Un disparate. Así consideró
Leonardo Padura, el reconocimiento que lo declaró como Ciudadano Ilustre. “Jamás
pensé que iba a estar sentado acá y mucho menos que iba a recibir semejante
reconocimiento”, confesó. “Uno no escribe para ganar estos premios, sino para
ser mejor escritor, pero quiero que sepan que éste es uno de los premios más
importantes que he recibido y recibiré”.
Agradeció a las autoridades, ya
todos los presentes, pero principalmente a quienes lo pararon en el hall del
edificio, a la entrada, para hacerle saber que eran sus lectores. Es que sin
ellos “esto no sería posible”. Tampoco pensó que se iba a quedar casi trancado
en el ascensor de la Intendencia, rodeado de siete mujeres, dos de ellas con
llos libros de él en mano, al subir al segundo piso del palacio, a la Sala de
los Acuerdos, donde el intendente Daniel Martínez le entregó la medalla, previo
a firmar autógrafos en decenas de sus libros que han sido traducido a 22
idiomas: Adiós, Hemingway, Aquello estaba deseando ocurrir, La cola de la
serpiente, Pasado perfecto.
Aterrizó en Montevideo, esta
ciudad que tanto se asemeja a Cuba, dijo, donde anoche [por el miércoles], en
un boliche, los uruguayos se preguntaban por qué en la televisión había un
partido de beisbol y no de fútbol. Es que Leonardo lo había pedido. El escritor
cubano, que nació en 1955 en Mantilla, un barrio periférico de Cuba, recalcó, dará
una charla hoy en la Biblioteca Nacional. Leer a Padura es pasear por las
calles de ese país latinoamericano tan conquistador, algo que cualquier lector
puede imaginarse de antemano, pero para él nada de aquello había pensado que
iba a ocurrir.
Leonardo Padura, ayer, en la
Intendencia de Montevideo.
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