martes, 17 de febrero de 2015

Al andar se hace camino

Programa de la IM brinda acceso y servicios a personas con discapacidad en tres playas de Montevideo: Malvín, Pocitos y Cerro

Mike en la silla anfibia.

Lourdes sonríe a la cámara en su silla de ruedas. Está en la rampa de la playa Malvín de brazos abiertos como queriendo volar. Y junto a ésa foto que publicó en Facebook, el 11 de febrero, escribió: “¡Por fin se me dió! Tres horitas de playa”. Desde el 2008 no pisaba ni la arena ni el mar. La pasó “genial”, aunque ése día, por cuestiones médicas, Lourdes no se pudo bañar, pero Marcelo, su compañero, le tiró agua con una botella. Es que no podía volver a su casa sin tocar el mar. Nunca tuvo una silla adecuada para ir a la playa. Y ahora con la del programa de la IM, de ruedas anchas, hasta cumplieron un sueño: Caminar juntos de la mano en la arena luego de 8 años de pareja, contó Lourdes a la diaria recordando el poema de Antonio Machado: “Al andar se hace camino”. Hace 22 años, tuvo un accidente de tránsito que le provocó una paraplejia completa de miembros inferiores por lesión medular.
El programa lo conoció por Vanessa, quien tiene parálisis cerebral, y es usuaria de la piscina N°7. Por eso la IM la invitó. Desde el 19 de enero de este año asiste al programa de playa. Recuerda la fecha con claridad. Es que fue “lo más lindo que le pasó en la vida”. Para el traslado cuentan con la camioneta de la Comisión Nacional Honoraria (CNH) de Pronadis, pero ayer, lunes de carnaval no tuvieron acceso a ella. Lourdes, Vanessa y tres personas más de COVIMP II [cooperativa de vivienda de Impedidos] ubicada detrás del parque Rivera, iban a contratar otra camioneta, pero tres se dieron de baja y ambas, solas, no podían costearla. Al no tener ómnibus accesible rumbo a Malvín ni quien la acompañara, Lourdes se quedó sin playa. Sin embargo, para Vanessa no fue impedimento. A las 6.00 ya estaba despierta. Por tanta ansiedad, relató a la diaria Norma, su mamá, quien la acompañó. Los taxis cobran “lo mismo que gastas en comida”, aseguró. Por eso marcharon las dos a pie para que su hija tocara el mar. El viaje duró una hora, pero “la cosa es venir y disfrutar de esto que se nos brinda”, dijo Norma. Para ella es un “orgullo” ver a su hija nadando debajo del agua. “Cuando empezó en la Plaza N°7, en abril de 2014, y hacía ejercicios en la piscina con la profesora, yo me tapaba los ojos porque me daba miedo, me ponía nerviosa verla tanto tiempo abajo del agua”. Y por si fuera poco, hace dos semanas, comenzó surf en la Escuelita de Mar (Malvín). “Es increíble cómo le gusta y cómo le agarró la mano”, agrega feliz su madre, mientras Vanessa asegura que ni el surf ni el mar “le dan miedo”. Le fascina luchar contras las olas. Ella pide más, dice Norma, nunca se achica. Y ayer no era de las mañanas más calurosas. Pero para su hija el mar “¡estaba divino!”. Ni el aire fresco, al salir, le alcanzó a erizar la piel. Se siente “libre” como un pájaro.


Vanessa.
Florencia.

Vanessa.
Mike.

*Fotos: Playa Malvín. Lunes, 16 de febrero de 2014.

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