viernes, 19 de junio de 2015

La abuela ejemplar, una leona

–Mamá, no me voy a ir del país porque mi proyecto de vida está acá­­– le dijo Laura uno de esos días en que la dictadura golpeó. Golpeó duro.
Te van a matar les decía Estela con la honda preocupación de toda madre.
Laura sabía lo que quería. Tenía los pies firmes sobre la tierra. Y sabía que la muerte podía encontrarla a la vuelta de la esquina.
Pero si morimos, no va a ser en vano, remataba la adolescente de 18, 19 años.
“La juventud de ese entonces tenía todo: familia, belleza, futuro”. Sin embargo, aquellos jóvenes entregaban su vida convencidos de lo que querían hacer.

Vivían en La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. Una ciudad de estudiantes y obreros. Las desapariciones eran constantes y a cualquier hora. A plena luz. Los estudiantes marchaban a prepo, forzados, dentro de los Ford Falcon sin patente, forrados de armas. Sin poder siquiera, levantar la mano, mirar hacia atrás. En las noches se escuchaban los gritos, los tiros. Los estudiantes no volvían. Aparecían o no los cuerpos, cuenta Estela. En realidad, no aparecían. Todo era clandestino. Mientras tanto, ella  y sus compañeras, pensaban: ‘Ojalá que no nos pase  a nosotras’. 



42 años después de aquel terror, siguen habiendo muchas abuelas que no han podido cerrar su duelo porque nada se sabe de sus hijos. Y la angustia crece, se hace inmensa. Aunque sea muertos, necesitan verlos. Algunas, relata Estela, se abrazaron de los huesos cuando aparecieron. Los besaron. Y así cerraron el duelo, el que llevaron con un dolor tremendo, durante tantos años de intensa búsqueda, de lucha.
Tampoco jamás bajaron los brazos en la investigación de esos niños que “no nacieron de un repollo”: Sus nietos. Sería “imposible” vivir sin intentar encontrarlos, y aún aquellas que lo hicieron siguen en la lucha. Son centenares aún los desaparecidos. Para eso no hay recetas, asegura Estela. Ni fórmulas. Porque cada país tiene su historia, cada país lucha en los tiempos que puede y cómo puede. Lo importante es hacerlo “en paz”. Porque “la violencia genera más violencia. La violencia arrastra más hacia lo que no se debe. En cambio, en paz y con un amor profundo se pueden conseguir muchísimas cosas”. Ésa es la regla de las Abuelas de Plaza de Mayo. Además de la fuerza que tiene adentro toda mujer que desconoce hasta que le provocan lo más sagrado: Su  hijo. “Esas mujeres nos transformamos en leonas”, asegura Estela. 
Jamás denunciaron a quien no tenían que denunciar, aunque tardaran más en las investigaciones, y sí “implacablemente” pidieron justicia por los asesinos y torturadores, siempre bajo la consigna Memoria y Justicia. No fue fácil, nada fácil. Los miedos siempre estuvieron presentes. Aún en democracia. Cuando en 2002, Estela sintió una tremenda explosión. Su casa estaba siendo bombardeada. “En ese momento la prensa me preguntó si tenía miedo”, narró. Estela vio las balas que habían quedado en el  garaje. “Las mismas cápsulas que estaban en el cráneo de Laura”, cuando la exhumaron. “Quiere decir que son los mismos”, se dijo en ese entonces. “Y si todavía están los mismos, cómo no voy a seguir luchando”.
Estela fue una de las que encontró a su nieto, Guido, ese “semejante muchachote”. Luego de 36 años de búsqueda, pudo finalmente darle ese apretado y enorme abrazo que tanto soñó y, de alguna manera, pudo cerrar su duelo. Lo mismo que harán tantas otras abuelas cuando encuentren a sus nietos. Las uruguayas. Sí, porque nosotras, dice Estela, tenemos mucha confianza en el pueblo uruguayo. “Sabemos que es tan luchador como el pueblo argentino” porque “somos hermanos, venimos de la misma historia” y, contra viento y marea, ambos defienden las democracias. “Y si ustedes los jóvenes –se dirigió a todos los que los estudiantes de Derecho que organizaron la actividad en el Paraninfo de la Universidad, el pasado lunes– que son el presente y el futuro, se meten en la historia, se integran y son parte de lo que está pasando y están de pie, nosotras nos podemos morir tranquilas”.

Por su incansable lucha en derechos humanos, Estela fue nombrada “Socia Honoris Causa” por El Centro de Estudiantes de Derecho.

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