Las vitrinas de muchos
comercios lucían calaveras y arañas y máscaras, y las bolsas con caramelos para
regalarle a los niños que salen con sus calabazas, ya estaban prontas. Era Halloween,
la ahora, popular fiesta yanqui, que muchos uruguayos adoptaron y en la que los
supermercados facturan como locos, mientras miles de empleados cobran un poco
más de lo que sale alquilar un monoambiente o con suerte un apartamento con un
dormitorio, que al sumarle los servicios básicos que cualquier persona necesita
para vivir: luz, agua, teléfono, transporte, nos pasamos de la raya y esos
salarios ya quedan cortos, cortísimos y ahorcan hasta quien no tiene ni siquiera un hijo. Y eso siempre
fue así. Desde hace años los empleados de supermercados, integrantes de FUECYS
[Federación Uruguaya de Empleados de Comercio y Servicios], vienen luchando
contra sueldos miserables. El lunes, bajo la consigna “No queremos golosinas,
queremos salarios dignos”, se manifestaron decenas, cientos de empleados frente
a la Dirección Nacional de Trabajo, y en grandes centros comerciales, los
shopping, que tienen una (o más, en algunos casos) gran cadena de
supermercados. Los clientes que paseaban por Montevideo Shopping el lunes, se
toparon con una situación atípica: en la puerta de acceso a Tienda Inglesa,
decenas de empleados hicieron su propio ruido para no seguir cagándose de
hambre mientras los dueños y jefes con autoridad sigan haciendo millonarios.
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