domingo, 10 de marzo de 2019

El entroido de la fariña

Las campanas anuncian el entroido. Las docenas que cuelgan de diez, once, doce, cinturas masculinas, pero también de niños y niñas. Alcanza con que esos cuerpos que visten trajes, rojo y amarillo, y pañuelos de muchos colores en la espalda, se muevan apenas para que las campanillas suenen al compás y al unísono. Son los volantes, el personaje de ese entroido tradicional que reúne a los poquísimos pueblerinos que habitan Santiago da Riba en Chantada, Lugo. Y por eso a cualquier que los visita lo hacen sentir como en familia.  Al volante, lo escuda el peliqueiro o maragato. El personaje malvado y peligroso por la vara que usa para defenderlo, y asusta de cerca con la máscara de piel que esconce su rostro y a primera vista o de muy cerca impresiona como un monstruo de ficción.

Después de saltar y correr y girar y hacer resonar las campanas, los volantes salen del escenario, en fila y rumbo al pueblo en busca de los otros. Los que se visten con ropajes diferentes pero más comunes, y hasta en paños menores, según la teatralización que satiriza el trabajo y el oficio de los chantadinos, el quehacer cotidiano, las costumbres. Ahí es cuando se desparraman risas que se hacen carcajadas por la broma, la burla que se adueña de todo carnaval y que Chantada cierra con la fariña (harina) encima de todo cuerpo que no se aleja del escenario. Y es que más allá de ese espacio, uno no tiene por donde salir corriendo. El terreno es reducido, entonces no hay cómo zafar de la fariña. Y otra vez, el entroito vomita risas.









Carnaval de Santiago da Riba, Chantada. Lugo, Galicia.
 España. Marzo, 2019.

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