Patea,
tira, marca, la sigue con los ojos, la agarra en el aire, patea de nuevo… pum, ¡Gol!.
En la playa muchos niños que sueñan con ser Lugano, Suarez, Forlán o un Chino Recoba, juegan al fútbol y
practican sus dotes que un día, alguien, entrajetado y de lentes fashion, los descubre. Empiezan la
carrera. Lo asiste y llegan las promesas. Ése, es apenas el comienzo del viaje. Abandonan
su pueblo, su barrio en el interior profundo, sus amigos, su familia, se
instalan en plena ciudad, a veces con familiares incluidos, que sueñan también con
un buen futuro: Color de camiseta, clubes, que si es delantero o defensa o si ataja bien y ‘mira
que sí le pones todo sos reconocido y te llevan a Europa’. Y las exigencias le
pesan al chico, yendo de un lado a otro y entrenando más, más y más. Pero no es
patear, tirar y hacer el gol. Muchos llegan a ser estrella, otros quedan por el
camino y los sueños se desinflan como les pasa, a veces, a las pelotas.
Punta del Este. Maldonado, 2011. |
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