viernes, 9 de enero de 2015

Letras al viento

“Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; 
hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; 
en lo que a mí se refiere soy incapaz de imaginar un mundo sin libros”.

 Jorge Luis Borges. 




Apenas una brisa suave. Faltaba un rato para que el sol se perdiera en el horizonte. El muchacho se acomodó bien, en la rambla, mirando hacia el mar calmo, muy calmo. Leía un libro de Stephen King.  Sí, cuando veo a personas con un libro o un diario en espacios públicos (al aire libre, en cafés o boliches), suspiro. Es que cada vez veo más, y especialmente en los ómnibus, ojos clavados en las tablet, los iphones o aparatos modernos y me da terror que estas costumbres hagan desaparecer, con el tiempo, las páginas en papel. Si hay un aroma que adoro y disfruto es el de la tinta impregnada en las hojas, el libro nuevo. No niego que la tecnología es buena, pero si pienso en una buena lectura, jamás será lo mismo, para mí, el contacto con el libro: el mejor invento del hombre, lo que nunca debe faltar en la cartera de la dama, el portafolio del hombre y la mochila del niño o el adolescente. Y casualmente, esa tarde, dos días atrás, mientras el joven estaba sumergido en la historias de Stephen King, la intendenta Ana Olivera inauguraba el programa Biblioplaya 2015 que intenta motivar la lectura de libros en las playas (Ramírez, Pocitos y Malvín cuentan con bibliotecas que prestan libros en forma gratuita hasta el 8 de marzo). Y en esas, pasó una chica en patines, lo miró al muchacho y gritó: ¡Al fin queda gente que lee libros!”. Y suspiré nuevamente.



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