Supermercado en Lugo, Galicia. España. Octubre, 2018.
Decía Cartier Bresson: “La fotografía es una forma de gritar lo que sientes”. Y sí. Ella es huella de la realidad, ésa que captan mis ojos. A través de la imagen, y con mi sensibilidad mediante, intento expresar la vida cotidiana, sus momentos, sus personajes, sus gestos y el instante preciso e inolvidable, grabado en la memoria, por siempre.
miércoles, 31 de octubre de 2018
lunes, 29 de octubre de 2018
Y el tiempo no sabe
Entre un
sol tímido, garúa.
Finito,
pero persistente.
Para.
Sale el sol.
Después,
de nuevo. Más fuerte.
La
llovizna se hace lluvia.
Una
lluvia espesa, fuerte.
Diluvia.
Y otra
vez sale sol.
Y el
tiempo no sabe.
Barrio Xiuz. Lugo, Galicia. España. Octubre, 2018.
sábado, 27 de octubre de 2018
jueves, 25 de octubre de 2018
El viaje al pueblo fantasma
Era la primera vez que ella
viajaba en tren. La comían los nervios a pesar de su inexpresión. Escuchaba las
ruedas sobre los rieles, miraba atónica el paisaje en ese recorrido de campo y
muros grises añejos y unas nubes entre
un cielo limitado por la ventanilla que divisaba un horizonte apenas.
Vaya uno a saber qué esperaba de
ese pueblo en el que sólo había un par de hamacas, una panadería, unas diez calles de pedregullo, a lo sumo (aunque
no las contó) y eran perfectas para
patear piedritas (aunque tampoco lo hizo), un bar en el que dos gatos runruneaban
en las sillas para los visitantes y se movían siguiendo el sol y un par de
hombres acodados a la barra con whisky y cañas en vasos sucios de huellas y
falta de agua. Y cruzando la calle principal, la única importante del pueblo y
la misma donde deja el tren, un sauce que daba sombra cuando el sol se ponía
rabioso, y un río. Allí pasó la tarde juntando, ahora sí, piedritas,
acariciando el pasto y los yuyos, zafándoles a los mosquitos, adorando el cielo
y sus pájaros, haciendo formas y figuras en su mente con las nubes que iban de un lado a otro y era
lo único que se movía en ese pueblo (al menos por esas horas desde el mediodía
hasta la tarde) en el que las siesta parecía eterna y ni siquiera los fantasmas
daban señales.
Tren a 25 de Agosto, Florida.
Uruguay. 2013.
martes, 23 de octubre de 2018
Viajecito éste que vamos
“…Este ferrocarril es un ferrocarril de
hierro
Este ferrocarril escupe humo negro.
Y va hacia la ciudad,
Y la ciudad tiene también
un corazón de hierro..”
Líber Falco
Tren a Peñarol. Montevideo, Uruguay. Julio, 2015.
domingo, 21 de octubre de 2018
El tren que ya no está
sobre la ausencia”.
Circe Maia
Estación Colón. Barrio Colón, Montevideo. Uruguay. 2015.
viernes, 19 de octubre de 2018
miércoles, 17 de octubre de 2018
El arco
A un mes de aterrizar en este rincón del mundo, barroco
y colonial, de piedras y arcos, y pasajes angostos y largos, y laberintos que
hacen esta ciudad antigua paradisíaca Patrimonio de la Humanidad y por eso
siempre llena de turísticas y peregrinos, que hacen caminos por todas las
conchas de vieira, esas que simbolizan el Camino a Santiago, el apóstol
Santiago. Esta ciudad de la que uno se enamora también por la Estrella Galicia (aunque no hay de a litro),
y los bares y boliches y cafés, y una cultura tan diversa, y faroles con luces
cuando el sol avisa que en breve se va y, entonces, la luna aparece, los tonos
cambian y la poética es distinta en este punto del mapa, al noroeste de España.
Santiago de Compostela, Galicia. España. Setiembre, 2018.
lunes, 15 de octubre de 2018
sábado, 13 de octubre de 2018
viernes, 12 de octubre de 2018
Los abuelos en Aquelarre
Hogar de Ancianos Schiaffino. Montevideo, Uruguay. 2015
Libertad
estaba triste. Sus ojos brillaban. Ese día alcanzó a hablar con su hija. Le
dijo que iría a visitarla, pero nunca llegó. No es la primera vez que pasa.
Pero bueno, hay que seguir, dice ella.
A Olga
le sonó el teléfono. La hija le avisaba que llegó bien a su casa después de la visita. Olga se pone feliz por eso, pero hace tiempo se
pregunta cuándo Dios se va a acordar de ella, porque para qué vivir así, siendo
un estorbo. “Para mí la vida terminó”, dice.
Loreley
se quejaba. Que las rodillas, que le cuesta caminar. A pesar del andador, se
cansa. Los días pasan, insiste, con un chasquido y una levantadita de cejas.
Desde que está en el hogar, se enfrenta al espejo sólo para ver cómo quedó la
camisa, el saco, o si el rosario que cuelga de su cuello está derecho. Hace
tres años que no se detiene a observar la Loreley con arrugas y mañas y los
achaques de todo viejo. Cuando se ve en la foto, ésa que me pide que le
muestre, aprieta los labios y sonríe. Después un silencio. Ese
silencio en el que se percata que la foto es como el maldito espejo “Los años
pasan”, murmulla y otras vez el chasquido. “Los años pasan...”
El Hogar
Schiaffino está lleno de historia. Y de historias. Ancianos que ya no están,
que van y vienen, y los que vendrán. En 2015 residían cerca de cien en tres
sectores diferentes. En uno, son alrededor de treinta dependen de tres o cuatro
funcionarias para comer, cambiarse el pañal, bañarse, mirar televisión o caer
en la cama a la hora del sueño. Son sesenta, entre hombres y mujeres –aunque más
mujeres– los que trabajan en tres turnos y por dos vintenes.
El Hogar
Schiaffino, ubicado en Aires Puros, no cuenta con suficientes medios para su
mantenimiento. Algunas habitaciones están inhabilitadas. Pero fue declarado
patrimonio nacional por su valor arquitectónico, testigo de la belle époque
montevideana. Se inauguró en 1880. Por eso el Día del Patrimonio, de hace tres años,
tres integrantes de la Orquesta Clásica de Montevideo, le pusieron otro ritmo a
la mansión (que ocupa una manzana), con una viola, un chelo y un violín. Es el
único día al año que uno tiene para visitar un hogar de ancianos aunque allí no
tenga abuelo o bisabuelo. Es el único día al año que uno tiene para caer en la
cuenta que hay miles de ancianos, en decenas de hogares que viven aislados del
mundo y muchas veces en condiciones muy pobres. Y solos.
Las
melodía que a Libertad la hacen soñar, sonaron. A veces, muchos se
pierden entre sueños. Otros se encomiendan a Dios y le piden fuerzas.
Fotoreportaje
ganador del llamado a Sala 2018
Escuela Aquelarre
Inauguración viernes 12 de octubre 2018
Nota y
fotoreportaje en la diaria:
jueves, 11 de octubre de 2018
martes, 9 de octubre de 2018
domingo, 7 de octubre de 2018
Los fuegos de Froilán
Vista de los fuegos artificiales desde la Rúa Xoan Pérez Rico, en la segunda noche de la
Fiesta de San Froilán. Lugo, Galicia. España. Octubre, 2018.
viernes, 5 de octubre de 2018
Los luguenses "de patrón"
En la rotonda donde hay una
fuente de agua que nunca larga chorros y donde intersectan las
avenidas Madrid, Ramón Ferreiro y las calles Laxeiro, San Roque y Erín, un
cartel con forma de arco y luces de varios colores da la bienvenida a la Fiesta
de San Froilán. Desde ahí hacia la parte histórica de la ciudad, donde está la
muralla romana, la Praza Mayor, la catedral y cientos de bares y boliches (con el
mismo estilo colonial y barroco que Santiago, la capital de Galicia, por calles
angostísimas por las que vas caminando y por momentos no sabes a dónde te lleva
o a dónde vas a salir), y hacia los lados laterales, todo es una fiesta.
En la avenida Rodríguez Morelo, por
las tres cuadras que te llevan al Parque Rosalía de Castro, de un lado
habitantes y emigrantes sacan partido de la fiesta para vender desde churros,
garrapiñada, ropa, llaveros, adornos, lámparas, inciensos, accesorios para
celulares, artesanías –como la Feria del Parque Rodó o la de Villa Biarritz– a
precios, en su mayoría, que se prestan a cualquier bolsillo. Del otro lado,
muchos intentan seducir a los visitantes y ciudadanos a llevarse un premio con
la lotería. Pagás un euro y tiras a embocar la flecha en el medio del círculo o
la pelota en la boca grande de algún Minions. Si la metes o estás bien de
puntería, te llevas un premio que puede ser un juguete para tu hijo o algo útil
para el hogar. En esas los niños se divierten con varios desafíos para llevarse
más de un macaco a un peluche. O en los
autitos que chocan, o girando en una caselita con caballos, o dando vueltas en
una moto que persigue a otra y a otra, o en la pista de autos que es un ocho
encima de otro ocho y hace que a uno se le pierde la vista cuando quiere seguir
la ruta.
Muchos afrodescendientes emigrantes
–tintos re tintos– que hablan en un español dificultoso, aprovechan la
volada para sacar unos euros con monos de peluches, medias que venden de a tres
pares, artesanías en madera o lo que puedan. Y feriantes gallegos de otras
ciudades sacan provecho también del san patrono para vender sus productos.
María Carmen viaja desde Ourense, esa ciudad situada al sureste de Galicia que
es atravesada por el Río Miño (el mismo que bordea a Lugo), el más largo de
Galicia.
Se coloca en un estand para exhibir
el proyecto de licores artesanales que emprendió con su socia hace diez años,
al principio como un hobby, para el disfrute en las reuniones familiares y amigo,
pero ahora ya para un público generoso que lleva diez años comprando. Ya diez
años, se percata, y es pura sonrisa. Es que luego de participar en la
competencia de licores caseros que se celebra cada año en el Festival de
Historia de Ribadavia (en Ourense), donde ganaron varios premios, los licores están
obligados, a esa altura, a producirse en buenas cantidades y llegar a cuantos
paladares se animaran a desafiarlos. Ellas recopilan recetas populares, de
mucha tradición, como el licor de café y el de hierbas, y otras menos conocidas
y más originales (y hasta innovadoras) como el licor de hoja de higuera, de
canela, de cilantro o la crema de ajo. Con un proceso puramente artesanal e
ingredientes naturales, lograron un resultado que, según la degustación de amigos
y familiares, podría tener un alto grado de aceptación en el mercado.
Y mientras muchos luguenses van de
bar en bar, de copas o de cañas, que en realidad, no es la caña uruguaya sino
el chop de cerveza, los de sombrero y mocasín ellos, de vestido y taco ellas,
en su mayoría, almuerzan en cualquiera de los paquetes restaurant siguiendo la
tradición de comer ese pulpo, que duele entre diez y doce euros la porción de unos
250 gramos. Cuatro veces más caro que el en el San Froilán de 2017, según La Voz de Galicia. Pero al pulpo hay con
qué darle como sea, dicen algunos cuando Carmen (no la de los licores), la de
la pulpería Manolo de Marce, sobre la
Praza da Soidade, da un paso atrás para evitar que el gigante de
muchos brazos y movimientos cuando lo saca del agua hirviendo, no la ensucie. Lo
de Marce explota de encaprichados por un pulpos y mariscos, cuando en un rincón
de esas calles de piedra donde el que no conoce se pierde fácilmente, un mexicano,
un chileno y un montevideano toman cañas y tintos sobre un barril. El flaco, el
más flaco que tiene acento montevideano, es artesano y también viajó para sacarle
el jugo al santo, patrono de esta ciudad tan pequeña donde dos montevideanos se
cruzan y se mezclan con los porteños, los chilenos, los mexicanos, los
japoneses, los ingleses y los daneses. Y los gallegos con todos juntos.
Entonces la multiculturalidad fluye en esas que los jóvenes se preparan para
una noche musical (todos los días hay espectáculos gratis), las iglesias no dan
abasto de turistas, Lugo explota (esto recién comienza) en las fiestas del
otoño más famosas de Galicia, y San Froilán agradece. Y la fuente suelta, ahora
sí, chorros bien fuertes.
Pulpería Manolo de Marce, sobre la Praza da Soidade, en pleno centro
histórico
de Lugo, Galicia en la Fiesta de San Froilán.
España. Octubre, 2018.
miércoles, 3 de octubre de 2018
Mirando al sur
Padrón, municipio de la provincia de Coruña,
en la
comarca del Sar, Galicia, España. Setiembre, 2018.
martes, 2 de octubre de 2018
lunes, 1 de octubre de 2018
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