Todos están de acuerdo. Todos
coinciden en que estos tiempos no son como los de antes. Que vivimos en un
momento social complejo. Que no podemos seguir por la vida entre tanta
violencia. Que la violencia no, no, no. Que las muertes de las 8 mujeres, en lo
que va del año, es más que una aberración. Una demencia. Que no pueden seguir
muriendo ni mujeres ni adolescentes ni niñas. Que no hay excusas. Que basta de
muertes. Basta. Que no es sólo cuestión de leyes. Leyes que, en ocasiones, ni
siquiera los jueces cumplen y hasta ignoran (qué sería una sociedad sin leyes).
Que todas y todos tenemos derecho a una vida sin violencia, a andar libremente
por la calle, por el barrio, por el trabajo, por la casa (¡por la casa!) sin
ser agredido, sin tener miedo.
Y en ese compromiso de
garantizar la igualdad entre varones y mujeres y ponerle punto final a la violencia,
todos los ministros (los que asumen ministerios que tocan de cerca la violencia
y los que no tanto) se reunieron y llamaron a la prensa adelantándose a lo que,
en el Día Internacional de la Mujer, seguro será una movilización
multitudinaria porque esto no da para más. No da más. Entonces uno a uno
tomaron el micrófono –en una conferencia que duró más de hora y media– y
largaron números y estadísticas y planes a futuro y acciones a tomar y prevenir,
y que la salud de las mujeres y las oportunidades de desarrollo y la educación
(¡la educación!) y la explotación sexual y la seguridad y las tobilleras (el
ministro del Interior, Eduardo Bonomi, se encargó de resaltar la importancia de
las tobilleras, a pesar de todas esas mujeres que ya no están porque alguien se
acercó demasiado y las mató, y las denuncias que antes no se hacían y ahora sí)
y hasta destacaron la creación del Consejo Nacional de Género que se crea a través
de la ley N°18.104, y bla, bla, bla, bla, bla. Mucho palabrerío. Discursos vacíos.
Son muchas las mujeres que
siguen sufriendo violencia y no se ataca el problema desde cambiar esas mentes
machistas y patriarcales que terminaron con la vida de Valeria y Susana y Deborah y Gabriela y Dorita
y Martha y Silvia y Claudia y tantas otras que ya no están. Son cientos los
nombres estampados en carteles y pancartas, en letras grandes, en cada marcha. Marchas
que se multiplican año a año. Mes a mes. Semana a semana. Y son muchas las lesbianas,
los gays, los bisexuales y las personas transexuales que sufren violencia y
discriminación. Al final del acto protocolar, de discursos excesivamente
técnicos en donde apenas se mencionó el caso de la mujer que quiso interrumpir
su embarazo y no se lo permitieron (eso también es violencia) una mujer trans salió
del fondo como de adentro de un galera, enfurecida, con la muñeca lastimada por
un tajo grande que tuvo que hacerse, dijo, para que la policía la soltara. No
dio detalles. Pero su indignación era mayor a la de algunos presentes que se molestaron
por su forma de enfrentar a Bonomi, desencajada. Pero el ministro apenas la
escuchó. Y ella se quedó con un nudo en la garganta porque “no hay derecho, no
hay derecho”, gritó. Y esto no da para más. No da más.
Al final del acto oficial por el Día Internacional de la Mujer, convocado por el Instituto Nacional de las
Mujeres del Ministerio de Desarrollo Social, ayer, en la Torre Ejecutiva.
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