“…tengo
urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte…
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa”.
M.Benedetti
Ella, la de pelo más lacio y
ojos claros y a la que no se le asoma ni un rulo, la mira a la que sí es puro
rulo. Se ríe. La de rulos y unos años más, sabe por qué. Ninguna dice nada. Alcanza
la mirada o un gesto para saber lo que a una se le cruza por la cabeza a la
otra. Y viceversa. Ríen, lloran, se abrazan, sueltan carcajadas y puteadas. Pero basta un apretón de manos, una palmadita
por el pelo, una caricia por la espalda de una, para que la otra junte un
poquito de fuerzas y siga adelante, y viceversa. Basta un ‘cómo estás’ o ‘cómo
te fue en el médico, o cómo están las niñas’ (si es que era día de visita al
especialista) para saber que la otra está ahí, del otro lado del tubo, aunque
no pueda salir corriendo y tomarse un taxi y aterrizar en la otra punta, donde
esté o donde sea. Aunque miles de veces lo han hecho, una por la otra, y
viceversa. Y avisáme cuando llegues y abrigáte que hace frío le dice una a la otra, y viceversa, como una madre a hija, y viceversa. Y es que a veces con tan solo escuchar la voz alcanza. Alcanza para unos minutos de mate, la visita de médico (no la del especialista sino la que
abre la puerta y se sienta con el culo en el borde del sillón y dice unas
palabras y se dan un abrazo, corto, y ya está porque el tiempo no da y las
niñas esperan y será para la próxima), la peli en el cine para ver al chico bonito y salir a tomar aire, el brindis porque la vida las cruzó y
fue de lo mejor. Y chin chin suenan
las copas con ese tinto que por fin pudieron tomar porque mirá que hace tiempo
están por juntarse, pero las veinticuatro horas del día son cortísimas y el
trabajo y el marido y la casa y las niñas y los chiquillos de la otra, y la
gimnasia y el yoga que, ahora, hacen juntas para verse aunque sea un poquito y
robarle al tiempo una vez a la semana. Para compartir lo que son, lo que se
bancan y lo que no, lo que poco o algo que tienen en común, y sin embargo. Son cómplices,
amigas, casi como hermanas. Una caricia para alma. Se quieren (soy testigo). Mis amigas. Y viceversa.
Ciudad Vieja, Montevideo. Octubre,
2016.
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