Alguien chifló fuerte, y muchos
aplaudieron como se aplaude cuando una niña se pierde (en la playa, en el
parque). El aplauso, esta vez, exigió por ese espacio donde el dique Mauá
reposa y en la Plaza República Argentina. Ese que los vecinos (y los que no
viven en el barrio también) disfrutan porque hay sol, por el calor, por las
hamacas, por los aparatos de gimnasia (instalados hace tiempo), por el pastito,
porque se presta, por la rambla. Es que la rambla es el tema. La de Sur. “La Rambla
no se vende”, decía la invitación por las redes sociales que realizó un grupo
de personas para juntar firmas y evitar que ese tramo se privatice con el
proyecto de Buquebus. Entonces fueron decenas los que hicieron una cadena
prendidos de la mano, aplaudieron e hicieron una ola con los brazos, entre otras
decenas de niños que jugaban a la pelota, se hamacaban y jóvenes que tomaban
mate y danzaban sobre una tela, otros que hacían malabares con bolos y pelotas,
y más, allá, otros pescaban y otros disfrutaban del mar y la rambla en este
sábado en el que la primavera se adelantó. En una pancarta larga y grande, de
un rojo vivo, se leía “No a la terminal”. Y varias voces gritaron: ¡La rambla
no se vende!, ¡La rambla no se vende!.
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