La
letra es una clara imprenta que se parece más a la de un adulto que a la de un
niño. El papel es una hoja de cuaderno con rayas, doblado en cuatro. De un lado,
“El mismo miedo”, el poema con el
ganó un concurso de literatura para estudiantes y le valió su primera publicación
en un libro que fue a parar a la biblioteca del liceo. Primera y única, me confesó
con su sonrisa tímida. La misma, calculo, que conserva desde aquellos años. Como
ese mismísimo poema que reservó como una reliquia y que en todos estos años le
mostró únicamente a su amor, su compañera de vida y madre de sus dos hijos. Luego (con una tremenda confianza que no tengo cómo agradecer) a mí, en una de esas charlas que se tienen cuando uno entra en un ambiente nuevo
y conoce a otro (y a otros), y surgen preguntas triviales y otras no tanto. Tenía
14 cuando lo escribió. Apenas 14.
“No
es más que una nube oscura de desconocimiento y confusión.
No importa cuánto el hombre intente superarlo,
existe
un delicado abismo de enorme soledad,
que
no puede ser cruzado con tan solo la
esperanza.
A
veces lo siento como un océano de temores,
En
el cual sus olas se burlan de lo que es decente,
matan
la esperanza, se llevan la verdad,
y
arrastran todo hacia el vacío.
Tratar
de detenerlo…, sería jocoso e imposible;
no
es un hombre que viene a reclamarnos
es
sólo un niño asustado, que todos
llevamos
impresos en las oscuridades del alma.
En
medio del silencio ensordecedor de gritos callados,
La
muerte es lo que más se teme,
al
menos es lo que percibo en rostros ajenos,
cuando
cierro la puerta de la noche,
expuesta a los susurros de la oscuridad.
expuesta a los susurros de la oscuridad.
No
importa cuánto lo enfrente… siempre reaparece
el
miedo mismo”.
Santiago
Arena
Desde
la escuela tenía facilidad. La maestra –alguna de las que tuvo– le hacía leer
los cuentos que él escribía. Y le gustaban. A los compañeros también. Desde
chiquito se leía todo. Le gustan todos los géneros y lee “lo que venga”, desde
policiales y románticos hasta comics. Le fascina los comics y los junta, como
las revistas de Condorito cuando era pequeño. Pero los tiempos para dedicarle a
la lectura y al dibujo ya no son los mismos: El trabajo, los hijos, la vida
misma. Santi es bueno dibujando. Se nota en esa figura humana –un joven sin
cabeza– que, curiosamente, acompaña ese poema que nombra soledades y angustias y
temores y miedos, y la muerte. Ese poema que nació de un pibe de, apenas, 14. Santi
no sabe por qué lo escribió. Tampoco recuerda qué sintió. Estaría mal de la cabeza,
suelta con una risotada catorce años después.
Del
otro lado de la hoja –como luchando inconscientemente contra el miedo, el miedo
mismo– su puño adolescente escribió que “más allá del mar habrá un lugar donde
el sol cada mañana brille más”. Es “Un beso y una flor” de Trotsky Vengarán.
Pda.
3 de la Mansa. Punta del Este, Maldonado. Octubre, 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario