Uno aquí va caminando por esas
calles angostas, angostísimas, de piedra, rodeadas de construcciones también de piedra.
Sabes que la calle va a terminar en algún punto o te va a dar la opción de
doblar hacia la izquierda o hacia la derecha, o hacia ambos lados. Ves los
nombres pero no flechas. Y muchas veces vas caminando, anonadado
con tanta belleza, sin saber que a pocos metros hay un cruce, otra calle. Hasta
que algo o alguien se te cruza o atraviesa y aparece de algún sitio que todavía no te
queda claro y te das cuenta que sí, que ahí hay otra callejuela como le llaman
ellos, los gallegos. Y es que esto es como
un laberinto en el que perderse es tan fácil como preguntar hacia dónde queda
tal avenida, o dónde está tal comercio o tal iglesia. Salvo que a ése que le preguntás sea
tan turista como vos y te salve sólo si tiene un mapa. Pero perderse acá lo
mismo da. O mejor aún. Santiago es una cajita de sorpresas.
Rúa da Caldeirería, Santiago de
Compostela. España. Setiembre, 2018.
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