Homenaje a José
Carbajal, ayer en el SODRE, a 40 años de A
mi gente. Ése hombre que tanto nos dejó
“Pueblo divino gorrudo
sabalero
brindo contigo prestame
el corazón
quiero el secreto del
hombre de tu río
del hombre chimenea, del
canilla cantor”.
Fragmento de A mi
Gente. El Sabalero.
Foto extraída del audiovisual presentado en el SODRE. |
Y
“Con cinco medias hicimos la pelota, y
aquella siesta perdimos por un gol…” Cuántos treintañeros o cuarentones, en
su niñez, dormían la siesta con Chiquillada
zumbándole en el odio. Sebastián Teysera (cantante de La Vela Puerca) fue uno
de ellos. U otras: Angelitos, La Sencillita, A mi
gente.
Él
mismo decía que sus canciones se cantaban en todos lados: En la reuniones
familiares, en los asados, las navidades, años nuevos, cumpleaños, hasta despedidas
de solteros y fogones. A mi gente nunca
falta en los fogones. Y El Sabalero entendía que Chiquillada asomara la cabecita en las cantarolas, porque tenía un
estribillo pegadizo, pero la que menciona a su gente, la de Juan Lacase, en la
que aparecen Pitico, Pochilo, Chirimino, las charlas del Charlo, de Roberto Guitarrón y el firulete, el tamboril,
la miseria y la lucha de pan y trabajo de su pueblo. Todo lo mencionaba, pero una
sola vez. Y eso lo hace difícil de cantar, aseguraba. Por eso no entendía cómo
la gente recordaba la letra. Eso sí, “nadie la canta bien”. “Hasta Los Olimareños, que yo les pasé la letra, se
equivocan, de verdad,” soltó sonriendo en un audiovisual que lo recordó en su
última función en el Teatro Solís, en abril de 2010. Y el SODRE estalló en
risas. Pero de última, era lo de menos, porque las canciones “se cantan con el
corazón y no con la cabeza”, decía. Por eso “cada uno canta A mi gente como le suena”. Como lo
recuerda.
Y
los aplausos, viéndolo en la pantalla gigante vestido de blanco de pies a
cabeza, sonaron fuertes, mientras algunos de esos personajes de su “pueblo divino”, lo veían una vez más, seguramente
emocionados, en las primeras butacas de la platea, junto a su familia.
Hiciera
lo que hiciera, el Sabalero, “siempre era el mismo”, apreció Hugo “Cocol” Ortiz,
uno de sus tantos amigos, en otro audiovisual en el que AGADU rescató testimonios
de quien bien lo conoció. Para Hugo “era más que un amigo, más que un hermano,
más que un padre”. Era “un pedazo de vida”, un poeta que representó a Uruguay
por varias partes del mundo trasmitiendo “cosas de mucha fuerza”, estimó el
periodista Jorge, como la conciencia de clase. La clase obrera, los pobres, los
humildes, los desposeídos, los robados, eran su fuerte. Y siempre salía en su
defensa diciendo cosas chiquitas y apelando a la ternura. Eso, para Yuliani, es “muy difícil de lograr”. Sin embargo,
“logró conmover el alma de la gente”. Y cuando vos le tocás el alma a alguien,
estas dando el primer paso como para poder hacer que esa persona empiece a
cambiar en algo”, expresó. José fue un anarco que siempre hizo lo que quiso y
nunca lo que le dijeron que había que hacer, valoró el periodista. Y fue feliz,
aseguró. Lástima que “se adelantó”. El Saba recordaba un dicho de los mexicanos: Decían
“se adelantó” cuando una persona moría antes de lo previsto. Y él se nos adelantó.
La muerte lo encontró el 21 de octubre de 2010. Aunque vivió años en Holanda,
era cien por ciento uruguayo. Si hubiera un uguayómetro
para medir la cantidad de uruguayidad
que tiene una persona, José da el máximo”, deslizó Yuliani recordando las palabras
de un colega argentino. El sodre estalló nuevamente en aplausos. Y El Saba fue
feliz.
“Me
enrosco en tus ancas fuertes
Y en
tus ternuras mi negra
Me
gusta vivir la vida
Entregándome
a la suerte
Pa no
tener tanto miedo
Cuando
me abrace la muerte”.
(Fragmento
de La Muerte, El Sabalero)
Alejadro Carbajal, hijo de El Sabalero. |
Mónica Navarro. |
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