viernes, 23 de marzo de 2018

Pica

Plaza Independencia, Montevideo. Enero, 2018. 

Uno de esos días en que varias vallas cortan la avenida principal a ambos lados, y todo va tomando un color distinto desde temprano en la tarde, antes que el sol se esconda detrás de los edificios. La alegría va por cuadra, decenas de personas aprovechan a ofrecer a precios razonables (o no tanto, depende el bolsillo) panchos y pororó y refrescos y tortas fritas –aunque la sensación térmica supere los treinta–, y otras tantas las caretas, los macacos y peluches que entretienen a los pequeños que se inquietan con un cartel o las burbujas que se hacen con agua y jabón y forman globos que desaparecen en el aire, y la espuma blanca que sale del frasco apretando solo de una vez y se acaba con los primeros murguistas que desfilan por la calle cuando el pavimento ya está minado de papelitos sueltos, los tambores retumban y cientos de cuerpos se mueven al ritmo del borocotó, borocotó, borocotó, chas, chas. Y todo es una fiesta.

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