Ella, la muerte, deambula, nos irrumpe en una
fecha y nos recuerda. Un ser amado, su imagen (con la que nos quedamos de
nuestro muerto) y nos lleva a una canción, un poema, una palabra, un hecho, un
instante, una fotografía, un libro, un aroma, una caricia, una mirada, algo,
mientras sus cuerpos y sus huesos se van desintegrando en la tumba y las almas
viajan hacia algún lugar. Y es que “De
nuevo está la muerte rondando… “, escribía Idea en su poema De nuevo.
Yo iba en un bondi hacia algún lugar que no
recuerdo, en ese trayecto en que se abandona la Ciudad Vieja y el ómnibus –que bien
podía ser un 121 o un 116– dobló en la plaza independencia hasta San José y
siguió. Era miércoles 28 de abril de 2009, y estaba gris, como de costumbre esta ciudad. Yo
leía algo que mi memoria tampoco recuerda
–un libro, supongo– cuando la voz de un locutor de alguna radio me sacó
de las letras para decirme que ella había muerto. Eso sí lo recuerdo.
Cementerio Central. Montevideo. 2015.
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