Vas caminando por la calle y de
repente te topas con una asamblea de ancianos en plena vereda y en la esquina
de un bar. Entonces te mata la curiosidad de saber qué cranean tantos viejos
juntos en esta “aldea” más grande que un pueblo, pero de menores dimensiones
que cualquiera de las grandes ciudades de Europa, en que un domingo gris de llovizna
que, por momentos empapa, invita sólo a quedarse puertas adentro. Y ellos, en
cambio, algo, al menos algo, se traen entre manos. Y entre paraguas.
Lugo, Galicia. España. Enero, 2019.
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