martes, 22 de diciembre de 2015

No fue puro verso

La divisó, a un par de cuadras, cruzando la gran puerta que da entrada al barrio de más historia. Su paso apurado zarandeaban sus rulos largos y negros. La brisa del viento hacía lo suyo sobre su pollera de lino beige. Sobre el hombro derecho le colgaba una mochila con la máquina que iba a mostrarle. Y un tinto que tomarían meses después, bajo el techo nuevo.
– Perdón por la demora, asintió nerviosa.
– Todo bien – contestó él con una sonrisa. Y la beso en la mejilla.
–  ¿Subimos?
Una anchísima escalera de mármol, hacia ambos lados, los invitaba al restaurante-café, rodeado de fotografías en blanco y negro, discos y libros por doquier, y un ventanal. Allí se sentaron.
–Nunca tuve una cita, confesó ella tímidamente, mientras se enamoraba, sin saberlo.
– ¿Enserio? Bueno, siempre hay una primera vez, soltó él mirándola a los ojos.

Y así pasó la noche, entre copas y tangos, entre piazzollas y troilos que La Mufa interpretaba, y más vino. Él lo sospechó. Ella ni se imaginaba que aquella cita iba a serla única. El resto se transformarían en verdaderos encuentros, en su propia historia. La de siempre.

La Mufa. Abril, 2015.

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