Decía Cartier Bresson: “La fotografía es una forma de gritar lo que sientes”. Y sí. Ella es huella de la realidad, ésa que captan mis ojos. A través de la imagen, y con mi sensibilidad mediante, intento expresar la vida cotidiana, sus momentos, sus personajes, sus gestos y el instante preciso e inolvidable, grabado en la memoria, por siempre.
miércoles, 31 de enero de 2018
martes, 30 de enero de 2018
domingo, 28 de enero de 2018
sábado, 27 de enero de 2018
Espejito, espejito
En los aprontes para el desfile de Escuelas de Samba, ayer, en la plaza Independencia. Montevideo, 2018.
viernes, 26 de enero de 2018
jueves, 25 de enero de 2018
miércoles, 24 de enero de 2018
Frente a todo lo gris de la tarde
“…Sola
bajo el agua que cae y que cae,
sola frente
a todo lo gris de la tarde
pensando que
añoro o deseo algo,
quizás una
lágrima color de la tarde.
Sola bajo
el agua,
frente al
duelo sin luz de la tarde,
Sola sobre
el mundo, sola bajo el aire…”
Idea
Vilariño
martes, 23 de enero de 2018
La previa al carnaval
Ensayo de la comparsa LCV (Lubolos Ciudad Vieja), en la calle Piedras.
Ciudad Vieja. Montevideo. Enero, 2018.
lunes, 22 de enero de 2018
viernes, 19 de enero de 2018
La serenidad más serena
Uno está ahí, en calma. Espera.
Que algo cinche la caña, que el pez se endulce con la carnada, que pique el
anzuelo. Y en esa espera algunos desesperan, pero otros, la gran mayoría, se
sumergen en una especie de espiritualidad donde la paciencia lo es todo, y la
soledad resulta generosa. Y en esas las gaviotas cantan, el mar agita, a veces,
o el río acompaña. Y la brisa, el aire, el sol en la finísima línea del horizonte.
Todo
se conjuga en la serenidad más serena.
jueves, 18 de enero de 2018
martes, 16 de enero de 2018
El amor
Hace días que no lo ves al guacho.
Quince, veinte, sacás la cuenta. No. Treinta, calculás cuando te acordás que la
última vez fue cuando tu amiga te mandó aquel mensaje para que fueras a la casa,
y es que el tiempo pasa y uno no se da cuenta.
Te llega otro mensaje. “Estamos
abajo”, leés. Cuando diste los primeros pasos ya en la vereda, después que
cerraste la puerta, sentís la bocina que viene desde la esquina izquierda.
Tu amiga te ve por el espejo, pero él no porque atado en esa silla apenas puede
moverse y darse vuelta. Te acercás y apenas lo ves por los vidrios negros que
no te dejan. Pero sabes que él empezó a moverse y a gritar algo que no entendés
porque de afuera, con los autos y los bondis que van y vienen no escuchás
nada, nadita. Entonces das la vuelta, vos sí das la vuelta, abrís la puerta que tu
amiga habilita y lo ves, cuando de una nomás, te zampa con la voz clarita, bien
clarita, un “¡te quiero titi!”, palmeando las manos y esa sonrisa más grande que
su cara y los dientes que hace rato le salieron, y encima, enseguida, te
empieza a cantar que los cumplas feliz, aunque ya pasaron veintisiete días de tu
cumpleaños, pero él sigue acordándose de que cumpliste tantos años, que no
tiene idea cuánto, pero después de eso no podés evitar sentirte como un helado que
se derrite fuera de la heladera en pleno verano, y que se te llena el alma. Entonces pensás que nada,
absolutamente nada importa y que todo está bien, todo. Y que el amor es de lo
más hermoso que tiene la vida. Y en eso, él es tu cómplice.
Rambla, Montevideo. Enero, 2018.
domingo, 14 de enero de 2018
viernes, 12 de enero de 2018
martes, 9 de enero de 2018
lunes, 8 de enero de 2018
sábado, 6 de enero de 2018
jueves, 4 de enero de 2018
La despedida
Es mediodía. Caminas por las
calles viejas porque estás en el barrio más viejo, pendiente de ese balde de
agua fría que muchos tiran desde los balcones para despedir el año y celebrar
el que comienza. Entonces cruzas de una vereda a la otra, zigzagueando, aunque te
pusiste chancletas y esa remerita que usas para limpiar, porque sabes que,
vayas por donde vayas, más de una gota o un chorro seguro te cae. Cruzas de
vereda de nuevo y hasta cambias de camino por ese nenito que está con la
manguera y no perdona ni a los perros. Y en esas te colgas hablando con tu
amiga de eso que todavía no sabías ni te esperabas y quedas helada
porque no podés creer que eso haya sucedido. Entonces caes en la cuenta del
tiempo porque jurabas que no hacía tanto que se veían. El asunto te da vuelta en la cabeza
mientras van caminando rumbo a la movida, ya por la peatonal que estaría más transitada
si no fuera domingo, en ese instante que te olvidaste de que era el último día
del año y de los baldes y el agua y la movida y las nubes grises y la lluvia
que amenaza y el calor, y plaf, un baldazo, de agua bien fría, te agarra de
sorpresa, a esa altura, más que el asunto que te dejó de cara, pero ahora te sale
una carcajada porque tu amiga pone el grito en el cielo con la puteada que le
sale de las entrañas. Cómo puede ser si veníamos pendientes, y vos no paras de
reírte porque ahí sí te acordás que es treinta y uno, y de la movida –aunque no
hay tanta gente– y la rubia bien fría que se van a tomar y qué carajo importa
ahora el asunto, pensás también cuando la electrónica te taladra la cabeza y
ves la Bartolomé Mitre rodeada de barras que los dueños de los boliches armaron
en la calle, y en las mesas pibas, pibes, jóvenes, veteranos y no tan veteranos,
uruguayos y extranjeros (la pinta los deschava) toman una tras otra cuando tu
amiga baila sola en el medio de la peatonal y dice que no, que no puede ser,
que todo el mundo tiene que bailar, entonces atraviesa una de las barras para
decirle al flaco que está enchufadísimo con los auriculares que ésa música no
papito y mira lo que son estás caripelas. El flaco la mira con cara de pocker y
vos jurás que tu amiga es capaz de levantar los más de veinte culos de las
sillas y hacerlos bailar. Y ella levanta los brazos y aplaude cuando dos
montevideanas con una energía tremenda agitan de la misma forma, y vamo’
arriba, vamooos grita tu amiga cuando el flaco ahora mueve la cabeza diciendo
que sí, que sí, y levanta el pulgar porque ahora son cuatro, diez, doce,
quince, veinte, veinticincos, treinta, y perdiste la cuenta porque en cuestión
de media hora la Bartolomé se llenó de gente, aunque no cómo otros años, insiste
tu amiga que no se pierde una, y sigue zarandeando la cabeza y todos levantan
los brazos, decenas de pibas se hacen selfies y muchos pibes sin remera se
prenden de los picos de sidra y cerveza cuando el olor a porro abraza a todos y
a todo en ese día en que uno descarga un año entero y celebra porque el que viene
sea una fiesta como esa misma que arde del calor de tantos cuerpos y plaf, ahora bendecís hasta el la sidra que te cae porque quedan apenas siete horas de este año. Otro.
martes, 2 de enero de 2018
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