Aerosol y pinta que te pinta. Voy
caminando hacia el centro y lo veo. Pinta que te pinta. A Luxor le encanta
Zitarrosa, le fascina. Lo escucha hace años, años, pero no sabe precisar cuánto.
Es de La Plata, Argentina. Me cuenta que
vino a Montevideo a homenajearlo con su arte. Luxor es artista, pinta murales. Está
parando en la casa de un amigo pero recibió ayuda de varias instituciones para
bancarse el pasaje, la pintura y conseguir esa pared –la de la calle
Reconquista casi Juan Carlos Gómez en Ciudad Vieja– que ahora tiene varias flores
dibujadas, una con ojos increpantes, me parece a mí, mirando de costado. Entonces
pienso en nuestra ciudad gris, en los gris y oscuro de aquellos momentos en que
Zitarrosa escribió parte de sus canciones cuando tuvo que abandonar su país y
exiliarse en otros, la dictadura… y esa mirada de ese sol me llevan a “Adagio
en mi país”: En mi país, que tristeza, la pobreza y el rencor. Dice mi padre
que ya llegará desde el fondo del tiempo otro tiempo. Y me dice que el sol
brillará sobre un pueblo que él sueña, labrando su verde solar…”.
La obra de Zitarrosa, me dice
Luxor, es una invitación a la militancia, a la lucha, a construir, a nacer… Por
eso se le ocurrió hacer flores que florecen, pájaros que cantan. Para Luxor no hay nada de toda la obra de
Zitrrosa que tenga desperdicio, pero “Guitarra negra” y “Triunfo agrario” son
de las mejores canciones. Le parten la cabeza. Y las estrofas se me vienen
encima: “Cómo haré para tomarte en mis adentros, guitarra...”, mientras él me
pide que lo aguante, que le cuide las cosas cinco minutos que cruza a La
Pasionaria a buscar algo o al baño. O las dos cosas. Y en esa asociación del
mural de Luxor con la obra del Fefo, –así le dice Javier, mi hermano que es músico
y sus cuerdas saben de memoria el cancionero de Zitarrosa, y fue quien me contagio
el gusto por este cantor, cuando yo era una piba de liceo, siempre engominado y
entrajetado y esa voz impresionante–me resuena su voz recitando: “En la punta
del agua... una flor blanca, luminosa, de quince dólares, se hace chispa, se
abulta, se diluye, chorrea entre otras flores más pequeñas, llora, se agita, la
catapulta el chorro de agua y sube como bola en el aire...”.
Luxor vuelve, cuando en mi
cabeza, ahora, suena “Hoy... dejaré las puertas y las ventanas de mi casa,
abiertas, para siempre...”. Me saca de ese trance, me dice, que la manera de
Zitarrosa, que cómo compone, su manera
de ver el mundo. Le parte la cabeza. Más o menos como a mí.
Fotos: Luxor. Ciudad Vieja,
Montevideo. Julio, 2016.
La
obra de Luxor se puede ver en:
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