El
abuelo no era de los que levantaba polvo de bailar en la pista. Más bien escuchaba la
guitarra y el acordeón que largaban los sonidos del chamamé y se divertía
gratis, con poca cosa, viendo los pasos de las veteranas y de quienes
experimentábamos esos ritmos por primera vez en una pista de baile. Lo sacaron a bailar varias veces,
pero no había caso. El tipo era tímido y, quizás, pata dura. Pero sonreía.
Siempre sonreía. El Olmos todos andan con una sonrisa en el rostro.
Fortín
Olmos, Santa Fe. Argentina. Abril. 2016.
Entrada
relacionada:
No hay comentarios:
Publicar un comentario