Es domingo a la noche, aunque
temprano. Las 00.00 de España, las 20.00 de mi país. Hace apenas cinco
horas que aterricé en Santiago de Compostela. La ciudad de los sueños, la
ciudad de mis ancestros. El flaco, que también es uruguayo y hace diez años que
está acá, en Galicia, me lleva a recorrer para que vea la magia de esé lugar en
la noche, con los farolitos alumbrando lo suficiente y necesario, las calles
angostas y de piedra, el centro histórico. Y en esas, sin que me diga nada, llegamos
a la Plaza del Obradoiro. Ese lugar que está rodeado y cercado de edificios
antiguos. Alcanza con girar sobre ella, parado en el medio, para identificar los distintos estilos
arquitectónicos con más de setecientos años de construcción.
La
Catedral, el Hostal de los Reyes Católicos –antiguamente hospital de peregrinos,
actualmente parador nacional; el Colegio de San Xerome, sede del rectorado de
la universidad, y el Palacio de Raxoi, sede del Ayuntamiento de Santiago. Todas
construcciones que representan la vida de la capital gallega: la religión, la
educación universitaria, la atención al peregrino y al viajero, y la
Administración. Esta plaza resume los usos de la historia milenaria de la
ciudad.
Y en esas, parados en el medio de
Obradoiro, con sólo cuatro turistas en la vuelta (¿ peregrinos?), el flaco me
dice: "Vení, acostate". Y aunque me parece muy loco, no lo dudo. Apoyo mi cuerpo sobre el piso de piedra, en horizontal, con la Catedral de frente y me de acomodo para que ninguna piedra me dé en las vértebras. Levanto la cabeza y la miró. Observo, desde el ahí, el majestuoso edificio barroco. La inmensidad es inexplicable. Como cuando se tiene el océano de frente. Me siento pequeñísima. Y
lloro. Es que siento que ya no puedo contener las emociones, y compruebo la insistencia del flaco. Acompañado del silencio de la noche, el lugar, la plaza, la iglesia, todo, es
mágico. Y aunque no la veo en ese instante (la vi al salir y en el camino), sé que
la luna está por ahí, y es testigo de mi llanto.
Catedral de Santiago de Compostela. Galicia, España. Setiembre, 2018.
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