miércoles, 26 de octubre de 2016

El miedo y el abismo, un beso y una flor.

La letra es una clara imprenta que se parece más a la de un adulto que a la de un niño. El papel es una hoja de cuaderno con rayas, doblado en cuatro. De un lado, “El mismo miedo”, el poema con el ganó un concurso de literatura para estudiantes y le valió su primera publicación en un libro que fue a parar a la biblioteca del liceo. Primera y única, me confesó con su sonrisa tímida. La misma, calculo, que conserva desde aquellos años. Como ese mismísimo poema que reservó como una reliquia y que en todos estos años le mostró únicamente a su amor, su compañera de vida y madre de sus dos hijos. Luego (con una tremenda confianza que no tengo cómo agradecer) a mí, en una de esas charlas que se tienen cuando uno entra en un ambiente nuevo y conoce a otro (y a otros), y surgen preguntas triviales y otras no tanto. Tenía 14 cuando lo escribió. Apenas 14.

“No es más que una nube oscura de desconocimiento y confusión.
 No importa cuánto el hombre intente superarlo,
existe un delicado abismo de enorme soledad,
que no puede ser cruzado con tan solo  la esperanza.
A veces lo siento como un océano de temores,
En el cual sus olas se burlan de lo que es decente,
matan la esperanza, se llevan la verdad,
y arrastran todo hacia el vacío.
Tratar de detenerlo…, sería jocoso e imposible;
no es un hombre que viene a reclamarnos
es sólo un niño asustado, que todos
llevamos impresos en las oscuridades del alma.
En medio del silencio ensordecedor de gritos callados,
La muerte es lo que más se teme,
al menos es lo que percibo en rostros ajenos,
cuando cierro la puerta de la noche, 
expuesta a los susurros de la oscuridad.
No importa cuánto lo enfrente… siempre reaparece
el miedo mismo”.

Santiago Arena

Desde la escuela tenía facilidad. La maestra –alguna de las que tuvo– le hacía leer los cuentos que él escribía. Y le gustaban. A los compañeros también. Desde chiquito se leía todo. Le gustan todos los géneros y lee “lo que venga”, desde policiales y románticos hasta comics. Le fascina los comics y los junta, como las revistas de Condorito cuando era pequeño. Pero los tiempos para dedicarle a la lectura y al dibujo ya no son los mismos: El trabajo, los hijos, la vida misma. Santi es bueno dibujando. Se nota en esa figura humana –un joven sin cabeza– que, curiosamente, acompaña ese poema que nombra soledades y angustias y temores y miedos, y la muerte. Ese poema que nació de un pibe de, apenas, 14. Santi no sabe por qué lo escribió. Tampoco recuerda qué sintió. Estaría mal de la cabeza, suelta con una risotada catorce años después.  

Del otro lado de la hoja –como luchando inconscientemente contra el miedo, el miedo mismo– su puño adolescente escribió que “más allá del mar habrá un lugar donde el sol cada mañana brille más”. Es “Un beso y una flor” de Trotsky Vengarán.


Pda. 3 de la Mansa. Punta del Este, Maldonado. Octubre, 2014.

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