Blanco, rojo y azul. La piel se
me puso de gallina. La emoción contagiaba. Miles de personas acariciaban
cualquiera de los tres colores. Los tres. La inmensa tela flameaba tapando toda
todas las tribunas del Estadio Centenario. Cientos de celulares salieron de los
bolsillos para registrar ese momento. Un momento glorioso en un partido
amistoso con Real Atlético Madrid que ni siquiera tenía la adrenalina del
Campeonato Uruguayo o la Copa Libertadores o cualquier otra copa. Aquello, que al
principio no sabía cómo describir, cómo llamarlo, era... Qué se yo… Mágico.
Entonces comprendí que tenía frente a mis ojos el comienzo de lo que en ese
instante fue una idea. Una simple idea que con los meses fue tomando color –como
los de la bandera y el escudo que miles de sus hinchas llevan tatuado en el
pecho, en el brazo, en la espalda y a la izquierda de la camiseta, en el termo y el mate,
en el paraguas, en el adhesivo que adorna la ventanilla del auto– y se
convirtió en un proyecto. Un fotoreportaje sobre una historia. La de miles de
hinchas que acompañan a su cuadro al césped que sea, a los 11 jugadores que dejan
allí el alma, le vaya pésimo o de maravillas, puntero o último en la tabla de
posiciones del torneo. Es que no hay con qué darle. La pasión y el fanatismo no
tienen barreras ni fronteras. Es puro sentimiento.
“Tres colores, una pasión” se exhibió en la sala Ángel
Tejera de la Casa de la Cultura de Maldonado desde el 14 de mayo hasta ayer.
Para mi mí todo un logro. Sueño cumplido. Aunque la idea es que siga
recorriendo el país. Para Ojalá, así sea. Tricolor, tricolor.
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forman parte de la muestra fotográfica):
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