“¡Gracias China!”, gritaron
varias mujeres con voces desgarradoras de bronca, impotencia y, también,
alegría, entre lágrimas y aplausos que parecían no terminan nunca. Primero en
el Teatro Solís, por donde pasó el cortejo muy fugazmente, y por lo que se
escucharon quejas. Luego en la calle Aquiles Lanza, donde además de un inmenso
público de todas las edades (y clases sociales) la despedía, a su manera.
Muchos sonreían: “Vivió 92 años y fue feliz”, soltó un canoso de casi su edad
que la admiraba. Y por último, en el Cementerio Central donde descansará por
siempre.
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