David sigue con la camiseta bien puesta
como tantos caniches y chiguaguas lo harán mañana. Y otra vez se pintan miles de rostros, las
cabezas visten sombreros de espuma plast, decenas de uñas se esmaltan de
blanco, amarillo y celeste, las bufandas abrigan los cuellos de Uruguay, en los
locales se inflan nuevos globos, las oficinas cierran sus puertas o cambian de
horario, la explanada de la intendencia se llena de charrúas que gritan hasta
quedar sin voz, los boliches y las mozas no dan abasto, el pabellón viste las
espaladas de miles, y balcones y vidrieras, en los parlantes suenan Jaime Roos y el Canario con “Uruguayos campeones de América y del mundo” o No te va a gustar con “Cielo de un solo
color cielo que me sigue enamorando…”. Entonces miles de pieles se ponen de
gallina, los corazones laten fuerte, los nervios revuelven estómagos y la
impotencia y el temor nacen en algunos que opinan que la cosa sin el Eddi no es
lo mismo. Pero la locura es bien celeste y “se renueva la ilusión”. La calle,
los comercios, la gente, la ciudad, todo, se paraliza para ser más oriental que
nunca. Y es que “hay algo que sigue vivo”, aunque Francia esté salado. Algo
sigue vivo.
Montevideo. Junio, 2018.
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