“… A veces, la Abuela viene a verme en
sueños.
Yo camino al borde de un río y ella es un pez
que me acompaña deslizándose,
suave, suave, por las aguas...”
Eduardo Galeano
De “El libro de los abrazos”
Hogar de Ancianos, en el Día de los Abuelos. Montevideo. Junio, 2017.
Algunos viejos luchan por estar
activos, por no sentirse tan viejos a pesar de la apariencia, de la edad, de
las nanas; porque los tengan en cuenta, porque respetan sus palabras, sus
opiniones, sus deseos, sus derechos, porque los visiten, porque se acuerden de
ellos, porque alguien les mande un mensaje o los llame para un cómo estás, mientras
en el imaginario social sigue pesando la idea de que el viejo es una persona descartable,
una molestia, alguien que no sirve para nada. Entonces te apronto tus cosas, te
armo un bolso y te mando al hogar con el resto de esos ancianos, que te entienden
porque están como vos, inútil y arrugado y gaga y desmemoriado, aunque cada
cinco años vayas de bastón a votar, porque para eso no sos un viejo.
Años atrás, en otras épocas, en
otras infancias, había tiempo para visitar a la familia, a los padres, a los
tíos, a los primos, a los abuelos, decía alguien en un charla, hace meses,
sobre las cuestiones de la vida y la vejez. Se
armaban grandes reuniones y buenos banquetes. Se conversaba, se intercambiaban ideas,
sentimientos, impresiones. Los adultos se miraban a la cara y los niños formaban
parte del encuentro. Los viejos eran mirados y apreciados, dijo una señora con
años de experiencia. Ahora cada cual mira su pantalla móvil. Y son muchos los
viejos que quedaron en el tiempo, y por fuera de tanta tecnología. Entonces ese
contacto no sólo se perdió, siguió esa mujer, sino que tenemos una urgencia
inventada, y es que vivimos apurados y no nos hacemos tiempo para mirar al otro
y abrazar a los que queremos”. Y las nanas y la soledad y esa sensación de
sentirse viejo y más viejo, a algunos los va comiendo. Pero, el secreto de cómo
llegar a determina edad, de cómo sentirse bien, está en cada uno, porfió esa
mujer sabia, a pesar de que no hay una receta perfecta, ni una fórmula exacta ni
una barita mágica. Todo está en uno. En cada uno.
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