lunes, 23 de febrero de 2015

Donde el Diablo perdió el poncho III

Sus visitantes

Punta del Diablo: El pueblo que todo extranjero conoce, casi obligatoriamente, de pasada por el pequeño país de poco más de tres millones de habitantes, y que alberga a tantos  uruguayos enamorados del paraíso rochense. Ése que (aún) no tiene plazas, ni bancos, ni cajeros automáticos, ni cyber’s, ni boutiques glamourosas de ropa importada y marcas multinacionales. Tan sólo un par de supermercados. Uno sólo abre sus puertas durante el año; los demás juntan polvo y acumulan olor a encierro, esperando el verano.
Las calles, ninguna de asfalto, ni siquiera están bautizadas. Cuando uno pregunta cómo llegar a cierto lugar, el pueblerino indica la iglesia  o la farmacia, y de ahí tantas cuadras para arriba,  para el sur o el norte.

Y tantas visitas, de distintas partes del mundo, lo han transformado en el pueblo cool. Los ranchos lucen, hace tiempo, colores vivos que contrastan entre sí, y le ofrecen al turista aire acondicionado y televisión por cable por si al verano le da por salir lluvioso. Más allá, hacia el monte, se ve alguna cabaña de madera perdida entre eucaliptos y mansiones con grandes ventanales y paredes de piedra típicos de la arquitectura minimalista –la mayoría con grandes piscinas– que se edifican (cada vez más) durante el invierno. Es que construir (esas edificaciones y de la más sencillas para quien tiene un bolsillo más modesto) se ha convertido en negocio lucrativo. Y cada verano Punta del Diablo ofrece más alquileres, más restaurantes, más pub’s y posadas, y el encuentro de emigrantes hechizados por ése pueblo que ofrece la paz y tranquilidad de una vida mística y hippie en pleno contacto con la naturaleza. Aunque la identidad del pueblo sigue en pie: las barcas en la playa de los botes mantiene la esencia de pueblo pesquero. Ese viaje al mar que, sin embargo, muchas personas del interior profundo quizás ignoran. Y siguen esperando veranos para tener la dicha de que la suerte golpee su puerta. Y sí, todos esperan el verano. Punta del Diablo también. 








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