Hacen cola. Son ocho, nueve,
10, 12… Algunos son tan pequeñitos que no alcanzan a la altura de la cámara.
Esa que, en realidad, es como un cajón de madera hecho, seguramente, por las
manos del hombre, de no más de un metro sesenta y casi calvo, que se las ingenia para llevarse unos
pesos a la casa y hacer divertir a los pibes. Se enchufan los auriculares para
escuchar el espectáculo, una obra de teatro, dicen. Y todos quedan encantados
de ese mundo que es pura fantasía y roba sonrisas y gestos de asombro y
algarabía.
Parque Jacksonville, Montevideo. Noviembre, 2016. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario