Matilde seguía los pasos. Los
del reguetón que sonaban en la pantalla y los del flaco y la piba que fueron a hacerlos bailar. Gladys se movía
menos que Matilde, pero también zarandeaba las caderas. Perla miraba, desde la
silla porque ayer le dolía el cuerpo. Pero no paraba de reírse. Fueron varios
los que rieron. Felipe levantaba los brazos también desde la silla, pero la de
ruedas. Manolo hacía lo mismo desde su motoneta. Y tocaba bocina. La mañana del
domingo fue atípica en el Hogar Israelita. En la sala principal cerca de
treinta ancianos participaron de la actividad del Día de los Abuelos. Cuando
“sonó la campana y el fin de semana se deja ver…” varias ancianas abandonaron
las sillas y siguieron a Matilde que no paró de bailar, y al ritmo de Ricky
Martín con La Mordidita aquellos
cuerpos entraron en calor. Cuando cantó Gilda algunos ya sudaban. Después le
dieron cuerpo y alegría a Macarena y
las manos de todos tocaban las cabezas y las cinturas, y los brazos se
estiraban. Un beso a todos los que nos están mirando, dijo Matilde a través de
un celular, a todos los amigos que en Facebook los miraban en vivo y en
directo. Esto es maravilloso, soltó con esa seriedad que tiene estampada en el
rostro. Pero Matilde es de las más fiesteras de todas las ancianas del hogar. Y
todos celebraron y rieron.
Fotos: Hogar Israelita, ayer.
Montevideo, 2017.
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