tres sectores diferentes. En uno, son alrededor de treinta dependen de tres o cuatro funcionarias para comer, cambiarse el pañal, bañarse, mirar televisión o caer en la cama a la hora del sueño. Son sesenta, entre hombres y mujeres –aunque más mujeres– los que trabajan en tres turnos y por dos vintenes.

El Hogar Schiaffino, ubicado en Aires Puros, no cuenta con suficientes medios para su mantenimiento. Algunas habitaciones están inhabilitadas. Pero fue declarado patrimonio nacional por su valor arquitectónico, testigo de la belle époque montevideana. Se inauguró en 1880. Por eso el Día del Patrimonio, de hace tres años, tres integrantes de la Orquesta Clásica de Montevideo, le pusieron otro ritmo a la mansión (que ocupa una manzana), con una viola, un chelo y un violín. Es el único día al año que uno tiene para visitar un hogar de ancianos aunque allí no tenga abuelo o bisabuelo. Es el único día al año que uno tiene para caer en la cuenta que hay miles de ancianos, en decenas de hogares que viven aislados del mundo y muchas veces en condiciones muy pobres. Y solos.

Las melodía que a Libertad la hacen soñar, sonaron. A veces, muchos se pierden entre sueños. Otros se encomiendan a Dios y le piden fuerzas.




Fotoreportaje ganador del llamado a Sala 2018 
Escuela Aquelarre

Inauguración  viernes 12 de octubre 2018



Nota y fotoreportaje en la diaria:




jueves, 11 de octubre de 2018

martes, 9 de octubre de 2018

domingo, 7 de octubre de 2018

Los fuegos de Froilán


Vista de los fuegos artificiales desde la Rúa Xoan Pérez Rico, en la segunda noche de la 
Fiesta de San Froilán. Lugo, Galicia. España. Octubre, 2018. 

viernes, 5 de octubre de 2018

Los luguenses "de patrón"

En la rotonda donde hay una fuente de agua que nunca larga chorros y donde intersectan las avenidas Madrid, Ramón Ferreiro y las calles Laxeiro, San Roque y Erín, un cartel con forma de arco y luces de varios colores da la bienvenida a la Fiesta de San Froilán. Desde ahí hacia la parte histórica de la ciudad, donde está la muralla romana, la Praza Mayor, la catedral y cientos de bares y boliches (con el mismo estilo colonial y barroco que Santiago, la capital de Galicia, por calles angostísimas por las que vas caminando y por momentos no sabes a dónde te lleva o a dónde vas a salir), y hacia los lados laterales, todo es una fiesta.

En la avenida Rodríguez Morelo, por las tres cuadras que te llevan al Parque Rosalía de Castro, de un lado habitantes y emigrantes sacan partido de la fiesta para vender desde churros, garrapiñada, ropa, llaveros, adornos, lámparas, inciensos, accesorios para celulares, artesanías –como la Feria del Parque Rodó o la de Villa Biarritz– a precios, en su mayoría, que se prestan a cualquier bolsillo. Del otro lado, muchos intentan seducir a los visitantes y ciudadanos a llevarse un premio con la lotería. Pagás un euro y tiras a embocar la flecha en el medio del círculo o la pelota en la boca grande de algún Minions. Si la metes o estás bien de puntería, te llevas un premio que puede ser un juguete para tu hijo o algo útil para el hogar. En esas los niños se divierten con varios desafíos para llevarse más de un macaco a un peluche.  O en los autitos que chocan, o girando en una caselita con caballos, o dando vueltas en una moto que persigue a otra y a otra, o en la pista de autos que es un ocho encima de otro ocho y hace que a uno se le pierde la vista cuando quiere seguir la ruta.

Muchos afrodescendientes emigrantes –tintos re tintos– que hablan en un español dificultoso, aprovechan la volada para sacar unos euros con monos de peluches, medias que venden de a tres pares, artesanías en madera o lo que puedan. Y feriantes gallegos de otras ciudades sacan provecho también del san patrono para vender sus productos. María Carmen viaja desde Ourense, esa ciudad situada al sureste de Galicia que es atravesada por el Río Miño (el mismo que bordea a Lugo), el más largo de Galicia.

Se coloca en un estand para exhibir el proyecto de licores artesanales que emprendió con su socia hace diez años, al principio como un hobby, para el disfrute en las reuniones familiares y amigo, pero ahora ya para un público generoso que lleva diez años comprando. Ya diez años, se percata, y es pura sonrisa. Es que luego de participar en la competencia de licores caseros que se celebra cada año en el Festival de Historia de Ribadavia (en Ourense), donde ganaron varios premios, los licores están obligados, a esa altura, a producirse en buenas cantidades y llegar a cuantos paladares se animaran a desafiarlos. Ellas recopilan recetas populares, de mucha tradición, como el licor de café y el de hierbas, y otras menos conocidas y más originales (y hasta innovadoras) como el licor de hoja de higuera, de canela, de cilantro o la crema de ajo. Con un proceso puramente artesanal e ingredientes naturales, lograron un resultado que, según la degustación de amigos y familiares, podría tener un alto grado de aceptación en el mercado.

Y mientras muchos luguenses van de bar en bar, de copas o de cañas, que en realidad, no es la caña uruguaya sino el chop de cerveza, los de sombrero y mocasín ellos, de vestido y taco ellas, en su mayoría, almuerzan en cualquiera de los paquetes restaurant siguiendo la tradición de comer ese pulpo, que duele entre diez y doce euros la porción de unos 250 gramos. Cuatro veces más caro que el en el San Froilán de 2017, según La Voz de Galicia. Pero al pulpo hay con qué darle como sea, dicen algunos cuando Carmen (no la de los licores), la de la pulpería Manolo de Marce, sobre la Praza da Soidade, da un paso atrás para evitar que el gigante de muchos brazos y movimientos cuando lo saca del agua hirviendo, no la ensucie. Lo de Marce explota de encaprichados por un pulpos y mariscos, cuando en un rincón de esas calles de piedra donde el que no conoce se pierde fácilmente, un mexicano, un chileno y un montevideano toman cañas y tintos sobre un barril. El flaco, el más flaco que tiene acento montevideano, es artesano y también viajó para sacarle el jugo al santo, patrono de esta ciudad tan pequeña donde dos montevideanos se cruzan y se mezclan con los porteños, los chilenos, los mexicanos, los japoneses, los ingleses y los daneses. Y los gallegos con todos juntos. Entonces la multiculturalidad fluye en esas que los jóvenes se preparan para una noche musical (todos los días hay espectáculos gratis), las iglesias no dan abasto de turistas, Lugo explota (esto recién comienza) en las fiestas del otoño más famosas de Galicia, y San Froilán agradece. Y la fuente suelta, ahora sí, chorros bien fuertes.


Pulpería Manolo de Marce, sobre la Praza da Soidade, en pleno centro 
histórico de Lugo, Galicia en la Fiesta de San Froilán. 
España. Octubre, 2018.



miércoles, 3 de octubre de 2018

Mirando al sur


Padrón, municipio de la provincia de Coruña, 
en la comarca del Sar, Galicia, España. Setiembre, 2018.




martes, 2 de octubre de 2018

lunes, 1 de octubre de 2018