lunes, 20 de octubre de 2014

Desgarro

En estos días, mataba el tiempo en la computadora (me costaba concentrarme en una buena lectura) para no dejar que mi cabeza me taladrara con malos pensamientos. Por nada del mundo quería seguir pensando en lo que tanto me atormentaba. Y de pronto, en plena tarde, un jazz surgió como de la nada. La radio, pensé. Pero no. Salí a la azotea, prestada, y un muchacho, el vecino, hacía sonar con su trompeta melodías que parecían desgarrar las paredes. Y calmó mi desasosiego y el desorden en mi interior de sentimientos encontrados.  Al menos lo olvidé todo por un rato.

Y recordé aquella crónica de Apegé sobre las azoteas, un lugar que para él, puede “funcionar como metáfora coloquial y exquisita del pensamiento”. Decía: “Subir a la azotea (propia o prestada) y encontrar un relato pequeño pero inmensamente nuestro, nada prestidigitado, un relato de pájaro callado, ala herida y ojos orbitados”. Y el jazz siguió sonando hasta poco más que el sol se escondió detrás de los edificios que circundan esa azotea. Cuando observé la foto, vi que las paredes estaban efectivamente desagarradas, como yo en ese momento, salvo que de lejos no lo había notado.








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