Tacheros en Ciudad Vieja, hoy.
Uno agrede. El otro denuncia.
Un tire y afloje que se instaló cuando Uber anunció en noviembre del año
pasado, que saldría a la calle a brindar un nuevo servicio de transporte a la
sociedad. Con sólo una aplicación en el celular, uno llama (quién tiene un buen
celular) y en tan sólo tres minutos, a veces cinco, un auto pasa a buscarlo por
la dirección indicada. Los tacheros arden. Se les quita el trabajo, dicen. Pero
no asumen que su servicio deja mucho que desear. Te pasean a su antojo por el
camino más largo, demoran la marcha para agarrar cuánto semáforo se interpone
durante el trayecto y así las fichas bajan, y no dan el brazo a torcer con las
mamparas. Porque, dicen, dan más seguridad. Y a decir verdad, cualquier pibe
les clava el 32 en la cien con tal de hacerse de unos pocos mangos por más
mampara que los separa de los pasajeros que viajan detrás. No es la primera vez
que los choferes de Uber denuncian agresiones por parte de los taxistas. Las persecuciones
han sido varias, las agresiones también. Hoy los tacheros se manifestaron alrededor
del juzgado de la calle Misiones a favor del taximetrista que, al parecer,
violentó a un trabajador de Uber. La Gremial del Taxi pide a gritos que se
regule la situación, pero el intendente Daniel Martínez asegura, según algunos
medios, que no están dadas las condiciones legales para cortar la señal de
Uber. Un tire y no afloje, a esta altura, cotidiano.
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