martes, 5 de enero de 2016

Siguen sonando

Performance La caída de las campanas, anoche en la explanada de la Intendencia.

Dos niñas y un niño observan. Tic tan, tic tan, tic tan. Ellas están de frente a la ancha avenida, de espaldas al palacio municipal -como le dicen- donde de lunes a viernes empleados públicos (algunos ñoquis), burócratas, autoridades departamentales entran y salen e intentan, entre otras cosas, resolver problemas de basura, seguridad, tránsito. Y toman café. Ellas, ayer, eligieron ese espacio.
El sol ya cayó. Ahora lo hacen ellas. Y se levantan. Las campanas suenan una y otra vez. A veces con rabia. Se siente. Por eso algunas están remendadas. Y con ellas vuelven a caer. Las miradas se hipnotizan en el badajo (o péndulo) que no para de darse contra la copa de metal. Y nuevamente se levantan. La gente pregunta qué es, por qué lo hacen. Los niños se acuestan en el piso. Mimetizan la acción. A cualquiera le dan ganas. La energía es fuerte.  Tanto que pasa el cemento y es como si se moviera. Así lo sintió un joven espectador desde los escalones, a unos pocos metros. Y todo porque el año comenzó con más femicidios. Entonces las campanas se hacen presentes. Y siguen sonando. Tic tan, tic tan, tic tan...

Ojala esto se termine pronto, pensó en voz alta una de ellas entre ese abrazo que se dan y les afloja el cuerpo.  

Performance La caída de las campanas, anoche en la explanada de la Intendencia.

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