después amar, después partir
y al fin andar sin pensamiento.
Perfume de naranjo en flor,
promesas vanas de un amor
que se escaparon en el viento…”
Una
mujer va a llegar con unas flores entre las manos, se va a acercar a una
lápida, seguro se arrodillará e incluso, quizás, rece y llore, dejará las
flores y quedará frente al muerto, recordando tiempos. Aquellos tiempos. Ése es
el momento que esperan Atilio y Johnny. Es que la melancolía y el desamparo de
las viudas atrae a estos hombres para jugar con su propia seducción, y los
lleva a tener una cita allí, donde uno menos imagina: frente a una tumba. En ese encuentro en que intercambian ideas y
frases y opiniones y discuten y sueñan, Johnny se enfoca en el sexo “crudo”
mientras Atilio, con un libro que saca de su bolsillo, usa la poesía como espada
para seducir. Pero nada es lo que espera. Ni tampoco el mismísimo
Johnny. De la muerte, la risa. Y entre tangos, el amor y el sexo, lo erótico y el humor, Andar sin pensamiento quiere ser un reflejo de “una parte de
nuestra alma colectiva”.
Johnny,
en realidad, es Tabaré Luzardo, Atilio, Roberto Fernández y ella, la viuda,
Cristina Cabrera. Juntos protagonizan Andar
sin pensamiento que un día del 2000, el argentino Jorge Huertas escribió. Esta
obra que el viernes pasada estrenó el teatro La Candela, y recibió un premio en
la división Latino Playwriters (Houston, Texas), en el concurso organizado por
el Stage Repertory Theatre. Al año siguiente ganó otro premio en el Concurso
Internacional de Teatro de "Casa del Teatro" de Santo Domingo,
República Dominicana. Y como siempre pasa en las tablas de esos escenarios, las
tablas, más allá, más acá, suenan.
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