jueves, 3 de diciembre de 2015

Esos cuerpos, y los que ya no están

Sonaron insistentemente. Eran las campanas que Hekatherina llevaba en cada mano, acostada a los pies de la estatua de la Libertad. Un señor que circulaba en una camioneta paró a su lado y le preguntó por qué hacían eso. “Porque nos matan”, contestó ella en seco. Nunca responde. Nunca. Pero ayer, sus palabras salieron nomás, con bronca, con rabia. Y la mirada dura.

Son diez, vestidas de blanco. Y un sonido brillante de campanas que deviene yuxtaposición del imaginario sonoro del golpe, expresan, del cuerpo cayendo. Diez cuerpos que se caen y se levantan, y caen nuevamente y vuelven a levantarse, esta vez, con más fuerza, afirmados para seguir denunciando lo que la democracia capitalista sostiene: la violencia de género ante cada feminicidio. Y las campanas no dejan de sonar. Intensamente.

Performance La caída de las campanas, ayer, en la Plaza Cagancha.

Performance La caída de las campanas, ayer, en la Plaza Cagancha.

Performance La caída de las campanas, ayer, en la Plaza 
Cagancha.

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